LA SEUDO-EGIPTOLOGÍA

 

 

 

LA SEUDO-EGIPTOLOGÍA, SUS

CARACTERÍSTICAS Y SU TEMÁTICA

 

por   JUAN JOSÉ CASTILLOS

 

Instituto Uruguayo de Egiptología

 

 

 

ENGLISH ABSTRACT - "Pseudo-Egyptology, its characteristics and subjects" by Juan José Castillos - Although it is impossible to encompass all the different non-academic approaches to ancient Egypt in one article, the author provides here a summary of the lines of thought and allegations of the better known ones, as a warning to laymen and students who may find them in books, lectures or in the internet.

 

 

 

Lo que un historiador profesional hace es considerar el total de la evidencia específica disponible sobre un determinado tema y compararla con toda la otra información relevante que exista sobre el mismo tema, para llegar a una conclusión racional que resista las críticas de otros historiadores que estudien el mismo material.

Es precisamente por esa razón que hay tanto acuerdo en general entre los historiadores en muchos temas, por lo menos tanto acuerdo como desacuerdo. Las discusiones entre historiadores están limitadas por lo que la evidencia les permite decir.

Quizás este asunto quede más claro usando una metáfora. Supongamos que los historiadores sean pintores figurativos que están sentados en lugares distantes uno de otro frente a una montaña.

La pintarán en distintos estilos y usando diferentes técnicas, verán esa montaña con una luz diferente de acuerdo al lugar desde donde la miran y la verán desde distintos ángulos. Podrán diferir también en algunos detalles de su aspecto y de sus características.

Pero todos estarán pintando una montaña. Si uno de ellos pinta un huevo frito o una locomotora, tenemos derecho a decir que están equivocados, cualquiera que sea la imagen que ha pintado, no es la montaña que se yergue frente a él.

Las posibilidades de legítima discrepancia y las variantes están limitadas por la evidencia que está frente a nuestros ojos.

Prof. Richard Evans

 

 

 

Todo lo que tiene que ver con la historia de la humanidad es hasta cierto punto opinable. Nuestro conocimiento del pasado es imperfecto, no sabemos todos los detalles de ningún acontecimiento, ni siquiera de los más recientes. Cuando nos remontamos miles de años atrás, las lagunas en nuestra información son mucho más grandes. No debe sorprendernos pues que se emitan y publiquen las más contradictorias opiniones sobre casi cualquier época o hecho histórico y de acuerdo a la habilidad del escritor de turno, se hagan populares y sean confundidas con conocimiento real y comprobable.

El problema es si deseamos aceptar esas invenciones a menudo imaginativas y caprichosas como expresión de una realidad pasada o si lo que queremos es acercarnos lo más que sea posible a dichos acontecimientos más o menos lejanos en el tiempo, apoyados en evidencia sólida que nos aporte cierta seguridad de que lo que decimos no se aparte mucho de esa realidad a la que nos queremos aproximar.

Es aquí donde la diferencia entre los aportes de ciencias como la arqueología, la antropología, la etnografía y similares, emitidos por reconocidos profesionales entrenados para recobrar evidencia concreta, interpretarla y publicarla, y todo eso otro que hallamos en aproximaciones al tema por parte de aficionados, se hace más notoria.

En el primer caso contamos con datos más fidedignos, que están siendo constantemente actualizados y revisados a la luz de los nuevos descubrimientos y metodologías que como en todo lo que concierne a la ciencia moderna, aportan conocimiento cada vez más confiable y que nos acerca cada vez más a esas pasadas realidades que procuramos recobrar.

En el segundo caso están todos esos productos de la imaginación y de la improvisación de algunos que nos pintan frecuentemente atractivos y deslumbrantes escenarios que seducen al público por su aparente racionalidad y verosimilitud, pero que no resisten ni el más mínimo examen riguroso que expone de inmediato la falta de base concreta y verificable de tales interpretaciones.

Hay quienes no buscan lo primero, que los aburre y desilusiona con sus cautelosas y parciales afirmaciones, y se contentan con lo segundo que parece satisfacer su necesidad de saber todo lo concerniente al pasado, sin molestas omisiones y dudas.

Lo que sigue está concebido para todos aquellos que deseen construir su visión de sucesos lejanos a nosotros en el tiempo basados en algo más sólido y confiable que el ingenio, la intuición o la imaginación.

