LA
PRIMERA GUERRA MUNDIAL
No fueron muchos
los políticos europeos de su época para quienes la guerra resultó
no solamente tan poco inesperada, sino también tan clara en sus
características principales. Por el contrario, Churchill fue uno de
aquellos que más contribuyeron a que Gran Bretaña estuviera
preparada al comenzar el conflicto. Después de la crisis de Agadir,
cuando Guillermo II envió a ese lugar al crucero Panther
para apoyar las pretensiones alemanas sobre Marruecos, la preparación
de Inglaterra para la guerra se convirtió en el pensamiento
dominante de Churchill. En octubre de 1911, Asquith lo trasladó de
los asuntos del interior a la marina y, como Primer Lord del
Almirantazgo, Churchill abordó con gran ímpetu la tarea que se le
había confiado de "poner a la flota en estado de inmediata y
constante preparación para la guerra en caso de un ataque por parte
de Alemania".
Superando tenaces
antagonismos, en los niveles superiores de la marina británica, creó
un Estado Mayor de la marina con el fin de modernizar y dar mayor
eficiencia al arma en la cual se basaba la fuerza militar, de Gran
Bretaña, y asegurar además su coordinación con el ejército.
Inició una estrecha colaboración con Fisher, que fue Primer Lord
del Mar entre 1904 y 1910, y aseguró la promoción a los grados máximos
de dirección de la flota, a John Jelli-coe, el almirante de la
batalla de Jutlandia. Demostrando esa: gran pasión -que lo
distinguirá siempre- por todas las innovaciones técnicas y por su
aplicación a la guerra, sustituyó el vapor por la nafta para la
impulsión de 1as naves e hizo firmar por el gobierno un acuerdo con
la Anglo-Persian-Oil-Company por el cual ésta reservaba a la marina
de guerra británica la exclusividad de la producción de petróleo
en tiempo de guerra.
Cuando los balazos
de Sarajevo y luego el ultimátum austriaco a Servia
provocaron la reacción en cadena de los pactos políticos y
militares que unían y dividían a las grandes potencias europeas,
Churchill, junto con el ministro del Exterior Grey, presionó, en el
gabinete de Asquith, al ala menos inclinada a los compromisos y más
favorable a renunciar a la alianza con Francia. El mismo Churchill
definió su actitud en las semanas anteriores al 3 de agoto de 1914
como "muy belicosa". Se puede agregar sin rodeos que, en
lo concerniente a su autoridad de Primer Lord del Almirantazgo, hizo
todo lo posible por poner al gobierno inglés frente al hecho
consumado de la movilización general de la marina; por iniciativa
suya, el 28 de julio la flota se dirigió a sus bases de guerra y el
2 de agosto se dio la orden de movilización general. El resultado
de toda esta actividad fue que la flota inglesa se halló preparada
para el comienzo de las hostilidades y Alemania no pudo utilizar en
el mar el factor sorpresa del que se había beneficiado ampliamente
en las operaciones terrestres. Sin embargo, pese a todo lo que
anticipó y preparó para esta prueba, y de que previó en muchos
aspectos algunas de sus características fundamentales, la primera
guerra mundial no fue la guerra de Churchill.
El hecho es que
Churchill en el curso de la primera guerra mundial, no tuvo
ocasiones o poderes suficientes para dirigirla de modo adecuado a
las características que consideraba como las esenciales de la
guerra moderna y en relación con las necesidades y posibilidades
estratégicas del Imperio inglés. Churchill pensaba que la entrada
de Gran Bretaña habría debido operar como un imponente catalizador
de fuerzas, capaz de concentrar de inmediato en el plano político y
militar, contra la colisión de los imperios centrales, la gran
superioridad que tenía todavía Inglaterra como potencia naval,
industrial y política. La consecuencia de esta concepción de la
guerra no era solamente la necesidad de destruir la amenaza de la
flota alemana. Significaba también arrancar de las manos de los
imperios centrales, en particular de Alemania, la iniciativa
militar, enfrentando activamente la ofensiva de los mismos en los
frentes terrestres, occidental y oriental, y aplicando una
estrategia que sellara la colaboración entre los aliados
occidentales y Rusia, e indujera a las potencias medias y pequeñas
-todavía neutrales- a alinearse junto a la Triple Entente.
Pero la primera
guerra mundial no presentó ninguna de las características que
anhelaba Churchill. Si bien la fuerza naval de Gran Bretaña tuvo
una influencia decisiva sobre el conflicto, al bloquear el
continente e impedir la llegada de suministros a Alemania, la Home
Fleet** no logró nunca el objetivo de destruir
la armada creada por von Tirpitz. La guerra se estabilizó en los
frentes terrestres y se perfiló como una guerra de desgaste.
Solamente a la larga la fuerza de Inglaterra pudo desempeñar un
papel determinante.
Churchill trató de
todas maneras de sustraerse a este destino. Concibió los proyectos
bélicos más fantasiosos, pero ninguno de ellos se realizó, al
menos momentáneamente. En cambio, protagonizó dos episodios que
respondieron tanto a esta concepción suya de la guerra como
contribuyeron a un largo eclipse de su fortuna política: la
resistencia de la fortaleza de Amberes y la tentativa de forzar el
estrecho de los Dardanelos.
