Ignacio Osorio Romero
Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos
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Refiérase a las notas al
pie de esta página, para acceder a la versión pdf de este documento, así como
los avances en la revisión y corrección del mismo.
La transcripción del
estudio introductorio del Dr. Ignacio Osorio Romero ha sido concluída el 09 de
mayo del 2004, y consta de 25 páginas, más una
adicional de notas y comentarios del transcriptor.
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De las solapas:
Ignacio Osorio Romero nació en Temascalcingo, Estado de México, el 10 de mayo de 1941.
Estuvo marcado por los años sesenta, de los cuales arrancaron las pasiones de
su vida: los estudios del latín, las letras clásicas y el mundo novohispano,
área en la que se doctoró en 1989. Tropezó al mismo tiempo con los vientos de
la política, otra de sus inquietudes arraigadas; en aquellos años surge también
su interés por la bibliografía; así en 1969 publicó con José Ignacio Mantecón e
Irma Contreras su primer libro: Bibliografía general de don Justo Sierra.
De ahí en adelante, sus tres pasiones serán indivisibles y se verán reflejadas en sus libros: Tópicos sobre cicerón en México (1976); Colegios y profesores jesuitas que enseñaron latín en Nueva España, 1572-1767 (1979); Floresta y gramática poética y retórica en Nueva España (1980); Conquistar el eco; la paradoja de la conciencia criolla (1989) y La enseñanza del latín a los indios(1990), por señalar algunos.
La mayor parte de sus investigaciones están dedicadas a revalorar críticamente la cultura novohispana, principalmente la escrita en lengua latina. Sobre este tema impartió cursos en universidades del país, Estados Unidos y Europa. Fue investigador de los institutos de Investigaciones filológicas y Bibliográficas, y formó parte del sistema Nacional de Investigadores.
Se podría aplicar a Osorio el título que él daba a don Luis Sandoval y Zapata en la política y en la academia: “Poeta de dos ingenios”, pero también en el deber ser que condicionó su vida.
Otras importantes aportaciones suyas para
la cultura mexicana fueron: Historia de las bibliotecas novohispanas
(1987) e Historia de las bibliotecas en Puebla (1988). Además participó
en el proyecto de
Sus últimos libros fueron El sueño criollo (1991) y La luz imaginaria. Espistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos.
La erudición, la madurez intelectual y su
producción teórica, se conjugaron alrededor de la cultura clásica y su
influencia en el mundo novohispano, representadas en sus formas más mexicanas:
el significado de
En 1989 fue director de Publicaciones de
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PRESENTACIÓN
El doctor Ignacio Osorio Romero fue
director del Instituto de Investigaciones Bibliográficas de marzo de
Su repentina e inesperada desaparición interrumpió el proceso de publicación de esta obra que ahora presentamos. A ella había dedicado grandes esfuerzos desde años atrás y en el momento de su sentido deceso se encontraba empeñado en la formación de textos y corrección de pruebas de la misma.
La luz imaginaria, epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos es un libro pensado y fraguado durante largo tiempo y, aunque no pudo ser cuidado hasta el final por su autor, como él esperaba, el Instituto de Investigaciones bibliográficas lo presenta ahora no sólo como un póstumo homenaje a su exdirector, sino también como testimonio y fruto de su interés por nuestra cultura y tradiciones novohispanas, que tan caras le fueron.
José G. Moreno de Alba
Director
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INTRODUCCIÓN
1
En 1655 llegó a la ciudad de Puebla el libro que Atanasio Kircher escribió sobre el magnetismo; lo llevaba entre sus pertenencias un jesuita que se dirigía a las misiones de Filipinas. La presencia del Magnes, aparentemente fortuita, revela los caminos por los cuales llegó la ciencia barroca a Nueva España; su paulatina difusión dejó atrás, si acaso tal cosa fuera posible en la superposición de los tiempos novohispanos, el aristotelismo y el naturalismo renacentista. Ellos habían moldeado durante 134 años la mentalidad de la naciente colonia. Ahora los misioneros y los navegantes, aventureros ambos, avivaron con las novedades europeas la imaginación de los criollos, quienes se dieron a la búsqueda de Kepler, Tycho Brahe, Sebastián Izquierdo, Caramuel, Kircher y otros autores análogos. En sus páginas conocían insólitas revelaciones sobre la estructura de los cielos y de las tierras; también se asombraban de los nuevos instrumentos que permitían observar los planetas y las intimidades del microcosmos. Pero en sus páginas encontraban así mismo la angustia, costo de comprender la inseguridad del conocimiento y la fragilidad de la vida. Tal vez los sonetos de don Luis de Sandoval y Zapata, especialmente aquellos que aluden a la manera como el brillo de la vida impulsa más rápido a la muerte, sean la mejor expresión del clima de los tiempos. La presencia del Magnes manifiesta estos nuevos saberes y, origina un interesante episodio en la historia intelectual del siglo XVII novohispano.
El jesuita Atanasio Kircher estudió la
teología, la física, la vulcanología, las matemáticas, la antropología
cultural, la astronomía, la música, el hermetismo, la arqueología y muchas
otras ciencias. Su curiosidad se esforzó por aprehender la diversidad de los
seres y el funcionamiento de la machina del universo. Kircher, el lector del
libro del mundo, fue un científico como lo fueron sus contemporáneos Kepler,
Leibnitz y Newton; pero el jesuita mantuvo ante la ciencia una actitud que los
diferenciaba de ellos. Él buscaba conocer la armonía del universo para
demostrar, a través de sus escritos, la sabiduría del Creador; aquéllos, en [XVI] cambio, aunque se
fundamentan en los mismos principios, especialmente en la matemática, abandonan
la pretensión omnicomprensiva, aceptan los límites del entendimiento humano y
acotan su quehacer científico a parcelas del conocimiento. Tanto el afán
teleológico como el deseo enciclopédico ligan a Kircher más con la ciencia del
Renacimiento que con el espíritu pragmático de la ciencia barroca. Pero ambas
circunstancias –teleología y enciclopedismo-, son, también, la garantía de su
popularidad en los países de
En la brevedad de la estancia de los
misioneros alemanes el Puebla, apenas si hubo tiempo para que otro jesuita,
entonces rector del Colegio del Espíritu Santo, hojeara el Magnes. El
rápido pasar de las páginas avivó recuerdos que parecían sepultados junto con
los años de la juventud. El primer nombre de este jesuita, entonces de 55 años,
era François Guillot; había nacido en Fédry, en
La labor de los jesuitas en esta ciudad
era una de las más significativas de Francia. En ella sustentaban dos colegios,
el Collège de
Parece que no era esta vez la primera que
una obra de Kircher pasaba a Nueva España o que éste se relacionara con alguno
de sus habitantes. El testimonio de Giovanni Montiel sugiere que
Además, el mismo Kircher, en el Oedipus aegyptiacus (Roma, 1652), parece insinuar que había tenido contacto con algunos jesuitas novohispanos: al tratar brevemente sobre el paralelo de las religiones azteca y egipcia, escribe que “podría decir muchas cosas sobre las místicas imágenes de este ídolo, cuya interpretación recibí de nuestros padres mexicanos”. Estos contactos, si los hubo, no serían extraños, pues Kircher, por la índole misma de sus intereses, mantenía relación con socios de la compañía de diversas partes del mundo; las tuvo con Anchieta en Brasil y con Moscardo en Chile. Sólo es de lamentar que actualmente desconozcamos los nombres de sus informantes mexicanos anteriores a 1655. Así pues, cuando Kircher recibió las cartas de Ximénez, la primera escrita en 1655 y la segunda, insistiendo en el mismo asunto, en 1656, no dudó en contestarlas.
Tal vez la primera petición hecha los libreros de Sevilla fue ineficaz; lo cierto es que el propio Kircher intervino y, entre 1656 y 1660, Ximénez recibió tanto el catálogo como algunos de los libros. Su llegada a Puebla produjo un gran impacto; el contenido difería en mucho de la ciencia discursiva que se practicaba en Nueva España. El mismo [XVIII] Ximénez encomiásticamente lo expresa en una de sus cartas, diciendo que los españoles sólo se desviven por la teología y por los predicadores, y añade que él no daría un solo libro de Kircher a cambio ni de mil de estas pajas.
