EL OCIO O LA DESTRUCCION DEL GUERRERO

Por F.S.B.

No quisiera con este escrito mejorar lo que ya otros, de mejor manera, han descrito desde un punto de vista tradicional. Es éste una simple reflexión, como casi todo lo que escribimos, pues no hay nada nuevo que inventar. Sin duda que el mundo moderno en que vivimos no deja a nadie indiferente, y, menos aún, no deja nadie limpio de contaminación física o anímica. Pero aquellos que queremos ser luchadores, a pesar de que parezca que todo está perdido y ya no vale la pena luchar por nada, debemos estar alerta. Esta alerta consciente puede mantenerse durante ciertos momentos, pero no puede mantenerse una alerta consciente sin que afecte a la psicología y, por lo tanto, al normal funcionamiento de la persona. De nada vale ser consciente de la necesidad de una alerta constante si eso nos va a volver locos. Por eso, lo que se requiere es “un cambio de sistema” interno. Ya no valen los modos clasicos de lucha y, por tanto, de alerta ante los peligros del enemigo. Cambiaron las formas de guerra, cambiaron los peligros y, también, el enemigo cambió, al menos en su forma. Se requiere pues un nuevo procedimiento que tampoco es nuevo pero que sí que ha estado ausente de la clásica manera de ser del luchador occidental, en los últimos siglos. Se ha vivido hasta ahora de una forma muy sencilla, muy limpia, sin complicaciones. Al hombre le bastaba con la palabra y el puño para casi todo. Pero todo eso ya ha desaparecido de repente. Y lo que se requiere no es un cambio de esencia sino un cambio en algunas formas para poder sobrevivir sin dejar de ser nosotros mismos como occidentales, como europeos. Sin abandonar, ni mucho menos, el interés y la lucha externa, que no es otra cosa en el fondo que la unión con nuestros iguales, debemos adentrarnos en nuestro interior. Se trata de caminar en busca de nuestro Ser. Este camino nunca ha sido ajeno al europeo, pero éste sí que ha ido alejándose de aquél en los últimos siglos, llegando al momento actual, sin venir a cuento ahora el cómo y el porqué. Debemos partir de este precepto para dar a entender que ya no sirven ni los escudos ni los sistemas de luchas personales en el mundo de hoy ni del que viene. A partir de ahora hemos de entender que el escudo y toda la fuerza reside en nuestro interior. Cualquier postura o situación podrá ser nuestro escudo, cualquier objeto o herramienta podrá ser nuestra arma de combate. Pero ahora bien, si en el pasado la disciplina fue ya extremadamente necesaria para el guerrero, el futuro se muestra mucho más cruel para los nuevos guerreros, sobre todo para aquellos que quieran comenzar, pues el inicio será muy escabroso y desagradecido. Será muy difícil llegar a contactar con el Ser interior que da fuerza y seguridad permanente. Pero aquel que llegue ya no necesitará nada más. Este será el reto y el misterio de los nuevos guerreros. Quien vaya adentrándose en ese camino, irá arreglando su vida para que el Ser se vaya manifestando libremente através de su persona. Irá cambiando su forma de vivir, su casa, sus costumbres, sus acompañantes, y toda su vida. Pero antes de empezar a entender más allá de lo meramente intelectual, se encontrará, entre otros muchos, con uno de los obstáculos más importantes: el ocio. Esta palabra engloba una serie de cosas del mundo moderno que en el fondo representan el mismo concepto. El ocio viene a ser la confirmación de la esclavitud del mundo actual. Son los minutos de recreo necesarios para que el personal no se suba por las paredes. Y el goce de tal ocio, confirma la realidad tajante de que se es un auténtico esclavo. Y lo más importante no es el recreo en sí, sino la forma en que se ha impuesto de que todo el mundo lo cumpla de una manera determinada. El ocio se ejercita en los ratos libres, los días de fiesta y las vacaciones. El aspirante a ser diferente, el guerrero, verá su fustración en las largas tardes estériles de las charlas profanas, o enfrente de una televisión, o en los juegos de rutina para pasar el rato. Pero hay muchas versiones de ocio que nunca acabaremos de nombrarlas porque no nos interesa ahora el centrarnos en ello. En el fondo todo aquel que le preocupa el tema sabe lo que es el ocio: es aquello que en el fondo sabemos que es una pérdida de tiempo. Y alguno dirá: ¿una perdida de qué tiempo? ¿Para qué queremos el tiempo? Indudablemente el tiempo siempre se pierde porque nunca se para, siempre pasa. Pero aquel que posee una visión del mundo como guerrero, como luchador, es porque ha nacido para algo más que el vivir, comer y morir. Por eso el hombre con inquietudes superiores debe de “optimizar” su tiempo. Incluso su descanso debe ser diferente al de los demás.

Nada de su vida puede ser vulgar. Pero lo dicho hasta ahora puede llevarnos al caso contrario, es decir al activismo por el activismo,quizás por la obsesión de no perder el tiempo. Como hemos dicho más arriba. El nuevo guerrero debe forjar su camino en la búsqueda del Centro interior, del Ser, y ello requiere una dedicación especial. La lucha desinteresada, el idealismo en cualquiera de sus facetas, es ya una ascesis, un camino ascendente hacia lo profundo. Pero una vez que el individuo adquiere la conciencia de esa necesidad hacia Arriba, hacia el Centro, deberá aprender a obedecer su voz más profunda, poque ese Ser querrá manifestarse de muchas maneras, o querrá salir a respirar bajo determinadas formas. De ahí la necesidad que a veces se manifiesta por la contemplación en soledad, o bien acompañado, en la naturaleza, o por la necesidad de oir o aprender música, o por la tendencia a ir a la montaña.