La fortaleza de
Amberes era una posición clave del alineamiento defensivo
franco-anglo-belga que trataba de resistir la maniobra envolvente
iniciada por las tropas alemanas en el verano de 1914. De la
resistencia que los belgas opusieran allí dependía, no sólo la
solidez de todo el frente, sino también la posibilidad de mantener
despejada la costa y permitir, por lo tanto, la llegada de los
refuerzos ingleses.
Cuando los belgas
estaban por capitular, sitiados ya por el avance de las tropas
alemanas, Churchill se hizo enviar, el 3 de octubre de 1914, al
lugar en el que se encontraba el gobierno, con el fin de reanimar el
espíritu de resistencia de los belgas.
Usó todos los
medios a su alcance y hasta pidió permiso al gobierno inglés paa
abandonar su cargo en el Almirantazgo para poder asumir la dirección
de las operaciones militares. Logró postergar por algunos días la
decisión de evacuar la fortaleza, pero no pudo impedirla.
Más grave y más
significativa aún fue el fracaso de Churchill en la acción
de los Dardanelos. El objetivo que perseguía Churchill era bastante
claro: se trataba, en primer lugar, de establecer un contacto y una
colaboración directa con los rusos, para transformar en una ventaja
la estrategia de "líneas internas" adoptada por los
imperios centrales. Pero de 1as dos posibilidades que se abrían en
este sentido -una acción en el Báltico que hiciese salir a la
flota alemana de los puertos donde se había refugiado, o una
empresa en los Dardanelos que amenazara al Imperio Otomano y
permitiese enviar por esta vía refuerzos al ejército ruso,
gravemente afectado por los golpes de Hindenburg- Churchill eligió
resueltamente la segunda. En verdad, ésta ofrecía la ventaja de
unir el logro del objetivo militar principal con el fin político de
acelerar un vuelco favorable a la Entente en la constelación
mediterránea y balcánica. La intervención de Italia contra
Austria, y de Bulgaria contra los turcos habrían sido sus
consecuencias necesarias, a la par que se hubiera debilitado de
manera definitiva la solidez del Imperio Otomano.
Si bien la concepción
político-estratégica de la empresa era clara, su ejecución en
cambio, fue confusa y contradictoria. Se comenzó por confiarla a
las fuerzas terrestres, sólo apoyadas paralelamente por la marina,
pero luego se asignó su realización únicamente a esta última,
porque el frente occidental absorbía todas las divisiones
disponibles. Por añadidura, Lord Fisher, a quien Churchill -poco
antes del comienzo de la guerra- había nombrado Primer Lord del
Mar, no ocultaba su resistencia a embarcarse en esa empresa y su
clara preferencia por una acción en el Báltico que pudiera
provocar un encuentro, en mar abierto, con la flota alemana. Sea
como fuere, el ataque a los fuertes exteriores de los Dardanelos
comenzó el 19 de febrero de 1915 y fue realizado por una escuadra
inglesa compuesta por navíos de viejo tipo, dotados de artillería
pesada y apoyados por una división naval francesa. Después de dos
semanas, los fuertes exteriores de los Dardanelos quedaron reducidos
a silencio; pero se produjeron nuevas vacilaciones al efectuar el
dragado de las minas y al proceder a atacar los fuertes intermedios
e internos. El 18 de marzo, cuando catorce navíos ingleses y cuatro
franceses realizaron el ataque definitivo, los turcos habían
reforzado sus defensas y respondieron al cañoneo naval con un fuego
nutrido. Los fuertes turcos fueron semidestruidos, pero un acorazado
francés y dos cruceros ingleses fueron echados a pique. Frente a la
incertidumbre que se produjo en el comando de la flota del Mediterráneo,
así como a la divergencia entre Churchill -favorable a la
continuación del bombardeo- y Fisher -inclinado a no utilizar la
marina-, el Primer Ministro Asquith se decidió por esto último.
Las tropas anglofrancesas desembarcaron en la península de Gallípoli
el 15 de abril, pero, debieron mantenerse en posiciones defensivas y
se desangraron al rechazar una contraofensiva que los turcos habían
podido preparar cómodamente. La empresa que hubiera debido imprimir
un nuevo curso a la guerra terminó así, en la apertura de
un nuevo frente, estático y terrestre. No se estableció contacto
con Rusia. Italia firmó el pacto de Londres y entró en la guerra
junto a la Entente, pero Bulgaria selló una alianza con los
imperios centrales.
La dimisión de
Fisher como Primer Lord del Mar no fue más que la última gota que
hizo desbordar el vaso ya colmado de ira contra Churchill. El
gabinete de unidad nacional que incluyó -esta vez- también a los
conservadores, se formó en mayo de 1915 y siempre bajo la dirección
de Asquith, relegó a Churchill al cargo puramente decorativo de
canciller del ducado de Lancaster, mientras que el líder
conservador Balfour lo reemplazó en el Almirantazgo. A los pocos
meses Churchill renunció también al nuevo cargo y se trasladó al
frente francés para comandar en las trincheras un batallón de
infantería. Hasta 1917 no volvió a formar parte de un ministerio.
Fue Lloyd George quien lo llamó al gobierno que presidía y lo
nombró ministro de Armamentos; finalmente vio en acción a los tanques
que había hecho proyectar hacía algunos años, y desahogando su
dinamismo voló casi cotidianamente al frente experimentando
incidentes de todo género, y logrando ser uno de los artífices de
la victoria inglesa. Pero su peso en la dirección de la guerra no
se hizo sentir de modo considerable.
**
Flota asignada a la defensa de las Islas británicas.
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