 

Cuando ex-alumnos de un profesor se apartan de la metodología académicamente válida y a la que adhieren todos los profesionales de una determinada disciplina científica, no sólo esa desviación implica internarse en un callejón sin salida para quienes caen en ella, además del fracaso que invariablemente los aguarda por apartarse del camino que tanto conocimiento nuevo sólido y concreto ha aportado en los últimos siglos, sino que por reflejo es hasta cierto punto un fracaso para el docente que no supo o no pudo persuadir a sus alumnos acerca de cuál es el camino correcto para investigar y generar hechos e interpretaciones que resistan exitosamente la crítica natural, deseable y constructiva, de sus pares.

En el caso de la egiptología, he dedicado en los últimos veinte años una parte no desdeñable del contenido curricular del instituto donde cumplo funciones como docente, a advertir a varias generaciones de alumnos sobre las aproximaciones caprichosas y estériles que abundan en la periferia de nuestra disciplina por parte de personas en general ajenas al entorno académico o por parte de quienes a pesar de fingir regirse por un pretendido rigor científico, pasan de contrabando nociones ajenas a lo que se entiende por egiptología en las principales universidades que se ocupan de este tema.

Hoy en día es más difícil caer en tales engaños pues por medio de internet no consume mucho tiempo determinar el perfil cultural de cualquier persona, con lo que podemos obtener una medida de su confiabilidad como fuente de información sobre el antiguo Egipto.

Resulta bastante triste para un profesor, después de haber realizado algunos esfuerzos esclarecedores en su labor docente, ver que algunos de esos alumnos promueven y divulgan conceptos espurios y carentes de validez como si se tratara de conocimientos fidedignos, contribuyendo así a diseminar ignorancia disfrazada de ciencia.

En un intento para paliar esta situación y procurar persuadir a futuras generaciones de alumnos de la conveniencia y ventajas de ceñirnos a una metodología que ha demostrado ser tan fructífera para conocer mejor y comprender más cabalmente la civilización del antiguo Egipto faraónico, he concebido las siguientes páginas que a partir de este momento serán entregadas a los alumnos del instituto donde trabajo como docente, a modo de saludable advertencia sobre conceptos discutibles, sospechosos o llanamente inválidos que habitualmente se transmiten por los medios de difusión masiva y por libros o conferencias que tratan de hacer conocer tales nociones.

Para darle una difusión más amplia, he autorizado asimismo su publicación en una de nuestras páginas de internet, así quienes aun sin pertenecer a nuestro instituto, comparten nuestros puntos de vista y encuentran útil el contenido, puedan acceder al mismo.

La primera regla práctica que nos puede poner sobre aviso es indagar en cada caso acerca de los antecedentes del autor de todo libro o exposición sobre este tema que despierte nuestro interés.

Si se trata de una persona asociada estrechamente a departamentos o cátedras de egiptología de una o varias universidades conocidas y de buena reputación académica, podemos a priori esperar que los conceptos transmitidos sean por lo menos razonables.

Lo mismo puede decirse de especialistas que en forma más independiente, habitualmente publican trabajos de investigación en egiptología en revistas editadas por instituciones dependientes o vinculadas a tales universidades.

De no ser así, es aconsejable tomar todo lo que esos autores comuniquen con una dosis mayor a la habitual de espíritu crítico y compararlo con lo que se expresa en los manuales de egiptología más recientes. Si hay discrepancias, ello debería inducirnos a indagar más a fondo antes de aceptar lo expresado por tales autores.

El costo de los libros que se ocupan de temas especializados como el nuestro y que a partir de cierto nivel se han vuelto cada vez más caros, en parte por los reducidos tirajes, hace aconsejable la cautela al seleccionar nuestras adquisiciones.

Las aproximaciones desaconsejables que integran lo que denominamos la seudo-egiptología, tienen varios denominadores comunes que mencionaremos a continuación, aunque no pretendemos cubrir aquí todos los aspectos que en su infinita variedad ha concebido la imaginación humana sobre Egipto, para bien o para mal.

Algunos sostienen que las pirámides de Guiza y la Gran Esfinge no pudieron ser construidas por los egipcios y asignan tales monumentos a extraterrestres, a pueblos míticos como los atlantes o inventados como supuestas civilizaciones prefaraónicas de las que no ha quedado ningún rastro, o a un cuerpo sacerdotal que poseía poderes extraordinarios debidos a una sabiduría hermética que se mantenía en secreto y se transmitía sólo a sucesivas generaciones de iniciados cuidadosamente seleccionados. Sería una sabiduría perdida en la actualidad y que mediante el estudio de antiguos textos o por medio del descubrimiento de cámaras ocultas en Egipto podría revelarse nuevamente a la humanidad.