2
La opinión de Ximénez sobre la cultura
española debe ser matizada, como la enuncia, parece eco de juicios difundidos
en Europa, los cuales Ximénez, a quien no abandonaba el genio francés, repite o
por agradar a Kircher o porque desconoce las preocupaciones intelectuales de
Nueva España. Después de todo, su vida, desde 1635 hasta 1655 había
transcurrido en la periferia de la capital. No es del todo cierto que los
criollos practicaran solamente el verbalismo inocuo. En el momento en que
Ximénez escribe, la cátedra de astrología tenía más de dos décadas de vida en
Pero también estas preocupaciones eran
alentadas en la periferia. En Puebla, concretamente, sabemos que los libros de
Kircher no sólo eran vistos con admiración sino, también, con pasmo. Uno de los
que quedaron deslumbrados fue Alexandro Favián; la vida de este criollo cambió
después de conocerlos. A ello contribuyó un temperamento apasionado cuya
desmesura únicamente estaba en proporción a su fantasía. Favián al principio
vio en Kircher la fuente de la ciencia y después puso en él la del poder. De
ambas quiso beber y en este intento consumió su existencia. Alexandro nació en
Puebla probablemente en 1624; su padre, natural de Génova, había acumulado en
Puebla una gran fortuna. Este italiano, llamado también Alexandro Favián,
procreó tres varones –Alexandro, Ignacio y Tomás- y tres hijas –Francisca de
San Ignacio, María de
Alexandro Favián, nuestro criollo, desde
pequeño tuvo intimidad con los jesuitas pues, según propio testimonio, su casa
familiar estaba al lado [XIX] del Colegio del Espíritu Santo. En él recibió la educación y luego
entró al Seminario Palafoxiano donde se ordenó de sacerdote. Tal vez esto
ocurrió en 1652, cuando contaba con 28 años de edad. Hombre de temperamento
impulsivo, después de su ordenación se dio por celda un cuarto de la propia
casa; en él permaneció durante cuatro años orando y estudiando a la luz de la
ventana. Luego pretendió continuar su retiro en
Al mismo tiempo Alexandro se aplicó a sus aficiones científicas. Amaba la música y, según su testimonio, ocupaba parte del tiempo en componer instrumentos de este arte, especialmente la lira. También estaba interesado en la mecánica y en las matemáticas. Le era especialmente atrayente el problema del movimiento. En este aspecto le preocupó el mecanismo de los relojes y juegos más complejos, como las cajas de música. Al considerar la imagen que de su propia pluma emana, el espectador no puede sino dejarse cautivar por esta desmesura. ¿Alexandro Favián fue un místico? ¿Un hombre de ciencia? ¿Un frívolo amante del poder y de la riqueza? Todas esas cosas. La metáfora barroca en apogeo.
Cuenta Alexandro que, ocupado en arreglar
una caja de música, le sucedió soñar una noche que aparecía un libro que le
revelaba los secretos del mecanismo. Grande fue su sorpresa cuando, al
despertar, el padre Francisco Ximénez le mostró
3
Favián se mueve en dos escenarios. La
lectura de los libros de Kircher desencadena un mundo de sueños; la
ambivalencia es el fiel de sus deseos. En el primer momento aparece como hombre
de ciencia preocupado por los problemas de la mecánica y de la física; en el
segundo mira sólo por el resarcimiento de su hacienda y de su honor maltrechos.
Kircher no era ajeno a estos fantasmas del novohispano. Después de todo, a la
par que hombre de ciencia fue un excelente cortesano que supo tocar con acierto
las puertas de los príncipes católicos. Esta dualidad, aunque sin fortuna,
atormentó a Favián. Nada extraño hay que alegara a su favor las teorías de
Kircher sobre la armonía y la correspondencia de los seres: “Juzgo que tenemos
un mesmo natural y somos de un mesmo genio”, escribió el novohispano; y luego,
“mi grande afecto, que debo tener con vuestra reverencia”. Expresiones como
éstas, que conjugan las teorías de
La primera época, la que pone énfasis en la ciencia, cubre la década de los sesenta. Se abre con el deslumbramiento de Favián y su deseo de relacionarse, cada vez más estrechamente, con el jesuita. Al inicio, como Ximénez, resalta la soledad intelectual en que transcurre su vida; parece estar convencido de que tal queja ponderará sus virtudes ante Kircher. Los novohispanos, repite, sólo tienen ojos para los estudios especulativos. Nadie en estas tierras escribe o imprime libros sobre ciencias experimentales. A él le ha sucedido granjearse la admiración de los libreros porque compró libros científicos que por años habían envejecido en los estantes.
Pero ninguno de estos inconvenientes, señala, ha sido suficiente para apartarlo de sus aficiones. La estrecha amistad que guarda con los jesuitas le ha permitido mantenerlas e, incluso, agrandarlas. Es amplio el campo de sus intereses: las matemáticas, la música, la mecánica y los juegos de acústica, de luces y de movimientos. En especial se complace en armar instrumentos musicales, como la lira, u otros más complejos, como un clavicímbalo que, movido por ruedas, hacía danzar a nueve figuras. A estas aficiones agrega naturalmente, la filosofía y la teología, [XXI] materias en que se dice muy aventajado. Pero un hombre así, piensa, difícilmente puede progresar en América; necesita romper el aislamiento y relacionarse con sus iguales europeos. Este es el imperativo que lo mueve cuando solicita a Kircher todos sus libros “así los impresos como los que están por imprimir”. Le pide, además, libros sobre matemáticas y sobre relojes. Sin parar en gastos, pues para ello envía 250 pesos, alargó la lista de pedidos: cajas musicales, un clavicímbalo, un reloj con astrolabio y un zodiaco; anteojos de larga vista, espejos de diversas formas y aparatos, que él llama de magia, para efectuar proyecciones. La mayor parte de estos instrumentos los había encontrado descritos en las obras de Kircher.
Una petición de esta naturaleza parece que abrumaría al jesuita. No fue así. En 1663, el día de San francisco, Favián recibió los libros “sin que faltase alguno”, y los instrumentos. Se abre entonces un periodo de crecimiento intelectual y de promoción social. Los libros son todo su deleite, “los voy leyendo tomo a tomo porque es tan singular el gusto que en ellos tengo que quisiera no dejarlos de la mano un punto de noche ni de día”. En ellos encuentra la explicación racional del universo y en su estudio promete que gastará todo el resto de su vida. Además, sus cartas reflejan la habilidad de quien cotiza socialmente su correspondencia. A las autoridades, como al obispo Diego Osorio de Escobar y Llamas, regala algunos libros duplicados; a sus conciudadanos los sorprende con los aparatos “que aún hasta hoy día no se ha vaciado mi casa de gente que acude a satisfacer el deseo de ver y entender las maravillas”.
Toda esta actividad lo lleva a solicitar nuevos libros e instrumentos. Pide algunas obras que no habían llegado en este envío: el Ars combinatoria y el Mundus subterraneus; de los instrumentos resaltan un helioscopio y un telescopio; dos anteojos de larga vista; algunos microscopios “con que se ven las pulgas”; vidrios graduados y espejos de figura hiperbólica; la máquina especular, especie de linterna mágica, que Kircher reproduce en el Specula melitennse: también espejos para proyectar luces y sombras. Por último, solicita un paquete de reliquias. Para costos de todo Favián remitió tres barras de plata con el sello AE, que quiere decir Alexandro. Las tres estaban estimadas en 200 pesos.
Kircher nuevamente responde. Las
reliquias llegaron a Nueva España en 1664 y los libros y aparatos científicos
en 1665. De nuevo nos admira la manera como Favián hace valer estos regalos en
el ambiente poblano. Por ejemplo, un grupo de reliquias pertenecía a Santa Inés
y estaba dedicado al convento poblano de la misma advocación; Favián, con el
pretexto de darles una urna digna, no sólo las retuvo [XXII] sino que mandó fabricar más de
4,000 ánulos de oro, de plata y de cobre que, tocados con el original, fueron
repartidos entre los devotos. Favián, a su vez, embarca para Roma objetos
interesantes para el Museo Kircheriano; en 1666 envió el consabido chocolate,
“con otras cosas varias y preseas muy curiosas y bellas”. Ese mismo año compró
un papelero de madera de Olinalá que tenía grabado ídolos semejantes, según
escribe, al ídolo mexicano reproducido
en el Oedipus. El mismo Kircher en el catálogo de su museo (Amsterdam,
1678), deja constancia de varios de los objetos –peregrinibus rebus
compluribus ditatum-, con que Favián lo enriqueció: un armadillo
mexicano; una iguana, que también llama mexicana, y a la que
resalta en el primer lugar de los animales terrestres; una curcubita
mexicana, supongo que un guaje, laqueado y decorado con diversas pinturas,
al que compara con las cerámicas chinas; unos vasos de Tecali a los que
atribuye virtudes refrigerativas; y un pez torpedo con piel de erizo o, a la
inversa, un erizo marino con entrañas de pez torpedo, al que dedica todo un
capítulo en el Magneticum naturae regnum.
