CONTRA INFLACION: CRECIMIENTO

Roberto Laserna

 

La inflación vuelve al debate. Ya no se discute si hay o no inflación, sino lo que debe hacerse para controlarla.

Las autoridades ya reconocen que sus metas fueron sobrepasadas abundantemente y la discusión empieza a volcarse hacia las políticas que deberían llevarse a cabo para que este problema no se agrave, castigando a los más pobres como hasta ahora.

El Banco Central intenta retirar circulante de la economía, en el entendido de que es la abundancia de dinero la que empuja los precios hacia arriba. Recogiendo el argumento de que el boom exportador, las remesas e incluso los recursos provenientes de exportaciones ilegales de drogas ha aumentado la cantidad de dinero en poder del público, tanto en dólares como en bolivianos, el Banco ha creado una comisión del 1% a las transferencias del exterior para reducir el flujo, y ha puesto en circulación bonos del Tesoro que ofrecen tasas de interés superiores a las que rigen en el mercado, en la esperanza de estimular el ahorro y bajar la presión de demanda en los mercados de bienes.

Es dudosa la eficacia monetaria de la comisión a las remesas, pero no lo son sus perjuicios. Han encarecido el servicio para los migrantes, aumentando los costos a los exportadores, como si los primeros no tuvieran ya suficientes sacrificios y los segundos gozaran de un entorno favorable a su competitividad. 

Más eficaz puede ser es el incentivo al ahorro de largo plazo a través de la emisión de bonos, aunque esto acarreará problemas futuros por el aumento de la deuda interna.

El problema mayor es que el Poder Ejecutivo no logra articular una propuesta clara para detener la inflación.

Por un lado, trata de implementar una política de controles que apenas puede poner en evidencia la pérdida de autoridad del Estado. Ni la militarización de la aduana ha logrado reducir el contrabando de los productos con precios controlados. Y sus esfuerzos para eliminar a los intermediarios han desordenado de tal manera los mercados que las amas de casa siguen sin encontrar garrafas y los panaderos deambulan buscando harina.

Por otro lado, intenta estimular nuevos emprendimientos con el apoyo de recursos supuestamente destinados a poner en marcha el TCP-ALBA y el Banco de Desarrollo Productivo, cuyos efectos de propaganda no llegan a los mercados.

Lo que debe hacerse es estimular la producción para que suba la oferta. Es cierto que se han liberado aranceles para algunos productos, pero poco se ha hecho para que los productores aprovechen el crecimiento de la demanda para invertir y producir más, contratar más gente y pagar más salarios, y aumentar así la oferta global.  Al contrario, a la incertidumbre creada por la Asamblea Constituyente, que puso todo el sistema institucional en remojo, las autoridades añaden declaraciones poco responsables. Esto ha desalentado inversiones nacionales y extranjeras, haciendo que los productores no respondan a la demanda que crece con el aumento del circulante.

Incluso desastres que parecen naturales y afectaron negativamente la producción pueden haber sido inducidos involuntariamente por la política gubernamental, pues muchos chaquearon en exceso para demostrar el uso económico de sus tierras, y otros no repusieron el ganado perdido en las inundaciones en espera de que se cumplan las promesas de apoyo del gobierno.

En síntesis, combatir la demanda disminuyendo la cantidad de dinero es razonable cuando la abundancia es creada por el gasto fiscal. Pero hacerlo cuando responde a bonanzas de precios, o esfuerzos laborales adicionales como los de los migrantes, o incluso cuando se debe a exportaciones no registradas, puede tener un indeseable impacto recesivo. Lo que hay que hacer, aunque tome más tiempo y sea un proceso más lento y difícil, es aumentar la producción. En otras palabras: crecer. Lo que corresponde, en consecuencia, es levantar obstáculos y trabas a la iniciativa personal y colectiva de la gente, y darle la certeza de que su esfuerzo, laboral y empresarial, encontrará la recompensa que lo motiva.

 

El autor es economista y pertenece a Columnistas.Net