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GUERRILLAS EN LATINOAMERICA
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DE NOTICIAS
Biografía de MANUEL PIÑEIRO
LOSADA. “Barba Roja”. Toda una vida de combate. Marta Harnecker:
Manuel: “Combatiente de todas las causas justas”. Nació en Matanzas, Cuba. El 14 de marzo de 1933. En
septiembre de 1953, y luego de participar en las protestas estudiantiles
motivadas por el golpe de estado del 10 de marzo de 1952, su familia lo envía
a los Estados Unidos para alejarlo del enrarecido ambiente político nacional
y para que continuara sus estudios en la Universidad de Columbia,
de Nueva York. Según sus propios testimonios, mientras estudiaba y
trabajaba en esa ciudad, se reafirmaron sus inquietudes políticas, en
particular su rechazo a las desigualdades sociales, a la discriminación
racial, nacional y cultural, típica de la sociedad norteamericana. Luego de su regreso a Cuba en 1955, participó en la
fundación del Movimiento 26 de Julio (M-26-7) en su ciudad natal, donde fue
detenido y fichado por los órganos represivos de la tiranía de Fulgencio
Batista. Continúa sus actividades clandestinas en La Habana, hasta
incorporarse a las tropas rebeldes en la Sierra Maestra, como combatiente de
la columna comandada por Fidel Castro. En reconocimiento a sus méritos fue elegido para integrar
el grupo de oficiales que, bajo el mando del comandante Raúl Castro,
fundaría, en marzo de 1958, el Segundo Frente Oriental "Frank País". En este nuevo escenario participó en diferentes acciones
combativas y luego fue promovido a su Comandancia, como Jefe de la Dirección
de Personal e Inspección, dependencia que incluía el Servicio de Inteligencia
y la Policía Rebelde. Durante los combates por la ocupación de Santiago de Cuba
fue ascendido al grado de Comandante del Ejército Rebelde. Al triunfo de la Revolución Cubana es nombrado Jefe de la
Plaza Militar de Santiago de Cuba. Allí fue donde, por primera vez los
fotógrafos lograron, captar su imagen, dominada por la barba poblada y
bermeja que, desde los días de la Sierra le había ganado su sobrenombre: Barbarroja. Posteriormente lo trasladan hacia La Habana, donde cumplió
diversas tareas vinculadas a la formación de los nacientes órganos de la
Seguridad del Estado. El 6 de junio de 1961 fue nombrado Viceministro del
Ministerio del Interior (MININT) y Jefe del denominado Viceministerio
Técnico (VTM), órgano encargado de desarrollar las labores de inteligencia
estratégica y de implementar la política internacionalista y solidaria de la
Revolución Cubana. Elegido miembro del Comité Central del Partido Comunista
de Cuba en 1965, formó parte de este hasta 1997. En 1970, Piñeiro
fue designado Viceministro Primero del Ministerio del Interior y Jefe de la
Dirección General de Liberación Nacional (DGLN) del MININT. Dirigió múltiples
acciones de solidaridad de Cuba hacia el movimiento popular y revolucionario
de diversos países del mundo, y en especial, de América Latina y el Caribe. A comienzos de 1975 pasó a ocupar, durante más de 17 años
consecutivos, la Jefatura del Departamento América del CC del PCC. Manuel Piñeiro Losada perdió la
vida en un lamentable accidente de tránsito en la noche del 11 de marzo de
1998, sólo horas después de recibir merecidos reconocimientos durante las
actividades por el 40 Aniversario del II Frente Oriental "Frank País". MANUEL PIÑEIRO LOSADA
A Manuel, combatiente de todas las causas justas Manuel Piñeiro Losada. La
Revolución sin fronteras "Es uno de los mejores homenajes al Che", dijo
cuando desfilaron por sus manos los primeros números de nuestra revista. Se
detuvo en cada página, en las fotos, en los testimonios, en las crónicas, en
las fechas y obviamente, en el número 7, la hurgó minuciosamente. Había una
nota que le interesó: las peripecias del Ejército Guerrillero del Pueblo
(EGP), en Salta, en 1963. Seguramente, una sonrisa se dibujó mientras sus manos acariciaba su barba blanca. La misma, la de siempre, por
la que en su momento, fue bautizada "Barba Roja". El gesto de
Manuel Piñeiro Losada no podía ser otro ya que el