Demás está decir que indicios de la presencia extraterrestre en Egipto brillan por su ausencia en el registro arqueológico, así como la de atlantes u otros pueblos civilizadores y la tan mentada sabiduría milenaria no aparece por ningún lado que se la busque, más allá de textos antiguos que se manipulan o interpretan caprichosamente para hacerles decir lo que al autor de turno se le ocurra.

Alrededor de las pirámides de Guiza hay toda una ciudad funeraria de egipcios privilegiados que pudieron hacerse enterrar junto a sus reyes y los textos inscriptos en el interior de pirámides ligeramente posteriores nos brindan las explicaciones de porqué y para qué esas pirámides fueron construidas. Lamentablemente para los autores de la seudo-egiptología, ningún misterio hay ahí para apoyar sus peregrinas especulaciones.

Sobre las atribuciones caprichosas por parte de esotéricos de las pirámides de Guiza a épocas muy remotas, ocho o diez mil años atrás o aún más antiguas, una anécdota puede resultar muy ilustrativa.

Una alumna en clase recientemente me formuló la pregunta tan frecuente, motivada por todos esos libros poco confiables que se publican sobre este tema: ¿cómo pueden estar seguros los egiptólogos de que esas grandes pirámides pertenecen realmente al Antiguo Imperio egipcio y no a épocas anteriores?

Empecé contestándole que esos autores ocultan muy cuidadosamente las innumerables evidencias, arqueológicas y documentales, que ubican a esos monumentos firmemente y sin lugar a duda razonable, en ese período de la historia egipcia.

Pero para darle una idea más clara de cuán disparatadas son esas otras concepciones esotéricas, se me ocurrió darle el siguiente ejemplo: suponga que usted decide en la última etapa de su vida reunir una colección de fotografías suyas en que usted aparece sucesivamente como un bebé, como una niña pequeña, como una niña algo mayor, como una adolescente, etc., hasta las últimas fotos de usted como una venerable anciana y un día una amiga suya al ver esa serie le dice que no, que no está bien dispuesta, que la imagen suya a los 22 años de edad en realidad debería estar al principio de la secuencia, antes de usted como bebé.

No tengo dudas de que usted dudaría de la cordura de su amiga, pues bien, a fines de la primera mitad del siglo XX un egiptólogo, Reisner, escribió una obra clásica, "El desarrollo de la tumba egipcia hasta el acceso al trono de Keops" en que con todo detalle se describe la evolución de las tumbas egipcias desde el período predinástico hasta la Cuarta Dinastía, mostrando cada innovación arquitectónica en un cuadro evolutivo gradual, sin grandes saltos ni discontinuidades.

De modo que pretender sacar a las pirámides de Guiza o aún una sola de ellas fuera de ese contexto debería provocar la misma incredulidad que el ejemplo que acabo de dar, sin embargo, no ocurre así y algunas dudas todavía persisten en muchos, quizás por no tener claras todas estas cosas.

Se encuentran también en este tipo de literatura declaraciones tajantes de que algunas tumbas egipcias, hipogeos o hasta la Gran Pirámide de Guiza, no eran tales sino templos, que denominan "iniciáticos", en los que se llevarían a cabo ceremonias de variado tipo, siempre dentro del entorno de una sabiduría secreta que se ocultaba al pueblo y sólo era digna de unos pocos. Con ese enfoque se minimiza u oculta deliberadamente el contexto funerario de esos monumentos para hacer posible este tipo de interpretaciones fantasiosas, sin tener en cuenta en la mayoría de los casos lo inadecuado de esos recintos, hasta por razones prácticas, para los fines que se pretende asignarles.

Del mismo modo, esos autores niegan la función funeraria de textos como el Libro de los Muertos y les asignan una finalidad secreta, algo así como manuales de iniciación para ser usados por los egipcios en vida, antes de ser iniciados en los misterios, perdiendo de vista o negando caprichosamente, el contenido preciso y detallado de tales textos que se refieren al mundo de ultratumba y los peligros que el alma podría encontrar allí.

Hay también quienes sostienen que la gran pirámide de Guiza fue construida con bloques de piedra sintética, no de caliza natural que abundaba en las canteras vecinas, o que dicho monumento no fue la tumba de un gran rey-dios sino que cumplía funciones de bomba hidráulica para la irrigación del país o hasta de una central eléctrica primitiva.