En este mismo tiempo Favián se construye
una nueva biblioteca, en cuya parte central coloca un retrato de Kircher, y
habla de instituir un museo; a manera del de Kircher, al que, de inmediato,
éste ofrece máquinas que por su tamaño difícilmente pueden soportar el viaje a
América. Por desgracia no conservamos rastro de este museo del que todavía
Favián habla en 1667. Avanza en la lectura de los libros de Kircher, comenta
las dudas en sus largas cartas y se aplica a construir algunas de las máquinas
que ve reproducidas en las ilustraciones. Es fácil encontrar en la
correspondencia frases como ésta de 1665, “paso mi vida solo y retirado y entretenido
con leer y estudiar en sus libros”, o esta otra, “estos libros suyos son todo
mi gusto, mi alivio, y entretenimiento”. Parece que Favián pasa por su mejor
momento. Kircher lo lleva a nuevos autores. Especialmente a Gaspar Schotto,
cuyos Organum mathematicum y Magia universalis insistentemente
solicita; también a
Dos años después, en 1667, editado por la
tipografía romana de Ignacio de Lazaris, aparece el Magneticum naturae regnum;
breve libro, comprarado con los otros de Kircher, de 143 páginas, en cuya
portada se [XXIII] lee Ad inclytum et eximium virum Alexandrum Fabianum Novi Orbis
indigenam. En la dedicatoria, donde Kircher teoriza sobre la fuerza del
magnetismo que une a ellos dos, personas tan distantes, califica a Favián de
“insigne theologo, philosopho y matemático”. El libro se cierra con tres elogios
latinos que, a petición de Kircher, escribió Ignacio Bomplani. Un hecho de esta
naturaleza tuvo enorme impacto sobre Favián porque lo indujo a redefinir,
imaginariamente, su lugar en el entorno social poblano e hizo más urgente la
realización de los sueños que, desde años atrás, alentaba. Pero todavía
continúa aplicado a la ciencia. En ese mismo año le llegaron nuevos libros; del
Obeliscus Pamphilius y de
Así pues, Favián había logrado, gracias a Francisco Ximénez, entrar en contacto con el sabio jesuita alemán, cuya autoridad moral y científica en el mundo católico no tenía rival en ese tiempo. Pero decir había entrado en contacto es decir poco. Favián había encontrado en Kircher al gran Otro; al sujeto supuesto saber, a cuyo cobijo confiaba su propia realización. En un breve lapso obtuvo signos inequívocos del alto aprecio que Kircher le profesaba, sobreponiéndose, incluso, a las insidias que desde América se propagaban contra el poblano. Éste, por su parte, puesto que en ello le iba la honra, fue el gran propagador de Kircher, aunque no el único, en estas tierras. Llegó, incluso, a inducir a su hermano Tomás a que escribiera un poema castellano, ahora perdido, si existió, en honor de Kircher. Esta larga correspondencia y estudio se reflejó, también, en varios escritos científicos que Favián dice haber iniciado o estar apunto de terminar.
4
La primera alusión a los escritos de Favián data del 9 de mayo de 1663; sucede cuando éste comunica a Kircher que estudia sus libros para tomar notas que ilustren “mis rudas y toscas obras”. Pero el lector no sabe otra cosa porque Favián elude toda referencia al tema o materia sobre las que versan; parece, eso sí, insinuar que había puesto mano en ellas desde antes de 1661, pero que ahora no solamente se verán mejoradas con las [XXIV] luces de Kircher sino también amparadas con su prestigio. A los cuatro años de iniciada la correspondencia, deja escapar otro dato: dice entonces que ya tiene cinco libros escritos, tres de los cuales tratan de una materia y dos de otra diferente. Incluso de plantea el problema de su impresión y, ante la dificultad de hacerla en Nueva España, pregunta sobre las posibilidades de efectuarla en Europa.
Sin embargo, parece que por la influencia del jesuita rehace el plan de las obras; en 1667 las reúne en una sola y se propone un plan de redacción a tono con el espíritu de Kircher. No otra cosa significa lo siguiente: “Necesito [los libros] para la obra que tengo dispuesta, estribado todo en las obras de Vuestra Paternidad Reverenda. Mezclado con otros míos que antes tenía dispuestos”. Conocemos entonces, porque adjunta la extensa carátula, que esta obra se llama Tautología; que consta de cinco o seis tomos de a folio y que está escrita en castellano, porque es el idioma que todos entienden. Estos elementos bastan para darse una idea del ambicioso plan de Favián.
Las numerosas obras de Kircher exploran,
cada una, una parcela del saber; todas sobresalen entre las aportaciones de su
disciplina específica. Pero hay una, el famoso Iter exstaticum coeleste,
que intenta ofrecer un compendio del universo, tanto celeste como terrestre. La
traducción de sus título es el siguiente: Viaje extático celeste, en el
cual la obra del mundo, esto es, la naturaleza, las fuerzas, las propiedades y
la composición y estructura del cielo expandido y tanto de los astros errantes
como de los fijos, desde el ínfimo globo de la tierra, hasta los remotos
confines del mundo, explorados a través de un manto de rapto simulado, se
expone conforme a la verdad con nuevas hipótesis por los interlocutores Cosmiel
y Teodidacto. La obra consta de dos diálogos. El primero trata de la naturaleza
y propiedades del cielo expandido y de los astros; el segundo, de la
providencia en la obra resplandeciente de Dios en el mundo. En el diálogo
primero, que se extiende por nueve capítulos, los interlocutores viajan por
La obra tuvo fortuna; los lectores de
décadas posteriores la leyeron; en Nueva España la encontramos citada con
relativa frecuencia;
Pues bien, esta obra, cuya primera
edición es de 1656 –la edición preparada por Gaspar Schotto data de 1660-,
inspiró en Favián el deseo de modificar sus primeros escritos y organizarlos
para lograr una obra análoga en castellano. En 1667 le hace saber a Kircher que
la obra, titulada Tautología, constará de cinco tomos de a folio y que estará
escrita en castellano para que todos tengan acceso a ella; le envía, incluso, la
portada, la cual nos ofrece un amplio programa de su contenido. El título es el
siguiente: Tautología extática universal Dialogística, cosmimétrica,
hagiográphica, physiológica, philosóphica, geográphica, hiudrográphica,
topothésica, chímica, subterránea, astronómica, aritmética, óptica, machímica,
musiarmónica, mística.
El plan enciclopédico dela obra es
manifiesto; pero si alguna duda nos quedara, el mismo Favián se encarga de
disiparla al señalar que
El caso de Caramuel es más interesante.
Su origen polaco hacía que las miradas de
Pero
Así pues, actualmente desconocemos si
5
François Guillot contaba con 34 años
cuando emprendió el viaje a Occidente para satisfacer sus ansias misioneras;
después de una travesía llena de peripecias e, incluso, con acoso de piratas,
llegó a Nueva España en 1635. el trabajo evangélico entre los indios
chichimecas le hizo olvidar pronto su original deseo de viajar a Japón; cierta
capacidad de orientación en las cosas del mundo mostró, al mismo tiempo, su
idoneidad para participar en el gobierno de
54 años, que a la sazón contaba, son para
algunos toda una vida; a Francisco Ximénez, sin embargo, le restaban treinta
más que gastará en las entretelas del poder y de la cultura. La segunda mitad
del siglo XVII [XXX] experimenta una eclosión de la cultura
novohispana; tal vez esta época haya presenciado una de las primeras síntesis
del grupo criollo que empieza a tomar en sus manos fragmentos del poder y del
gobierno. Nombres como los de Luis Becerra Tanco, Matías de Bocanegra, Jose
López de Abilés, Bernardo de Riofrío y Francisco de Castro están al lado de los
más conocidos: Francisco de Florencia, Luis de Sandoval y Zapata, Carlos de Sigüenza
y Góngora y, especialmente, Sor Juana Inés de
Personalidades
como la de sor Juana Inés de
No se piense,
sin embargo, que la actitud de Ximénez constituía un caso especial en el
contexto colonial. Al contrario. La vida religiosa novohispana, al igual que la
europea, mantenía un intenso movimiento social. El palacio y la regla fueron
dos polos, pero no antagónicos sino complementarios; por ejemplo, un año antes,
en 1669 desde Roma el prepósito general se había visto obligado a recriminar a
Joseph Vidal, [XXXI] que era nada menos que el rector de San
Ildefonso en la ciudad de México, por consumir su tiempo en la vida de la corte
y regresar hasta las nueve o diez de la noche al colegio. Aún más, precisamente
ese mismo año, el mismo prepósito exigió el castigo para los socios que
introdujeron y regalaron en el Colegio de San Pedro y San Pablo a Leonor
Carreto, marquesa de Mancera, y a sus damas de compañía, entre las que se podía
encontrar Juana Inés si es que todavía en ese mes no profesaba en San Jerónimo.
