La Mano y la Escritura I

La selva pudre el poema fallido,
la metafora muerta de una orquidea.
Menos que folis donde el humus,
el penacho irisado,
el plumbeo pectoral de los faisanes.
Llovizna el sol sin leer los ineditos
que por miles se apelmazan en el lodo.
La selva incuba la nauyaca,
al escorpion repulso,
cubre los huesos de las bestias
con microscopicas esporas y helechos gigantescos.
Pero la selva se repite,
protege con sus hojas la escritura,
los goces de la Alquimia:
pueblos antiguos,
dioses antiguos
en copula sagrada
con la raiz que los derrumba.

Ramon Ivan Suarez Cammal

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