No hay ni el más mínimo elemento concreto de prueba para esas teorías (excepto los inventados, como que se han hallado pelos y otros objetos en el interior de bloques de la Gran Pirámide, pero que se mencionan y usan sin poder jamás presentarlos para su inspección por geólogos u otros expertos competentes) y quienes las sustentan han perdido de vista el hecho que la evolución tecnológica de la humanidad antes del siglo XX se produjo lenta y gradualmente, sin saltos caprichosos, y así como nadie ha podido mostrar representaciones o algún tipo de evidencia de cazadores prehistóricos usando armas de fuego o de aldeanos neolíticos usando tractores para su trabajo agrícola, tales interpretaciones descabelladas son inaceptables y lejos de explicar nada, se limitan a introducir elementos fantásticos en lo que deberían ser estudios sobrios, racionales y verosímiles de nuestro pasado.

Es curioso que casi todos estos autores para ganar credibilidad empiezan por negar validez a las teorías de otros, así por ejemplo antes de hablar de poderes sobrehumanos de sacerdotes, ridiculizan la creencia en atlantes o extraterrestres en Egipto o si van a defender estas últimas, niegan que los sacerdotes egipcios tuvieran tales poderes, a menos que se los hubieran otorgado los extraterrestres, y así sucesivamente, sin darse cuenta que negar un disparate para después afirmar otro similar o mayor, no los salva del ridículo. No son infrecuentes, por otro lado, en esos libros las citas de datos falsos o deliberadamante deformados para aparecer como confirmación de sus ideas y acusaciones genéricas contra la censura que la ortodoxia académica hace de sus teorías, con lo que intentan cubrirse con el manto de mártires perseguidos e ignorados, como si fueran modernas encarnaciones de Copérnico o Galileo.

Así, hay escritores de ficción histórica que intentando recrear antiguas civilizaciones, y al mismo tiempo hacer propaganda para estas fraternidades y sus peregrinas ideas, dicen en entrevistas a los medios de prensa que los antiguos egipcios practicaban operaciones de cáncer, que los historiadores modernos no entienden nada del antiguo Egipto y mezclan períodos separados por miles de años como si fueran el mismo y similares disparates que proclaman con total desenfado, de modo que tratando de hacer un favor a la masonería y similares fraternidades, dan una muy pobre imagen, peor aún que la verdadera, acerca del cúmulo de concepciones inventadas o erradas que se manejan en esos ambientes. Podríamos decir que con tales amigos, no se necesitan enemigos.

Quienes todavía hoy sostienen que la civilización egipcia no fue autóctona sino que surgió por la invasión y los aportes de algún otro pueblo, se estrellan contra la evidencia arqueológica de las últimas décadas que muestra una evolución gradual y progresiva del pueblo egipcio prehistórico que culminó con la Primera Dinastía y la aparición de la monarquía faraónica.

Otros autores intentan resucitar el obsoleto concepto de "raza" para tratar de probar que los antiguos egipcios eran un pueblo étnicamente homogéneo, lo que podríamos llamar de tipo negroide, subrayando la multiplicidad de variantes en tal descripción de los habitantes del África moderna subsahariana y otros tantos pretenden que la homogeneidad es de otro tipo, que podríamos llamar caucásico o de raza blanca, producto de una invasión proveniente de Asia que afectó por lo menos a los sectores dominantes del pueblo egipcio prehistórico.

Ambas nociones son herederas de las perimidas concepciones racistas que tanto daño le han causado a la humanidad y ambas ignoran el registro antropológico del Egipto prehistórico que siempre indicó una población africana pero muy mezclada en sus componentes, ya desde muy temprano, incorporando grupos negros del sur y otros de tipo mediterráneo provenientes de lo que hoy es el Sahara y del norte de África.

En el antiguo Egipto faraónico pues había negros, gente de piel clara y todos los tipos intermedios, lo que es corroborado por las pinturas y las esculturas de todas las épocas. Sólo cuando se recurre a la falsificación, tal como hacían Diop y sus imitadores en sus publicaciones, de corregir el color de la piel de los egipcios en esas pinturas para hacerlos parecer todos negros, se puede argumentar la tesis homogénea que ningún egiptólogo profesional hoy acepta.