Roma escribió entonces “Dícese que se dio lugar a la señora Marquesa Virreina y
a sus damas para que entrasen en este Colegio, estando tan prohibido, y que se
les regaló estando también presente le Señor Virrey; no se declara quién fue la
causa de todo esto, ni el regalo que se les dio. Averigüe Vuestra Reverencia
con diligencia quién cooperó a este desorden y confiriéndolo con sus
consultores, a los que fueren culpados, se les dé penitencia que merecen”.
Por estos testimonios queda claro que Ximénez, cuyo espíritu abierto ha sido constatado no se mueve en el vacío sino que forma parte de un clima ajeno a la austeridad y deshumanización con que a veces se quiere colorear la vida novohispana. Nada más elocuente sobre este aspecto que el propio Ximénez. La excelente imagen de virtud y letras que proyectaba en Puebla al término de su rectorado, propició que el obispo, el influyente Diego Ossorio de Escobar y Llamas, le solicitara como confesor, cargo de los más respetados ante las autoridades civiles y religiosas. Esto debió suceder al inicio del año 1663, pues en agosto de 1664 Ximénez escribe que hacía año y medio que ocupaba tal cargo.
Llegó, al fin, la tantos años pretendida residencia en la capital del virreinato. Casi de inmediato abandonó la ciudad de Puebla y marchó a México siguiendo al obispo que, en contra de su voluntad, había sido nombrado arzobispo y virrey; estuvo con él hasta que, por su oposición a ocupar tales cargos, llegó para sustituirlo don Antonio Sebastián de Toledo, marqués de Mancera, quien el 5 de octubre de 1664 tomó el cargo de virrey. Ximénez, sin embargo, no regresó a Puebla con el obispo sino que se quedó en México para ocupar el cargo de prefecto del prestigiado Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo. Desde ahí continuó interviniendo en la vida social y académica. Al poco tiempo, probablemente a principios de 1665 –pues en abril de 1666 escribe “iam inde ab anno”-, reafirma su posición en la corte, pues ambos, el virrey y la virreina, le solicitan como confesor.
Así pues, el admirador de Kircher, el que
no había dudado en difundirlo en Puebla y quien mantenía, como veremos,
correspondencia con su antiguo amigo, se encontraba como confesor de Leonor
Carreto quien [XXXII] tenía, desde
La intimidad de
Ximénez con los virreyes fue tal que al llegar al término su primer periodo, el
propio marqués solicitó en
En abono de lo anterior apuntaremos que
en época muy temprana, casi recién llegado a América, el superior Mucio
Vitellesci recomendó en
La expectativa de quienes esperábamos que
el epistolario entre Ximénez y Kircher fuera más nutrido y tratara de temas
científicos o, al menos, literarios, queda defraudada. No porque Ximénez fuera
corresponsal indolente; sabemos que el escritorio de los superiores en Roma
recibía año con año gran número de misivas de Ximénez trasmitiendo datos sobre
sus compañeros, proponiendo planes de expansión, sugiriendo nombres para los
puestos de gobierno. Son pocas las cartas a Kircher porque, aventuramos a
decir, aunque lector atento de sus obras, los negocios de
En efecto, aparte de lastres primeras cartas, las de 1655 y 1656 en que restablece su relación con Kircher, y la de 1661 en que recomienda a Favián, las restantes continuamente ponen en alerta sobre Favián y la índole de los criollos. En la de 1664 hace su primera advertencia; Kircher debe conocer a los hombres de estas regiones y no entregarse completamente sino poco a poco, pues los americanos fallan en la fidelidad y son inconstantes en el amor porque no miran por sus amigos sino sólo por sí mismos y por sus cosas. Favián, como uno de éstos, además hijo de comerciante, no retribuye, ni siquiera cercanamente, el valor de los objetos que ha recibido de Roma.
En 1666 envió dos cartas; en realidad la primera
es un adelanto de la segunda. Dos son los puntos que comunica; dice que recibió
Sin duda Favián
no sospechaba que mientras escribía sus prolijas cartas en las que solicita el
obispado, Ximénez con pocas líneas socavaba cualquier posibilidad que tuviera.
La sexta carta
es de 1667; toda ella está dedicada a comentar la lectura de la obra de
Kircher; Ximénez para entonces, según hace constar, ya ha recibido, sin duda en
la edición de Amsterdam, el Edipo egipcíaco,
La última carta escrita por Ximénez a Kircher es demoledora de Favián.
En 1672 le recujerda a Kircher que ya hace más de seis que le tiene prevenido sobre el “genius barbarus” de los americanos. No debe, pues, quejarse ahora del fraude que, entre líneas, parece que Kircher alega en una carta escrita el 8 de junio de 1671 y que, por desgracia, no conservamos. Pero la carta de Ximénez trasluce quejas y dolencias de Kircher para con Favián. Hace ya tiempo, dice Ximénez, advirtió sobre la insaciable apetencia del poblano y, al mismo tiempo, del desigual pago que por los aparatos científicos remitía a Roma; parece insinuar, incluso, que entre la imagen que ha intentado proyectar en Europa y la realidad hay una gran distancia: por ejemplo, hasta esa fecha, dice Fabián no ha divulgado el libro Magneticum naturae regnum que Kircher le dedicó. Y la causa de esta reticencia, escribe Ximénez en un arranque de incongruencia, es porque en el prólogo Favián recibe el trato de “Ilustrísimo” siendo que es hijo de mercader, cuyo título de nobleza debió ser inventado cuando su familia llegó a estas tierras.
En este punto se detienen las cartas. No sabemos si continuaron en años posteriores. En todo caso, tanto a Ximénez como a Kircher les restaba mínimamente una década de vida. No sería extraño que todavía hubieran mantenido la comunicación. [XXXV]
6
Ésta es la historia de una quimera. Alexandro Favián encarna a los criollos que consumieron vidas y haciendas en busca del reconocimiento, de la merced que les otorgara el nombre y el honor que sentían no podía darles su propia tierra; generaciones expectantes de la flota que transportaba los pliegos reales capaces de dotarlos de nombre. La mirada del Otro como ordenadora del caos, como demiurgo de la propia existencia. Lo mismo el indiano que el criollo. América creada por Europa y, a la inversa, Europa sustentada por América. Los dos escenarios de Favián conjugados en uno solo. En el primero despliega sus valores; en el segundo exige el reconocimiento consecuente; pero, como sucedió a muchos, éste no llega y el anonimato, como el retorno del caos original, lo envuelve.
La historia parece sencilla. En cierto momento la relación de Favián y Kircher adquiere una orientación que, vista en retrospectiva, era previsible desde el inicio del epistolario. Fabián considera que, puesto que la amistad profesada es el testimonio de su propio valer, debía tener un reconocimiento ante los otros. Él mismo argumenta que la voz pública señala que “era una lástima que sujeto como yo, estuviera perdido y arrinconado”. Así pues, ya que Kircher tenía “un brazo tan largo” en los asuntos temporales, bien podía, sin mucho esfuerzo, granjearle un obispado de España o de América. No importa que fuera que fuera de rentas bajas, pues ya habría ocasión de ascender a los más ricos; aunque sería mejor que desde el principio lograra uno de consideración, como Michoacán o Oaxaca.
Favián va tejiendo los hilos de la trama.