relato, imparcial como todo relato, carecía de mayores precisiones: no es
para menos, él fue uno de los artífices de ese primero ejercicio nacional de
lucha armada en sintonía con la tesis del Che. A continuación preguntó por la vida de aquellos hombres,
en particular a que se dedicaban y después puso énfasis en que se le
transmita fraternales saludos, no sólo a los que él había tratado, sino a
todos. Una situación que se repetiría con asiduidad ante otras visitas de
hombres y mujeres de América Latina, dado que cada movimiento revolucionario,
no solo de Argentina, sino de Uruguay, Chile, Perú, Brasil, Venezuela, entre
otros países, lo contó, en nombre de las Fuerzas Armadas Cubanas, como uno de
sus promotores, en la etapa de continentalizar la
lucha antimperialista. Una presencia que no se
reducía, de acuerdo al testimonio recogido por esta revista de los compañeros
que lo abordaron a partir del triunfo de la Revolución Cubana, en prolongadas
discusiones ideológicas sobre los estadios de la lucha de clases en cada país
del Tercer Mundo en esos años 60 y 70 y la incidencia de la lucha armada. Un participación en esa cantera de epopeyas desde una
perspectiva internacionalista como la que él protagonizó cuando en Sierras
Maestras, armas en mano, conoció en 1957,al argentino que encabezaba, junto a
Fidel y Raúl Castro, entre otros cubanos, la insurgencia contra la dictadura
de su país. A partir de esos años, tejió una entrañable relación personal e
ideológica con el Che hasta su partida hacia Bolivia. La madrugada de ese día
lo encontró junto a Fidel y Manuel. "Estaba contento, sonriente, ya se
veía emprendiendo por fin la marcha hacia su ansiada meta. Fue una despedida
sencilla, él no era muy efusivo. Su emoción la llevaba internamente, había
que saber descifrarla. Pero como siempre, la expresión de su rostro
transmitía una gran fuerza y convicción", confesó a la revista "Tricontinental", en su primer reportaje, el año
pasado. Atrás habían quedado años juntos con el Che en la
construcción de una sociedad comunista, desde diferentes áreas del Gobierno
Cubano en especial en la de Inteligencia y desde el llano, con todos los
desafíos que ello implicaba e implica. Ese y otros desafíos, como el de
alimentar los movimientos revolucionarios, los encontró juntos, más allá de
las disidencias. La plena convicción de ambos en los principios marxista, la
teoría y la praxis materializada, más la estrategia internacionalista los
unía profundamente y seguramente, cuando se ubicaba en su despacho de la sede
del Partido Comunista, hasta el último día de su vida el 12 de marzo de 1998,
lo tendría presente, o cuando regresaba a su hogar en el barrio Miramar, en
La Habana vieja, para disfrutar de su familia y de los papeles de la memoria,
para cumplir entre otros, con el compromiso de él y de Marta Harnecker de testimoniar para los números venideros de la
revista "Los 70". Manuel con lo de Cuba y Marta el Chile de
Salvador Allende. Esos y otros datos florecieron hace unos días atrás cuando
se le rindió un emotivo homenaje en nuestro país, con la presencia de quienes
lo conocieron y quienes de menta al Comandante "Barba Roja", lejos
del ruido mediático. Un gesto que se cumplió en todos los países a cargo de
una militancia cuyo olvido esta lleno de memoria, en un acto con la misma
característica: una bandera cubana, como símbolo de todas las banderas y una
foto del Che. Y el compromiso de llevar adelante una de sus definiciones
permanentes: "Creo que mientras existan oprimidos y opresores,
injusticias sociales, dominación imperialista y también la esperanza en un
mundo justo, fraternal y solidario entre los hombres y los pueblos, perdurará
el pensamiento y el ejemplo del Che". Y el suyo. Lucho Soria A
MANUEL, COMBATIENTE DE TODAS LAS CAUSAS JUSTAS Por
Marta Harnecker La
Habana, 14 de marzo de 1998. Especial
para la Revista "Los 70" Se fue una noche para volver muy pronto y no regresó. El
viaje era por pocos días, la despedida fue corta. Manuel tenía todavía que
leer algunos papeles antes de partir al II Frente Oriental "Frank País" - para conmemorar el 40 aniversario de