Quienes, por otra parte, afirman que había una ciencia secreta que posibilitó muchos de los logros del Egipto faraónico, sólo pueden esgrimir antiguos textos de la antigüedad clásica grecorromana o documentos egipcios anteriores, a los que dan un sentido caprichoso, poniendo en duda la exactitud de las traducciones que los egiptólogos hacen de tales textos.

Sin embargo ni una sola de esas interpretaciones ha conducido a descubrimientos concretos que enriquezcan los aportes de la arqueología moderna, como sería de esperar si realmente se tratara de un saber perdido que se estaría recuperando.

Al contrario, cada nueva publicación esotérica lejos de aclarar dudas y brindar cosas concretas, solamente se limita a señalar nuevos misterios y cree descubrir nuevos indicios que al final no hacen más que ahondar la ignorancia y las incertidumbres de quienes se internan en esos estériles laberintos discursivos, aunque debo reconocer que muchos se sienten muy satisfechos con tal estado de cosas y lo difunden con entusiasmo.

Así, uno de los más famosos defensores de tales aproximaciones al pasado de Egipto, Edgar Cayce, predijo que a fines del siglo XX se efectuarían descubrimientos portentosos que probarían la exactitud de esas teorías, pero lamentablemente para sus discípulos, los esperados hallazgos (por ejemplo, del famoso Salón o Cámara de los Archivos o Hall of Records) no se produjeron.

Otro impostura muy común entre los esotéricos es tratar de hacer remontar por cualquier medio, y sin ningún escrúpulo, sus creencias modernas a un pasado remoto, por ejemplo, tratar de llevar la alquimia en la que creen, con su búsqueda de la "Gran Obra", etc., mediante la manipulación de minerales y metales, a civilizaciones como la egipcia faraónica, con lo que a sabiendas escamotean el hecho que todas esas citas y ejemplos faraónicos que dan se referían a la obtención de materiales utilitarios, de uso práctico, lo que podríamos llamar una "química" primitiva, no alquimia alguna.

Esta gente especula con la ignorancia de mucha gente que no sabe que si bien los químicos modernos reconocen que la alquimia grecorromana y posterior, aunque fracasó de plano siempre en su famosa "Gran Obra", llevó al descubrimiento de muchas sustancias y al desarrollo de la química más tarde, pretender hacer de los egipcios faráonicos en épocas remotas como cultivadores de la alquimia tal como los esotéricos la conciben, es un disparate histórico que no está avalado clara e indudablemente por ningún texto o imagen faraónica antes de la época grecorromana.

Entre otras cosas, puede resultar hasta ridículo imaginar a los antiguos egipcios tratando de transmutar metales comunes en oro cuando ese metal jamás les faltó proveniente de sus minas o del comercio con las poblaciones del Sudán actual. Sería tan absurdo como imaginar a árabes sauditas hoy tratando de fabricar petróleo sintético o a sudafricanos fabricando diamantes sintéticos.

Debemos agregar además que afirmaciones que encontramos en la literatura esotérica, de que no hay razón para negar, a no ser por prejuicio, que los antiguos egipcios pudieran haber estado tan avanzados como para cultivar la alquimia ya desde los orígenes de esa civilización, resultan igualmente absurdas pues el prejuicio reside realmente en suponer que la alquimia es algo avanzado o significativo, ya que el fracaso de generaciones de alquimistas en lograr nada útil y comprobable ha demostrado a lo largo de muchos siglos la esterilidad de tales tareas.

A lo sumo, como tantas otras vías de "sabiduría" esotérica, les permite a unos pocos sentirse miembros de una elite y en conocimiento de cosas vedadas a la mayoría de la gente, aunque esa supuesta "sabiduría" no sea más que verborrea vacía para hacer sentirse mejor y superiores a personas quizás incapaces de obtener logros reales y concretos en sus vidas.

Otra forma engañosa de presentarse algunos esotéricos vergonzantes, que pretenden posar de "egiptólogos", es acusar a los egiptólogos profesionales de dedicarse a "coleccionar y a catalogar piedras" e ignorar lo que llaman "el rescate del alma egipcia", acusándolos también de "materialistas históricos" por no compartir sus vuelos místicos. Lo que ocultan cuidadosamente es que TODOS los datos fidedignos y la información que manejan y manipulan sobre el antiguo Egipto han sido obtenidos por los egiptólogos profesionales, que tan ligeramente difaman, usando metodologías que ellos ignoran, atacan y minimizan.