Al inicio envía a Kircher regalos de chocolate y de plata; después remite
objetos más curiosos, como el San Atanasio de plumas, fabricado por los indios
de Pátzcuaro, cuya belleza induce a Kircher a regalarlo, a su vez, al emperador
Leopoldo Ignacio. Más tarde extiende sus relaciones epistolares a personajes
más importantes como el cardenal Chisi, sobrino del papa Alejandro VII; al
rector del Colegio Romano; a Juan Federico, conde de Waldstein, camarero del
papa; a Giovanni Paolo, superior general de los jesuitas; incluso envía regalos
al propio papa Alejandro VII. A todos ellos, por mediación de Kircher, plantea
la solicitud del obispado. Sus cartas son modelo de retórica. Tres causas alega
para justificar la petición: 1) obispo, clero, autoridades civiles, la sociedad
toda de Nueva España, conocedora de sus méritos y de la amistad que lo une a
Kircher le instan [XXXVI] a que lo
solicite; él obra, por tanto, más por obediencia que por certeza de los propios
merecimientos; 2) habiendo dedicado ya tanto tiempo a la fundación y
consolidación de
Kircher es el
principal destinatario de sus peticiones; las razones que le alega y los
caminos que le sugiere para el logro de su propósito revelan, nítidamente, las
entretelas del poder: le señala que obtener el obispado no es empresa difícil,
pues él sabe que se otorga por recomendación y no por merecimientos. Discute
también los caminos: pareciera que el más recto fuera obtener del papa el
nombramiento; pero, a la postre, éste le resulta más complicado pues sabe que
el Real Patronato impide al papa actuar directamente en los reinos de España.
Sugiere, entonces, el camino por la corte española; propone, con gran
imaginación, la combinación de influencias. Leopoldo Ignacio, emperador de
Austria y protector de Kircher, era hermano de Mariana de Austria, esposa de
Felipe IV. A ello se añadía el hecho de que el jesuita Juan Everardo Nithard
era confesor de la reina, la cual nada le negaría; una indicación oportuna de
Giovanni Paolo a Nithard reforzaría la petición ante la reina. En el papel y en
la imaginación de Favián el asunto era factible.
La empresa, sin
embargo, no era tan sencilla; Kircher, el principal mantenedor, parece, aunque
calladamente, detenerse y dudar. La causa pudo residir en las cartas de
Francisco Ximénez.
Éste, si bien al
inicio no tuvo reparo en presentar y recomendar a Favián, al poco tiempo
empieza a censurarlo, a él y a los criollos. Aduce, primero, la índole
insaciable e ingrata de Favián; señala en concreto, que éste no remite a Roma
un pago justo a los regalos que recibe porque estos objetos duplican o
triplican su valor en Nueva España; en segundo lugar, dice que la ingratitud de
Favián, común en los criollos, lo lleva a olvidarse pronto de los favores
recibidos. A él personalmente le ha sucedido que, habiéndole ayudado, no ha
recibido ni siquiera las gracias en retribución. Al princpio Kircher parece
ignorar estas críticas. Todavía más, en 1664 comunica a Favián y a Ximénez su
intención de dedicarle un libro al poblano y se muestra dispuesto a
diversificar, por su medio, las amistades europeas de Favián. [XXXVII]
Los años 1666 y
1667 son cruciales. Favián presiona sobre el obispado; los divide en jerarquías;
hace relación de sus méritos. Aduce argumentos que parecen sobornos a Kircher
como decir que, si lograra el obispado, en adelante no le faltaría dinero para
imprimir sus libros; insta a la acción poniendo en boca de los novohispanos
palabras que parecen reproches al propio Kircher; por ejemplo, que si el
obispado no se lograra no sólo dejaría en suspenso muchos esfuerzos hechos
desde acá, sino que los malvados tendrían ocasión para murmurar que la amistad
profesada “no era tan fiel y tan verdadera”, o que las muestras de afecto
“habrían sido ficción y falsas imputándome que era todo quimera”. Al mismo
tiempo, escribe a todos sus conocidos largas cartas sobre el mismo asunto. La
excitación de Favián llega a su clímax.
A todo ello Kircher responde con dos grandes acciones. En 1667 publica el Magneticum naturae regnum que dedica a Favián con grandes elogios sobre su saber científico, humanístico y teológico; ese mismo año escribe también un memorial a Leopoldo Ignacio en el que le solicita su intervención ante la reina. Ximénez, sin embargo, no se detiene; señala a Kircher que hace mal alentando las esperanzas del criollo e, incluso, le remite una carta latina, que califica de apócrifa, en la cual Giovanni Paolo le dice a Favián que, siendo tan íntimo del papa, está dispuesto a conseguirle cualquier merced que le solicitare. Agrega, además, que existía tal distancia entre los elogios prodigados en el Magneticum naturae regnum y la visión que los coterráneos tenían de Favián, que éste se vería obligado a esconder el libro para no recibir la burla de quienes lo conocían.
Tales impugnaciones hicieron mella en Kircher, quien optó por el silencio; nada más alucinante que la ausencia, pues Favián quedó a merced de sus propios fantasmas; cada día esperaba noticias que alimentaran su esperanza; buscaba a cualquier viajero que regresara de Roma; apremiaba a sus representantes en Europa; por fin, en 1671 llegó la ansiada carta de Kircher; ella le anuncia que el emperador había escrito a la reina. Favián recobra los ánimos y se prepara para recibir la distinción; lo cree tan factible que hace arreglos para que sus representantes en Madrid reciban los aludos y paguen los derechos inherentes al nombramiento. Pero la noticia es fuego fatuo. Nuevamente la espera y la desesperanza. La crisis de Favián toma entonces muchos derroteros; duda de la importancia económica de su persona, pues alega no poseer riquezas suficientes para sostener la amistad de las personalidades europeas: “me veo, dice, muy avergonzado y corrido o, por mejor decir, muy afligido de verme tan imposibilitado de poder corresponder a tan [XXXVIII] importantes señores”; piensa, después, que Kircher tal vez haya muerto y solicita afanosamente noticias sobre su salud a todos aquellos que hayan venido de Europa; también se imagina que quizá su persona haya sido víctima de chismes y de malinformaciones. No andaba del todo desencaminado.
Nadie toca con impunidad el poder; mucho menos si lo apetece inútilmente. La situación en Puebla se volvió insostenible para Favián. Sus admiradores envidiosos cobraron la cuota y, como él mismo escribe, todo en su torno se volvió chisme y maledicencia; llegaron hasta el propio obispo y el virrey Mancera; la presión fue tan intensa que Favián tuvo que exiliarse en un ingenio de azúcar, propiedad de su cuñado Francisco Colón; desde ahí envía cartas que parecen nunca llegar a su destino; hace averiguaciones, espera y presente que el vértigo en que ha vivido la década precedente se transforma en una boca enorme, la del olvido, que está a punto de tragarlo.
En el año de
1672 emprende un nuevo esfuerzo; ha perdido para entonces la fe en Kircher y
vuelve los ojos a Oliva, al que antaño presumió como rama de su familia. No
conservamos ninguna de las cinco cartas que escribió a Oliva, pero sí las
contestaciones que éste le remite. En las dos primeras, las escritas los años
1672 y 1673, redactadas en el estilo urbano y protocolario del secretario,
Oliva se da por enterado de la petición, pero indica a Favián que éste es una
asunto que Kircher ha tratado y que es, en consecuencia, con él con quien debe
seguirlo tratando. El superior de
7
Rastrear la influencia de Kircher en Nueva España es labor
atrayente pero intrincada; la presencia de éste se manifiesta más allá del
caudaloso torrente de citas que puedan compilarse espigando en las páginas de
la época, aparece lo mismo en el campo científico que en el literario y, aún,
en el religioso. Su rostro es tan diverso como los temas que tratan sus libros.
