En resumidas cuentas, apreciamos en el estudio de esta sencilla y humilde cruz su condición de sujeto de un esmerado culto, así como la inspiración de una especial veneración por parte de los vecinos. Si esta función socio-religiosa la viésemos aplicada a un cruceiro, tal hecho no nos parecería extraño, pues a fin de cuentas estos monumentos poseen imágenes más explícitas, que ya de por si solas obligan a reverenciarlas. La conmemoración de la Santa Cruz en un cruceiro, tal como se nos narró en Baiña, incluso la podríamos intuir aplicada a este último tipo de obras aunque no se contase con detalladas referencias orales. Pero tal expectativa, con nuestra mentalidad actual, probablemente no se nos ocurriría referente a una sencilla y elemental cruz de piedra, si, como ocurre en esta localidad de Baiona no tuviésemos el respaldo de la documentación complementaria.
Las cruces de piedra, probablemente por su sencillez artística, cuando no tosquedad, se vieron sistemáticamente olvidadas en las investigaciones sobre el arte popular religioso gallego, más atentas a los citados cruceiros, de mayor desarrollo estético. De un modo general, la presencia de estas cruces en los lugares y caminos gallegos se interpretaba como
sacralizaciones o cristianizaciones de sitios donde se llevaban a cabo ancestrales ritos mágicos,  y brujeriles,  se producían apariciones no deseadas, o biien eran sitios supuestamente ligados a ancestrales y pertinaces crencias (por ejemplo las relacionadas con las encrucijadas); y en otra vertiente, mucho más explotada bibliográficamente, señalaban los lugares donde había acaecido la muerte inopinada de algún vecino (violentamente, o por otro factor, o había sido encontrado muerto a causa de los mismos motivos. Como veremos en próximos estudios, la realidad es mucho más compleja de lo que pretenden intuir estas hipótesis. De cualquier manera, no cabe la menor duda, a la luz de los incontestables testimonios conocidos, que muchas, en efecto se relacionan con sucesos luctuosos acaecidos en su emplazamiento. Sin embargo, esta cruz de Baiña, enriquece enormemente los conocimientos relativos a estas obra en materia de función socio-religiosa, e incluso, apunta sobre un campo de la vida cotidiana tradicional más normal, debidamente insertado en la religiosidad popular occidental oficial, sin necesidad de recurrir a las sugerentes pero controvertidas explicaciones mágicas.
Otra cuestión es la referente a la posible correlación de la cruz con la inscripción fundacional del peñasco. Personalmente vemos como lo más probable la identificación positiva de ambos términos, pues la actual cruz es ya vieja, presentando una patina que en líneas genrales se puede asimilar con la fecha señalada en la conmemoración. Además, la memoria colectiva relaciona la erección de la cruz con el aludido Pedro Gómez. De ser así, observamos como este vecino promueve un monumento religioso, con el sentido de obra pía, y con idéntica finalidad que otros muchos gallegos, antes y después que él, prefirieron mandar erigir cruceiros. No podemos entenderlo de otro modo si  nos fijamos en la semejanza de los términos empleados en las inscripciones fundacionales ("A devoción de...") de ambos tipos de monumentos.
Como vimos, el lugar de ubicación se denomina
O Cruceiro, topónimo con que se conoce en realidad todo el barrio. Pero en este lugar no hay ningún cruceiro propiamente dicho, ni hay memoria de que así haya sido alguna vez, al menos en tiempos más recientes. Muchas aldeas y parajes gallegos que llevan este topónimo poseen, por supuesto, un verdadero cruceiro. Pero ante esta modesta cruz de Baiña habremos de concluir que a causa de la ausencia de un crucifijo de mayores vuelos artísticos, los vecinos optaron por otorgarle´la categoría de cruceiro a la única obra que más se le asemejaba morfológicamente, y además, fuera erigida con el mismo fin.
Véase como se vea esta cruz de Baiña, todo en ella refleja veneración y respeto. Y esto debe ser así, pues aún poseyendo una humilde apariencia, a fin de cuentas, era la representación de la cruz donde muriera el Redentor por los pecados de los hombres, asegurando de este modo, con su sacrificio, la salvación eterna.
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