Además, como decíamos más arriba, EL DESCUBRIMIENTO DE NI UN SÓLO MONUMENTO O HECHO CONCRETO COMPROBABLE de la moderna arqueología egipcia se debe a sus inspiraciones místicas o las de sus "maestros", lo que indudablemente les duele y muestra la esterilidad básica de sus divagaciones.

Alaban exageradamente a algunos egiptólogos de cien o doscientos años atrás, porque parecen alentar algunas de sus teorías, sin comprender que mucho de lo que decían esos pioneros hoy es lamentablemente obsoleto, y al recurrir a ellos en esos puntos débiles que ya casi nadie hoy menciona, se asemejan a alguien que todavía creyera que la tierra es plana o que el sol gira alrededor de la tierra y procurara apoyarse en autores antiguos para seguir afirmando tales disparates.

Otro truco de algunos esotéricos para reafirmar sus peregrinas creencias místicas reclutando indebidamente a los pobres antiguos egipcios para tal menester, es referirse a las posibles transformaciones a que los muertos en el antiguo Egipto podían someterse para evitar peligros o para obtener algún beneficio en el más allá y llamarlas "transformaciones alquímicas" o una supuesta "potencia alquímica de mutación", como si la alquimia hubiera sido practicada en el Egipto faraónico y como si esas transformaciones pudieran describirse de ese modo, con lo que logran engañar a quienes no tienen claras estas cosas, abusando de su buena fe.

Con frases traídas de los pelos de textos egipcios antiguos, pretenden aún que hasta los vivientes podían tener tales poderes, usando frases como la de un faraón proclamando que "cuando amaneció, yo ya estaba sobre él (el rey enemigo) como un halcón" como si se tratara de una transformación real y no de un recurso retórico comparando el ataque de una de esas aves rapaces con el súbito y eficaz ataque del rey al frente de su ejército.

Interpretaciones caprichosas y a menudo anacrónicas parecen ser la metodología de toda este gente para quienes el antiguo Egipto les interesa meramente como vehículo para aparecer avalando sus propias invenciones más o menos modernas.

Para comprender toda esta mitología que ha surgido en torno al antiguo Egipto faraónico, que curiosamente no se ha dado de la misma forma para otras civilizaciones, como la china, mesopotámica o inca, por ejemplo, debemos tomar en cuenta varios hechos y situaciones.

En primer lugar, la cercanía de Egipto a la antigua Grecia y su condición de provincia del imperio romano, lo que estimuló a numerosos escritores clásicos a narrar lo que consideraban maravilloso de ese país y su milenaria cultura, dando amplia difusión a esos relatos.

Por otro lado, las innumerables inscripciones jeroglíficas que decoraban las paredes de los templos y tumbas, que al haberse perdido su significado desde el siglo IV, cuando se proscribió al paganismo en Egipto, dio lugar a diversas conjeturas e interpretaciones fantasiosas.

En casos como el de Mesopotamia, al haber sido allí los monumentos construidos mayormente de arcilla y estar en ruinas casi todos, no había el mismo mudo testimonio de enormes construcciones cubiertas de textos enigmáticos.

Otros lugares como China o Perú o carecían de esos antiguos textos misteriosos y aparentemente indescifrables o estuvieron fuera de la curiosidad de viajeros occidentales durante muchos siglos.

Cuando el llamado Renacimiento europeo mostró un renovado interés en la antigüedad clásica, los comentarios reverentes de los escritores de esa época acerca del antiguo Egipto y el velo de misterio que cubría a esa civilización, alentó todo tipo de teorías y leyendas que nadie en ese momento podía desvirtuar. De este modo, surgió el mito de una sabiduría extraordinaria del Egipto faraónico que se difundió sin oposición y ha llegado hasta nuestros días como parte de las enseñanzas de fraternidades místicas, a pesar de haber Champollión ya en 1822 levantado el velo que ocultaba el significado real de los antiguos textos jeroglíficos, disipando el halo de misterio que los rodeaba.

No obstante, los perseverantes místicos modernos no se dan por vencidos y argumentan que los egiptólogos están equivocados y que no han sabido captar la verdadera y oculta sabiduría de los jeroglíficos, lo que los acerca cada día más a esa clase de autores excéntricos que creen ver significados ocultos o mensajes cifrados en la Biblia o hasta en textos más modernos, todo lo que debilita su credibilidad pues las traducciones de los egiptólogos han permitido descubrimientos portentosos y muestran, más allá de las ocasionales dificultades de interpretación, una admirable coherencia y armonía interna hasta el punto que para un filólogo hoy en día traducir un texto egipcio antiguo es sólo un poco más difícil que para un clasicista traducir e interpretar una inscripción antigua en griego o latín.