La intelectualidad novohispana, su grupo más inquieto, se dejó envolver en la
pasión enciclopedista que emanaba de sus páginas. Tanto más atrayente cuanto
que los horizontes del sabio alemán, en sus múltiples contradicciones, permitieron
a sus admiradores catalizar la crisis entre los nuevos saberes y la ortodoxia;
por ello su lectura posibilitó a la cultura novohispana transitar con diferente
actitud por caminos ya conocidos o aventurarse por sendas inéditas hasta
entonces. Uno, no por cierto el menor, fue aprender que la gloria de Dios y el
ansia de conocimiento, además de compatibles, eran complementarias. Esta
vertiente teleológica del saber contribuyó decisivamente a la popularidad de
Kircher porque permitió destrabar uno de los nudos de
Sor Juana, cuya devoción a Kircher quedó atestiguada en los
estantes de la biblioteca con que Cabrera ilustró su retrato; Sor Juana, cuyo
anhelo de conocimiento la llevó a pagar con su propia vida la realización del
deseo; ella misma, en uno de los alegatos más lúcidos con que pretendió reducir
su vida intelectual a los límites de la ortodoxia, en
Nadie entre los
novohispanos tan semejante a Kircher como Carlos de Sigüenza y Góngora; su
interés por la matemática y la astronomía; sus investigaciones sobre el pasado
prehispánico; su afán coleccionista de objetos antiguos e instrumentos
científicos; en suma, su actitud enciclopedista, son rasgos que derivan, en
mucho, del trato con las obras del sabio jesuita.
Basta pasar los
ojos por sus libros, especialmente por
Además, contamos
con el testimonio de la enorme afición de Sigüenza a las obras de Kircher.
Estimaba de tal manera su propia colección que de las obras del jesuita alemán
había formado, que la destacó especialmente en su testamento, legándola a la
biblioteca del Colegio Máximo de San Pedro y San Pablo, pidiendo, en cambio,
los duplicados: “Asimismo, les dono a los dichos M. R. PP. El juego de las
obras del P. Atanasio Kirchero, para que con cuatro que a mí faltan que hay en
la dicha librería de San Pedro y San Pablo quede cabal dicho juego con cargo
que me han de entregar a mí o a mis herederos, veinticuatro tomos que allá les
sobran de este juego”. De esta donación, luego de su paso por la biblioteca de
Pero éstos no
fueron los únicos caminos de Kircher en Nueva España.
Así
linterna mágica, pintadas representa fingidas en la blanca pared varias
figuras, de la sombra no menos ayudadas que de la luz… [XLII]
El Oedypus aegyptiacus,
por su parte, además del interés por el antiguo Egipto, cuya difusión levantó
obeliscos en las plazas de las ciudades novohispanas, divulgó las doctrinas del
Corpus hermeticum, especialmente del Pimander. Recordemos, al respecto, los
versos de Diego Calleja que en 1695 enumera los saberes de Sor Juana, y que
señala como una de sus aficiones el hermetismo y la cábala:
Los
cabalistas más enmarañados en cómputos y números o digan, de su cálculo presto
descifrados.
Curiosamente, el Oedypus,
al plantear a la cultura egipcia como raíz y fuente de todas las culturas, se
enlazó con
Pues
si
Los versos precedentes, parte de
Vuestra
edad, gran Señor, en tanto exceda a la capacidad que abraza el cero, que la
combinatoria de Kirchero multiplicar su cantidad no pueda.
Quiero detenerme en ambos textos, porque
éstos permiten ingresar en campos de influencia de Kircher hasta ahora no señalados.
Los versos no aluden de manera general a cualquier lectura de sus libros sino
que delimitan, con toda precisión, el sentido del neologismo kircherizar. Éste no aludía, pese a su
difusión, o a lo que pudiera suponerse, al estudio o cultivo en general de
alguna de las múltiples disciplinas de que trata la obra de Kircher; se
refiere, exclusivamente, al ejercicio lógico matemático de “la combinatoria de
Kirchero”; es decir, kircherizar
significa ejercitarse o practicar los métodos del Ars magna sciendi, in libros digesta qua nova et universali methodo
artificiosum combinationum contextum de omni re [XLIII] proposita et prope infinitis rationibus disputari, omniumque summaria
quaedam cognitio comparari potest; título que en castellano significa Arte para saber, compendiada en doce libros,
con la cual con un nuevo y universal método por el enlace de artificiosas
combinaciones, puedes disputar sobre toda cosa propuesta y casi con infinitas
razones, y puedes adquirir algún conocimiento sumario de todas las cosas.
El Ars combinatoria, llamada también Arte de las artes o Puerta de las artes y de las ciencias, pertenece a una antigua tradición que se esforzó por encontrar una vía válida o una llave de todo el conocimiento. La llamaron combinatoria porque reúne y compara por analogía el conjunto todo de las cosas con cada una; ésta en lo singular, a su vez, con la otra en lo particular; después organiza y distribuye sus grupos o saberes en el perfecto edificio de la mente humana. Por este método sus cultores se empeñaron en alcanzar una clave universal capaz de abrir la puerta o, al menos, de dejar entrever algo de la unidad originaria, divina y metafísica del saber; clavo apta, también, para descubrir la admirable concordia de las cosas y las fuerzas y propiedades que las constituyen, suficiente, por tanto, para mostrar el bien, la justicia y la armonía que gobiernan al mundo.
El complemento de este método es la posibilidad de encontrar, también una lingua universalis capaz de expresar esta realidad. Kircher, como todos los teóricos de esta materia, lo entendió y completó su Ars con el libro Polygraphia nova et universalis ex combinatoria arte detecta.
Permítasenos extendernos un poco más en
este asunto. “Nada hay más dulce que saberlo todo”, había escrito Platón; pero
Kircher le corrigió en el prólogo a
El Ars
reúne varias tradiciones y disciplinas; el hermetismo y la cábala; la
retórica y la lógica, especialmente la aristotélica; la doctrina pitagórica y
la aritmología y el ars memoriae; por
último, la filosofía luliana. Sobra decir que aquí confluyen las artes que
buscaron intuir la escritura cifrada del liber
mundi; también las que quisieron organizarlo y, al mismo tiempo, retenerlo.
La portada interna del Ars magna [XLIV] sciendi
de Kircher muestra, gráficamente, estas tradiciones. La primera gran síntesis
de esta enciclopedia la redactó Raymundo Lulio, primero, con el Ars compendiosa inveniendi veritatem y,
luego, con el Ars magna de ascenso et
descenso intellectus. En ellas el sabio mallorquín intentó conjugar el
sistema intuitivo –ascensus ad superiora-
de Platón, con el arte del raciocinio –descensus
ad inferiora- de Aristóteles. Los siglos posteriores abrevaron, con las
modificaciones pertinentes, de esta fuente. Así lo hicieron los teóricos del
siglo XVII como León de Saint Jean que pulbicó
Esta
modificación consiste en simplificar las escalas de agrupamiento de los seres y
reestructurar los símbolos de los principios. Kircher propone que a ninguna
memoria le está concedida la capacidad de retener las reglas, los términos, las
proposiciones, las distinciones; por ello el Ars sugiere un método, cuya base consiste en un alfabeto compuesto
de letras y figuras con el cual la memoria retenga, sin confusión, las
posiciones de las diversas formas. Así pues, Kircher dispuso, mejorando los
anteriores, un alfabeto compuesto de cuatro columnas cada una de ellas de 9
categorías:
Alfabeto de las Alfabeto de los prin- Alfabeto de los prin- Alfabeto de los princi- Preguntas
cipios absolutos cipios
respectivos pios universales 1 An 1 B Bonitas 1 Differentia 1 Deus 2
Quid 3 Cur 3 D Duratio 3 Contrarietas 3 Coelum 4
Quantum 4 P Potentia 4 Principium 4 Elementa 5 Qui 5 S Sapientia 5 Medium 5 Homo 6 Quale 6 Vo. Voluntas 6 Finis 6 Animalia 7 Ubi 7 Vi. Virtus 7 Majoritas 7 Plantae 8
Quando 8 Ve. Veritas 8 Aequalitas 8 Mineralia et omnia Mixta 9
Quibuscum instrumentalie |
[XLV] Así por este método la mente recorre todos los grados
de los entes, artificialmente enlazados, ascendiendo de los sensibles a los
inteligibles o descendiendo de los inteligibles a los sensibles. Su intención
es, por tanto, que el intelecto entienda la naturaleza de todos los entes y su
plenitud; por donde puede llegar hasta el conocimiento mismo de Dios.