su creación - y yo tenía que recuperar energías para continuar un trabajo
urgente al día siguiente. Le preparé su maletín y me despedí. "Prepárame
libros tuyos para algunos compañeros" me dijo.(Se
refería a mi libro: "Haciendo posible lo imposible: La izquierda en el
umbral del siglo XXI). Era gran propagandista y divulgador de mi obra. Yo tenía
conciencia de cuanto él valoraba mi trabajo y eso era muy importante para mi. Como tenía que levantarse a las cinco de la mañana y no
quería despertarme durmió algo más de una hora en la hamaca de la terraza y
partió silenciosamente. Esa noche fue la última vez que lo vi sentado en la cocina-comedor de nuestra casa, donde
solía trabajar por las madrugadas leyendo papeles y mirando simultáneamente
videos. Para un fumador empedernido como él ese era uno de sus
espacios habíamos llegado al acuerdo de que desde el pasillo que queda
próximo a la cocina y hacia el interior de la casa no se podía fumar . Tres días antes de cumplir sesenta y cinco años, un
lamentable accidente terminó con su vida una vida completamente dedicada a
apoyar las luchas por construir un mundo mejor, más justo y solidario . Cuando llegué a la clínica con nuestra hija, Camila,
estaba semiconsciente y en menos de una hora inesperadamente murió. Por ello
no pudimos despedirnos pero nos queda el consuelo de saber que al menos no
sufrió. Muchos de los que habían compartido con él en la Embajada
de México poco antes, no podían creer la noticia. "se veía tan vital,
tan contento, de tan buen humor" me decían. Yo sabía que no era para
consolarme, él me había hablado por teléfono al llegar a Santiago de Cuba. Regresaba emocionado y feliz de ese encuentro con tantos
compañeros de lucha. Revivir recuerdos, escuchar y contar anécdotas que el
tiempo no había podido borrar de su memoria, admirarse del trayecto recorrido
y de los cambios sufridos por aquella zona de combate debido a las
transformaciones revolucionarias, sentirse cerca de todos esos hombres y
mujeres que, con su entrega y espíritu de lucha, hicieron posible el triunfo
de enero del 59, había llenado su alma de cálidas sensaciones que se
expresaban a través de su rostro y de sus gestos. La noche anterior lo habíamos visto en el noticiero de la
televisión cubana irradiando simpatía y alegría, y planteando, con el humor
que lo caracterizaba: "Ahora el peligro que corremos todos estos
veteranos es cuando empecemos a hacernos cuentos de la historia veamos hasta
donde mantenemos una buena memoria e inconscientemente no exageramos los
hechos en que todos hemos participado." Lo había conocido en Cuba, en 1972, en la celebración de
un 26 de julio. Fue un amor a primera vista. Soy una de las pocas personas a
las que el golpe militar contra Salvador Allende en Chile favoreció en su
vida personal. Lo que en ese verano cubano parecía una relación imposible, se
transformó muy pronto en una posibilidad real. El exilio me condujo al lado del aquel hombre que era
capaz de planificar las más audaces y arriesgadas empresas y al mismo tiempo
tener una gran sensibilidad para las cosas pequeñas. Recuerdo sus diarias llamadas en el momento mismo en que
el sol se comenzaba a esconder en el horizonte. Parecía quererme decir: se va
luz, pero quedo yo que soy tu luz. Poco a poco tuve que aprender a convivir con un hombre
cuya vida personal estaba completamente subordinada a los intereses de la
revolución. Son incontables las veces en que nuestros planes fueron
derrumbados por inesperados acontecimientos que obligaban a modificarlos. Yo, una mujer organizada, tuve que adaptarme a esa
constante incertidumbre y confieso que nunca llegue a lograrlo totalmente. Debí aprender a controlar los celos que sentía por tantos
compañeros que me robaban el escaso tiempo que teníamos para estar juntos. Noches y fines de semana entraba y salía gente de nuestra
casa. Eran compañeros cubanos, latinoamericanos o de otras latitudes, que
venían a buscar consejos y orientaciones, mientras el satisfacía su avidez de
información acerca de sus países. Manuel sabía darse tiempo para escucharlos
con atención y nunca olvidaba preguntarles por sus asuntos personales: la