En lo que respecta a las tecnologías del Egipto faraónico similares o superiores a la actual, y a pesar de los tesoneros esfuerzos de los defensores de estas teorías, nada se ha descubierto en Egipto que pueda sustentarlas. Más bien, los descubrimientos y los ensayos efectuados por los egiptólogos y sus colaboradores han reivindicado el uso de sencillos procedimientos para explicar aspectos de la antigua tecnología del Valle del Nilo.

Desde hace mucho tiempo los escritores ocultistas han señalado la imposibilidad de lograr los resultados que se aprecian en los monumentos de Egipto, muchos de ellos construidos usando piedras duras como el granito, usando herramientas de piedra o de cobre, un metal relativamente blando. Los egipcios deberían pues haber conocido procedimientos desconocidos hoy para endurecer el cobre o quizás herramientas con la dureza del diamante o superior.

Los egiptólogos hasta hace poco no podían oponer a estos razonamientos alternativas válidas y concretas y recomendaban, como siempre, cautela y paciencia, en la confianza de que futuros descubrimientos aclararían tales dudas dentro de un marco razonable de desarrollo técnico tal como la arqueología ha revelado.

Recientemente un grupo de ingenieros demostró que bloques de granito podían ser cortados con gran facilidad y trabajados de muchas maneras utilizando herramientas de cobre pero con el agregado de arena como abrasivo y verdadero agente cortante, lo que eliminó la necesidad de tecnologías avanzadas o desconocidas para explicar determinadas características de monumentos de Egipto.

El ejemplo del grupo de ingenieros que encontró una forma sencilla de trabajar piedras duras nos ilustra acerca de otro tópico de lo que podríamos llamar también seudo-egiptología. Me refiero a los esfuerzos bien intencionados de mucha gente para hallar respuestas a interrogantes parecidas y que luego en vez de presentar sus resultados como una de varias posibles soluciones a un determinado problema, publican el fruto de sus trabajos como si tales respuestas fueran sin lugar a duda los procedimientos empleados por los antiguos egipcios, confundiendo así una mera posibilidad con una certidumbre, que solamente puede llegar a serlo si se descubren textos o representaciones gráficas antiguas que así lo indiquen.

A la pretendida imposibilidad de los egipcios para poder mover estatuas colosales u obeliscos con los sencillos medios de transporte que la arqueología académica ha revelado, los propios egipcios respondieron mediante representaciones en bajorrelieve en templos y tumbas en las que gráficamente nos mostraban la forma en que lo hacían, en el primer caso por medio del uso de grandes trineos de madera y tracción humana y en el segundo, con el uso de grandes barcazas construidas para tal propósito.

Otros autores extraen conclusiones indebidas de las coincidencias accidentales que existen entre monumentos de forma aproximadamente similar en lugares del mundo muy distantes uno del otro, por ejemplo, entre las pirámides de la América Precolombina y las de Egipto o los ziggurats de Mesopotamia, para deducir de ello una relación estrecha directa entre las civilizaciones que los produjeron, sin tener en cuenta que la forma geométrica piramidal es un diseño simple que recrea una elevación del terreno y no tiene porqué necesariamente ser copiada en vez de haber sido concebida independientemente.

Un error parecido cometen quienes creen ver paralelismos entre construcciones humanas y astros en el cielo, que para ser creíbles tienen que responder a una intención explícita y documentada de los antiguos arquitectos y no a un simple vuelo de la imaginación de algún observador moderno.

La cronología del antiguo Egipto está establecida en base a una serie de consideraciones históricas, arqueológicas, astronómicas y científicas de diversa índole y mantiene todavía algunas incertidumbres de detalle.

Esta situación ha llevado a algunos autores a sugerir la introducción de más o menos drásticos cambios en la misma, moviendo determinados acontecimientos varios siglos, y en algún caso varios milenios, en uno u otro sentido del marco aceptado por la egiptología moderna.

En cada uno de esos casos, no sólo han sido incapaces dichos autores (R. Schoch en el caso más extremo y I. Velikovsky y D. Rohl en el más reducido son los ejemplos más notorios) de probar la veracidad de sus afirmaciones, sino que a poco de escarbar en sus motivaciones surgen prejuicios de tipo religioso o étnico u otros que los han llevado a sugerir cambios radicales que los egiptólogos profesionales han considerado injustificados e inaceptables.