Como hemos
apuntado, Sor Juana muestra palpablemente en sus poemas el aprecio que la
sociedad barroca novohispana tenía por estos ejercicios, al punto de inventar
el neologismo kircherizar para
designar al arte de las combinaciones y las relaciones. Pero no sólo Sor Juana;
también el ismo Favián durante más de una década, en su correspondencia, apunta
el ansia de sus contemporáneos por estos libros. En 1661 solicita a Kircher su Combinatoria “que es uno de los [libros]
que más deseamos ver”; en 1663 y 1667 reitera como primera tal petición. En
1667 escribe que su hermano Tomás FAvián “le suplica mucho le honre con enviarle uno de los libros del Arte combinatoria, así que salga a luz”,
38[21]; por fin, en 1672 vuelve a pedirlo diciéndole que “por acá se desea
mucho”. Entre la primera y la última fecha, en 1665 comunica a Kircher que
también circulaban en Nueva España el Arte
de Caramuel y el Pharus scientiarum de
Izquierdo. Es decir, que uno de los libros capitales de esta materia, el Pharus, circulaba en Nueva España apenas
seis años después de su edición en Europa: “hallé también de este autor
[Caramuel] cómo trata del modo como se pueden aprender todas las ciencias; otro
autor también he hallado que en un tomo bien grande enseña el modo de
aprenderlas brevemente y, al fin, trae las combinaciones de Vuestra Paternidad
Reverenda; llámase Sebastián Izquierdo y es de
Me he extendido
en este aspecto de
En efecto, Sor
Juana debió familiarizarse desde muy joven con los libros del sabio alemán;
probablemente desde 1665, cuando tenía 17 años de edad y acababa de entrar al
servicio de la virreina, Leonor Carreto, marquesa de Mancera. Debió de
conocerlo a través del mismo Francisco Ximénez quien, como vimos, vino a México
en el obispo Diego Ossorio de Escobar y Llamas y ya no regresó a Puebla sino
que se quedó en la capital del virreinato; la razón fue que en 1665 fue nombrado
confesor del virrey y de la virreina. No es difícil imaginar que quien había
difundido la obra de Kircher en Puebla, lo hiciera con mayor entusiasmo en
México; especialmente si ahora se encontraba en un medio mucho más culto, como
era el de la corte, y con una intimidad tan estrecha con los virreyes, al punto
de que éstos consideraron la posibilidad de llevarlo consigo a España. Desde
1665 Sor Juana debió de aficionarse a los ejercicios del Ars. La estima que sentía por estos estudios la reflejan sus mismos
poemas.
La aventura que
Sor Juana emprende en el Primero sueño para adquirir la llave del conocimiento y
saciar la sed de saber, consta, como en el Ars
luliana, de dos movimientos. Ambos expresan el anhelo de síntesis entre el
método intuitivo de Platón y el discursivo de Aristóteles. En el primero, el
alma, colocada en los más alto de la mental pirámide, intenta conocer con un
acto intuitivo “todo lo criado”; pero deslumbrada por el número y la grandeza
de los objetos apenas si logra vislumbrar confusas especies “sin orden
avenidas, sin orden separadas, / que cuanto más se implican combinadas/ tanto
más se disuelven desunidas/ de diversidad llenas” (vv. 552-556). Frustrado este
primer intento, recurre, entonces, al método del Ars combinatoria que, como dijimos, con grandes influencias
aristotélicas y nominalistas considera las cosas en su especificidad o en su
singularidad, busca, por esta vía, organizar a los seres de acuerdo a una
escala, ascendiendo de la ínfima a la más perfecta. Acomete, entonces, el
examen de los seres inanimados, después el de los vegetales y luego el de los
animales; y así sucesivamente hasta llegar al hombre y al ángel. Aquí [XLVII]
detuvo el alma su discurrir, juzgando grave empresa razonarlo todo, pues “aún
la más pequeña, aún la más fácil parte no entendía”.
Hay un pasaje
que, en su ambigüedad, permite anclarnos en este empeño de ligar el Primero sueño con el Ars combinatoria. Se trata de los versos
que corren del 576 al 599; éstos sirven de prólogo al extenso texto (vv.
Es decir, nos
encontramos en los reinos tanto de Aristóteles como de la escolástica; digo de
ambos porque si bien Aristóteles propone la doctrina de las categorías,
contraponiéndola al dualismo platónico, nunca las delimitó a un número
determinado sino que osciló entre seis y diez; Alfonso Méndez Plancarte, sin
embargo, en la prosificación del Primero
sueño, asimiló plenamente este pasaje de Sor Juana a la doctrina
aristotélica y lo identificó, más concretamente, con la lógica. Méndez
Plancarte interpreta así los versos anteriores: “estimó más conveniente el
reducirse a algún asunto particular, o ir estudiando separadamente, grupo tras
grupo, las cosas que se pueden sintetizar en cada una de las Diez Categorías en
que las ordenó el arte lógica de Aristóteles”. Tal lectura, sin embargo, está
determinada por el contenido de los versos que inmediatamente prosiguen en el
poema: “reducción metafísica que enseña (los entes concibiendo generales en
sólo unas mentales fantasías donde de la materia se desdeña el discurso
abstraído) ciencia a formar de los universales, reparando, advertido, con el arte el defecto de no poder con
un intuitivo conocer acto todo lo crïado, sino que, haciendo escala, de un
concepto en otro va ascendiendo grado a grado, y el de comprender orden
relativo sigue, necesitado el del entendimiento limitado vigor, que a sucesivo
discurso fía su aprovechamiento” (vv. 583-599. Subrayado mío).
Como vemos,
Méndez Plancarte reúne el concepto de las categorías con los versos 589-590
“reparando, advertido, con el arte el defecto”, para interpretar: “las cosas
que se pueden sintetizar en cada una de las Diez Categorías en que las ordenó
el arte lógica de Aristóteles”. Parece, en principio, que no hay reparo en
admitir tal lectura. Sin embargo, si intentamos hilar más fino, podríamos hacer
algunas precisiones que abren el texto a una letra más amplia y que lo
restituyen a su contexto cultural. [XLVIII]
La primera
consiste en leer literalmente los versos 577-582 “a singular asunto reducirse,
o separadamente una por una discurrir las cosas que vienen a ceñirse en lasque
artificiosas dos veces cinco son categorías”: “mas juzgó conveniente limitarse
a un solo asunto o discurrir por separado, una a una, las cosas, las cuales
vienen a abreviarse en las diez artificiosas categorías”. Así pues, el pasaje
de Sor Juana ha quedado restituido a la corriente general del agrupamiento de
los seres para estudiarlos en su individualidad. “El arte lógico de
Aristóteles” ha quedado afuera. Empero, Méndez Plancarte, como vimos, toma la
palabra arte del verso 590. en
efecto, la lógica era una de las artes del trivium;
todavía más, era la disciplina más significativa de
Pero añade,
también, nuevos elementos que permiten aludir al Ars combinatoria. El primero es el método de ascenso, ajeno a la
lógica, la cual opera con relaciones de inferencia deductiva. Lulio en cambio,
pone especial énfasis en este movimiento “de sensibilibus ad intelligibilia ascendens sive de intelligibilibus ad
sensibilia descendens”, y para ello
organiza tres escalas en cuyos grados distribuye a los seres. Kircher, por su
parte, al definir el método de su Ars señala
que por ella “cualquier arte o ciencia, y todas las razones de las cosas más
escondidas pueden ser examinadas e investigadas por varios ascensos y descensos
y circuitos de los ánimos”.
Sor Juana,
acorde con esta doctrina, continúa proponiendo su método o arte que suple el
limitado vigor del entendimiento “haciendo escala y de un concepto en otro va
ascendiendo grado a grado” (vv. 593-594), hasta que logre alcanzar “los altos
escalones” de la ciencia y llegue a “la honrosa cumbre” del conocimiento. A
continuación Sor Juana propone los diversos escalones que, en orden ascendente,
el alma debe examinar para obtener el saber; éstos son, como ya dijimos, en
primer lugar, los minerales, “ínfimo grado del ser inanimado”; después las
plantas, “vegetable aliento”; los animales; el hombre y el ángel. Ahora bien,
la enumeración planteada corresponde, en estricto orden ascendente, a los [XLIX]
universales planteados por Kircher y que líneas atrás reprodujimos. Así pues,
me parece que podemos concluir que el segundo movimiento que el alma emprende
en el Primero sueño para encontrar la
clave del conocimiento corresponde, dentro de la amalgama de métodos hecha por
Lulio, entre los cuales se encuentra el aristotélico, al Ars combinatoria de Kircher y que el término arte del verso 590, dentro de su ambigüedad, acepta si problemas
esta lectura, la cual se ve confirmada a través de los más de cien versos
subsecuentes.