familia, el hijo enfermo, el problema íntimo. El envío de libros y periódicos
era una demanda constante al despedirse. No conozco a nadie que haya sido su subordinado en algunas
de las distintas etapas de su vida que no guarde de él los mejores recuerdos:
mientras él fue jefe jamás un funcionario amonestado o sancionado dejó de
contar con su especial atención, pasada la sanción, continuaron siendo sus
fieles colaboradores. Lo vi apoyar a muchos compañeros
cuando consideraba que habían sido tratados injustamente sin tener en cuenta
las consecuencias que de ello se podrían derivar. Durante muchos años trabajó muy cerca de Fidel y siempre
fue su más fiel defensor. Si alguna vez tuvo opiniones discrepantes nunca lo
manifestó públicamente. Su lealtad a revolución no tenía límites. Tanto
empeño puso en colaborar con el movimiento guerrillero latinoamericano, en
momentos en que la dirección de la Revolución estimaba que ese era el camino
a seguir tanto por la situación explosiva del área, como por la misma
necesidad de consolidar la solitaria revolución caribeña ,
como en convocar a empresarios de la región a invertir en Cuba, dada nueva
situación económica creada por la caída del bloque soviético. Era una persona que jamás buscaba protagonismo y que nunca
reivindicó para si los éxitos que inspiraba. Mantuvo su anonimato hasta unos meses atrás, cuando dio su
primera entrevista sobre el Che en la revista Tricontinental.
Desde entonces sufrió el asedio de periodistas de todas partes del mundo. Manuel trabajaba duramente pero también gozaba
intensamente en los pocos momentos que le quedaban libres. Una comida
sencilla pero sabrosas, una siesta en la hamaca en medio de una agradable
brisa, unas horas en la playa, una buena película, los bellos atardeceres
tropicales, no le eran indiferentes. Bailaba maravillosamente bien, con ese ritmo caribeño que
no es fácil de seguir por nosotros, los del sur del continente. Su fino sentido del humor era una de sus rasgos más
destacados. No había reunión social en la que el no fuera centro de un
animado grupo que celebrara sus inesperadas salidas con fuertes carcajadas.
En la casa, por el contrario, era muy poco comunicativo. Jamás permitió que aflorara ninguna de sus preocupaciones
o sufrimientos. Su radical optimismo le llevaba a ver salidas aún a las
mayores dificultades. Su creatividad era asombrosa. Quien venía a consultarle
una o dos ideas salía cargado de un fardo de nuevas ideas. Si algo le
molestaba era la inercia de algunos compañeros que reaccionaban demasiado
lentamente ante las cambiantes situaciones. Sentía una especial inclinación por los niños pequeños, lograba
establecer con ellos un diálogo extraordinariamente fértil, para muchos de
estos niños el tío de la barba era el tío preferido. Fue eso lo que me decidió a tener hijos con él aunque mi
decisión inicial era no tenerlos. Supe que no había podido gozar de los
primeros momentos de la vida de Manolito, su primer hijo con Lorna, debido a sus responsabilidades guerrilleras. Luego
su primera mujer se accidentó y no pudo tener más hijos. Manuel guardaba esa frustación
en el corazón y yo decidí subsanarla. Fue la determinación más importante de
mi existencia. Camila llenó nuestras vidas de ternura y alegría. Los escasos
pero intensos momentos que el podía dedicarle convirtieron su existencia en
algo pleno. Eramos una familia feliz, la pequeña familia que constituímos
con Camila, la familia mayor en la que incluíamos Manolito, su esposa
Liliana, su hijita Gabriela y su primera esposa, Lorna,
que llegó a ser una gran amiga para mí, y la gran familia de todos los fieles
compañeros y amigos que se extendía hasta tierras lejanas del planeta. Para todos nosotros, como para todos los compañeros que lo
conocieron y aprendieron a respetarlo, admirarlo y quererlo como a un hermano
y amigo, él no ha muerto, el vive y vivirá para siempre porque sus combates
serán nuestros combates y sus sueños serán nuestros sueños. Gracias Manuel por el ejemplo de vida, ya que nadie te
podrá separar jamás de nuestras esperanzas. |
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