Como en casi todos estos casos, poco tiempo después cada uno de esos autores publicaron otras teorías aún más disparatadas o resucitaron concepciones obsoletas, con lo que inconscientemente subrayaron su falta de idoneidad y competencia para investigar el pasado de Egipto.

Finalmente, mencionaré brevemente dos tipos de afirmaciones diferentes referidas al antiguo Egipto, pues ya están muy desprestigiadas o son de escasa difusión.

Me refiero en primer término a una secta de adoradores de los antiguos dioses de la época faraónica, los Keméticos, que están principalmente radicados en los Estados Unidos de Norteamérica y que son habitualmente responsables de las extrañas ceremonias que a veces los turistas en Egipto presencian en los templos y tumbas del país. Yo mismo ignoraba su existencia hasta que conocí a una chica norteamericana quien me comentó que tal grupo de gente realmente existía y ante mi incredulidad y dificultad para tomarlo seriamente, se ofendió y me indicó que la Gran Madre Isis había salvado su vida en una ocasión y que no podía aceptar que no respetara sus creencias. Me apresuré a disculparme y a tomar nota del hecho, que ahora incorporo a esta lista de usos insólitos o excéntricos del antiguo Egipto en pleno tercer milenio.

En el caso de Uruguay se conoce el caso de una persona que construyó una pirámide en un balneario situado a cierta distancia de Montevideo donde ofrece tratamientos para varios tipos de dolencias, inventó una clase de meditación que atribuye al antiguo Egipto llamada Dabraká, fundó un instituto al que denominó Nefrú y hasta practica una danza peculiar que llama "Del Árbol" que hace remontar también al antiguo Egipto. Por fortuna, pudimos determinar que no se define a sí mismo como "egiptólogo", lo que es ya un gran consuelo.

El segundo tema es el de la maldición de los faraones, que de tener alguna efectividad real habría ya causado la muerte de millones de turistas que todos los años cometen el sacrilegio de penetrar en las tumbas del antiguo Egipto, pero como muy poca gente hoy en día lo toma en serio, no le dedicaremos mayor espacio.

Es lamentable que ciertos autores y también fuentes que parecen ser de divulgación egiptológica seria incluyan en sus contenidos y en sus publicaciones afirmaciones como las que vimos más arriba, que son ideas que casi nadie comparte en la egiptología académica, que son a menudo el producto de autores atrevidos e incompetentes (por lo menos, en egiptología) como Bernal y su Black Athena, donde difunden como conocimiento nuevo interpretaciones sin fundamento real alguno, las que reciben apoyo solamente de grupos interesados tales como esotéricos, ocultistas, afrocentristas y similares, que no están interesados en la verdad histórica sino en satisfacer sus prejuicios y creencias infundadas.

Igualmente lamentable es la actitud de los medios de difusión masiva, que al estar interesados mayormente en noticias impactantes, sin importar que sean o no la expresión de la realidad histórica tal como la conocemos, difunden esas interpretaciones y contribuyen a perpetuar mitos.

La imaginación humana no tiene límites, por lo tanto no espero haber agotado la múltiple variedad de aproximaciones excéntricas al antiguo Egipto, pero sí considero que las que he mencionado son las más conocidas y conviene estar prevenido en el caso de encontrarnos con cualquiera de ellas que pretenda presentarse como egiptología.

 

 

 

APROPIACIONES INDEBIDAS DEL PASADO

"Una de las cosas fascinantes de la arqueología es que cada año otro grupo o individuo sin entrenamiento o conocimiento crítico de esta disciplina, se siente autorizado a emitir opiniones que llegan a programas populares de la televisión pero escandalizan y desalientan a los arqueólogos profesionales. Nosotros ni soñaríamos en marchar hacia terrenos como los de la ingeniería o la neurocirugía y manifestar haber hallado la solución a problemas que desconciertan a quienes investigan en esas disciplinas. Libros sobre continentes perdidos, sobre la Atlántida, sobre la adoración prehistórica de diosas, llegan a mucho mayor número de personas que nada de lo publicado por los arqueólogos profesionales. El pasado resulta así apropiado, nos guste o no, y deberíamos movilizarnos en favor de la racionalidad y de lo que sabemos y podemos demostrar sobre el pasado".

Robert Chapman, "Archaeologies of complexity", London, 2003, 9.

 

 

 

BIBLIOGRAFÍA

 

 

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