¿Sería eso una pérdida de tiempo? Pues, tajantemente, NO. Porque nunca la lucha será un fin en sí sino un medio, aunque la lucha nunca deje de ser eterna, por muchos ratos de devoción y paz que se tengan en el camino. A veces, una sencilla mirada hacia el ser o el objeto más simple, nos puede llevar a descubrir lo que nadie nos hubiese sido capaz de explicar con cientos de libros. Una subida a la montaña equivale a muchos libros de lectura juntos. Pero tanto la lucha como la subida a la montaña debe de ir acompañada de un cierto “desinterés” o desapego. Es decir, todo aquel que va la montaña buscando la revelación, lo más seguro es que sólo se percate de la suciedad, las moscas, la falta de higiene, el mal tiempo. Estamos muy mal acostumbrados en esta civilización marcada por el interés y el rédito. Hay que ser capaces de vivir sin esperar nada a cambio, pero prestos a darlo todo para que todo cambie, sin pretender que nuestra aportación sea algo más que un simple grano de arena en una inmensa playa. Y para que eso satisfaga se debe ser muy ajeno a este mundo, aunque se sepa vivir plenamente en él. Algo así como hacer que las raíces penetren en lo más hondo para que las ramas alcancen el cielo. El rato de convivencia con los nuestros siempre es constructivo, pero el rato de ocio para no hacer nada, para malhablar de todo, etc. no sólo es una pérdida de tiempo sino que cierra las puertas del corazón. Es decir, el que se complace con los días de copas, charlas estúpidas y eternos planes irrealizados, vive en el autoengaño permanente, y cualquier libro idílico que lea le parecerá como una utopía inalcanzable. El cambio de actitud requerido se ha de extender a todos los campos de la vida. La actividad laboral que no satisface debe ser cambiada, o bien simplemente utilizada porque pueda interesar, porque deje el tan necesario dinero, o porque deje suficiente tiempo libre para ser uno mismo. Con el tiempo, el Ser se va expresando y sabe ir eligiendo correctamente. Pone cada cosa en su sitio. Equilibra la rentabilidad económica con la necesidad espiritual. Hace dar los pasos definitivos ante problemas que antes no nos atrevíamos a definir. Pero para que esta certeza se imponga, para que ello tenga salida por sí solo, se necesita un proceso largo, que nunca se podrá explicar en cuatro líneas, pero del que sí podemos decir que se ve muy perjudicado por las atracciones que el Sistema impone y que en general es aceptado por todo el mundo, incluídos los que se jactan de anti-Sistema: el ocio. Para poder ser Uno mismo, se requiere un procedimiento y unas herramientas. Las herramientas es todo aquello que nos rodea y que hemos de acondicionar para que el Ser pueda nacer en nosotros. También lo son las costumbres que le impiden el salir a la luz. Así pues, se debe cambiar el ocio estúpido por la acción creadora o por la no acción, también creadora. Debemos querer crear, no simplemente hacer por hacer. Cuando uno crea no pretende que eso sirva para algo. Se crea porque uno quiere y debe. El que hace, aunque sea por un cierto idealismo, al final siempre pretende que eso sirva para algo. Y como los años siempre pasan, y nunca llega el fruto deseado, lo que sí que llega es la decepción y la amargura. Da igual que se califique a esto de orientalismo o excepticismo, porque no lo es, ni una cosa ni la otra. Porque es muy difícil concebir que uno puede ser creador aunque sea de pequeñas cosas. Uno siempre pretende que todo sirva para algo, y esa idea es la que se debe superar. Uno debe luchar porque se crea poseedor de una verdad, y debe luchar hasta el final, aunque sepa que no lo pueda conseguir. Eso es luchar por honor, y ese concepto no lo entiende todo el mundo. Como no todo el mundo entiende que se pueda hacer algo por ilusión de crear cosas, como proyección de uno mismo, poniendo toda la fuerza que emana del interior. En resumen, sabemos que hay que rabajar para sobrevivir. El sistema quiere que eso sea una nueva forma de esclavitud, dejando ratos libres y dándo muchos objetos a cambio: el consumo. Pero nosotros somos nosotros. Sabemos que debemos crecer interiormente. Y no debemos oir los mandatos del sistema. El tiempo libre debe ser en esencia igual que nuestro tiempo ocupado. Si nos obsesionamos por no poder sobrevivir en nuestro tiempo laboral sólo caben dos alternativas: o dejarlo, o integrarlo positivamente como una parte de nuestra vida, y nunca la más importante. Pero esperar la legada del fin de semana o las vacaciones para ser libres, es la única constatación de que vivimos como esclavos, y esa esclavitud trasciende a todos los niveles del ser. Quien se siente esclavo nunca puede ser libre, de ninguna manera, ni espiritual ni físicamente. Uno podrá estar 50 años en una prisión y sentirse más libre que los que le custodian tras las rejas. Pero curiosamente, el mundo se ha convertido en una inmensa prisión, cuyo gendarme es la televisión, y el recreo para tomar el bocadillo son las vacaciones y los fines de semana. Y quizás la paradoja nos lleve a que los hombres libres deban de estar encerrados para no perturbar a los esclavos. Pero eso nunca cambiará la calificación de quien sea de verdad libre o esclavo. O sea pues, tiene que haber un momento para la acción, otro para la contemplación, otro para la amistad, otro para el arte (teatro, cine, etc), otro para la reflexión... pero todo ello debe ir encaminado, en principio, hacia una Idea superior que nos sobrepasa y una verdad que nos puede hacer potencialmente libres. Y progresivamente, mientras el Guerrero va naciendo en su plenitud, irá preparando el camino, en el trascurso del cual acaba sabiendo todo lo que debe hacer en cada momento de su vida.

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