Octavio Paz
señala con perspicacia que el Primero
sueño da un sesgo diferente a la tradición de los sueños; lo hace, afirma,
porque Sor Juana termina el poema en una no visión. A esta ruptura Paz la
califica de “grave y radical”; apunta además, que ella es “un signo de los
tiempos”. Me parece que, vistas las cosas desde la perspectiva del Ars combinatoria, la conclusión de Paz
adquiere mayor peso. En efecto, el Primero
sueño termina con la plena aceptación de los límites de la razón y, en
consecuencia, de la incapacidad del entendimiento para conocer todo. Es decir,
el Primero sueño marca el término del
enciclopedismo. Es, por tanto, un alegato contra Kircher, contra su Ars combinatoria y contra la tradición
en ella resumida. Pero, al aceptar Sor Juana los límites de la razón, no renuncia
al afán de saber, sino que acepta los saberes parcelados y, por ende, el poema
no es, ni manifestación del escepticismo ni, como quería Vossler, una
“expresión rezagada del barroco”; más bien, como él mismo lo apuntó, es un
precursor del Iluminismo, o mejor, como escribe Paz, el “poema barroco que
niega al barroco”.
8
En la literatura novohispana existen, por lo menos, otros
tres raptos o sueños, en dos de ellos el alma se desprende del cuerpo, pero no
busca, como en el Primero sueño, el
saber. Corresponden a la visión profética o segundo tipo de sueño que Paz anota
como consignados por Macrobio. El primer rapto se encuentra en el canto segundo
(estrofas XXV a
El segundo rapto se encuentra en La californiada (1744) de José Mariano de Iturriaga; ocupa del
verso 18 al 449, un poco más de la mitad de los 810 hexámetros de que consta el
poema. Juan María Salvatierra, el evangelizador de Baja California, libre de la
carga de la carne, dejando atrás ciudades, montañas y bóveda celeste, es
trasladado hasta el cielo en donde, tras largos parlamentos y visiones, logra
clemencia para los indios de la antigua California y la licencia para
evangelizarlos.
El tercer rapto, pero el primero cronológicamente, es
Así pues, en Nueva España encontramos dos ejemplos de rapto
extático anteriores al Primero sueño
y uno posterior a él; sólo
9
Las páginas siguientes cumplen el deseo de Juan José Eguiara
y Eguren: publican la correspondencia, hasta ahora inédita, cursada entre
Atanasio Kircher, Francisco Ximénez y Alexandro Favián; consta de 60
documentos. La mayor parte de ellos se encuentra dispersa en los volúmenes que
van del número 555 al 568 del Archivo de
Don José Mariano de Beristáin y Souza transcribió casi
literalmente, en su Biblioteca
hispanoamericana septentrional, las noticias que Eguiara aporta. Añade, por
su parte, que los elogios de Kircher revelan a Alexandro como “uno de los más
sabios americanos del siglo XVII”. Dice, también, otras dos cosas más: la
primera, que aunque Favián apenas fue conocido en América, tal agravio queda
reparado con los elogios que mereció de los europeos. La segunda resalta un
párrafo del Magneticum naturae regnum
y parece digna del espíritu que dio origen a
Estas noticias de nuestros bibliógrafos regresaron a mi mente
a causa de la polémica de Elías Trabulse y Octavio Paz sobre quién de ellos
hizo el primer señalamiento de hermetismo en Sor Juana; después, por el amplio
y documentado estudio que Paz dedicó a la monja jerónima. Incentivado por el
tema me di a la búsqueda de tal epistolario; mi indagación en nuestros
archivos, sin embargo, fue en vano. Extendí entonces, mis investigaciones a los
archivos europeos, especialmente a los romanos. En
Un análisis cuantitativo del epistolario señala la existencia
de 8 cartas de Ximénez a Kircher. La primera está redactada en Puebla, en las
kalendas de abril de 1655, y la última en México, el 8 de mayo de 1672.
Alexandro Favián, por su parte, envió a Kircher 14 cartas; la primera fue
redactada en Puebla el 2 de febrero de 1661 y la última, también en la misma
ciudad, el 20 de abril de
Las cartas fueron escritas en tres idiomas: las de Ximénez
están siempre en latín. Sus textos son breves y correctos pero sin adornos
literarios. Favián, por su parte, empleó el castellano en sus extensas y
extrovertidas cartas. Kircher respondió en lengua latina, salvo la carta
enviada a las monjas de Santa Inés que fue redactada en castellano. También en
castellano se encuentran las cartas de los superiores de
Por los indicios recabados podemos suponer que Kircher
escribió cerca de 14 cartas a sus corresponsales novohispanos; desgraciadamente en el epistolario sólo
conservamos 3 de estos documentos: dos cartas a Favián, una a las monjas de
Santa Inés y, además, el Memorial al César presentando a Favián para el
obispado.
Esta característica no es privativa del material novohispano;
pareciera que Kircher hubiera estado más preocupado por conservar las cartas de
[LIII] sus
corresponsales, que las propias. Es de lamentar que el epistolario general, tan
rico en documentos –preserva 2,292 cartas-, apenas conserve 148 del propio
jesuita. Esta observación es importante porque explica la composición de los
documentos que ahora salen a luz. Tal vez este hueco en la correspondencia
novohispana pueda ser suplido con los documentos que pudieran encontrarse en
los archivos mexicanos.
La transcripción no ha sido tarea fácil. El primer obstáculo
lo constituye la difícil grafía de los corresponsales; el segundo, la
diversidad de lenguas en que se encuentran sus escritos. Ambas circunstancias,
conjugadas, suscitaron serias dudas en la lectura de muchas palabras. Su
correcta interpretación exigió largo tiempo y paciencia. Sin embargo, la
transcripción que aquí ofrezco no ha escatimado esfuerzo alguno para ser fiel a
la original. En este aspecto, quiero agradecer al doctor Vincenzo Usanni, de
También debo señalar que he respetado las características de
los textos; sólo he modernizado la ortografía de las palabras y uniformado los
criterios de puntuación.
Aquí me interesa justificar la elección que he hecho de la
grafía Favián: ciertamente Eguiara y
Beristáin adoptaron la forma Fabián
que responde al nombre Fabius del
linaje de la gens fabia romana;
incluso varios de los contemporáneos de Alexandro, entre ellos Kircher, se
refieren a él como Fabián. Sin embargo, el mismo Alexandro firmó en sus
documentos Favián y he querido
respetar esta grafía que, por las razones que se quiera, empleó el propio
interesado. También me he preocupado, por separar y numerar los párrafos, pues
en el original no se presenta diferenciados. En este recuento de elementos
técnicos quiero, antes de ofrecer los documentos, indicar que cada uno de los
que se encuentran escritos en lengua diversa a la castellana, va acompañado de
su respectiva traducción.
Sólo resta decir que la historia novohispana aún tiene
grandes zonas que nos son desconocidas; investigarla contribuye a sacar a luz
hechos y personas que modifican la visión que tenemos no sólo de ella en lo
particular sino de la cultura mexicana en lo general. El epistolario de
Alexandro Favián, Francisco Ximénez y Atanasio Kircher es uno de ellos.
IGNACIO OSORIO ROMERO
Instituto de Investigaciones
Bibliográficas
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Nota del transcriptor: He respetado la ortografía utilizada por el autor, que utiliza con frecuencia monosílabos acentuados: “él”, “dió”, así como otras peculiaridades ortográficas, p. Ej.: “aquéllos”, en lugar de “aquellos”.
(Transcripción terminada el 09 de mayo de 2004.)
(Comienzo de revisión y corrección: incipit 09 mayo 2004)
_______________________
Ficha Bibliográfica:
Osorio Romero, Ignacio
LA LUZ IMAGINARIA
Epistolario de Atanasio Kircher con los novohispanos
UNIVERSIDAD NACIONAL AUTÓNOMA DE MÉXICO
1993.
LIII + 181 pp.
Versión electrónica a cargo de J. Francisco. A. Elizalde.
México, Frontera Norte, incipit 17 de julio de 2003, finita fuit 9 de mayo 2004.
jufrae@prodigy.net.mx, jufrae@hotmail.com
http://www.oocities.org/juanfrancisco_arriaga/index.htm
NOTA BENE: La transcripción electrónica de este estudio introductoria se realizó “a mano alzada”, esto es decir, tecleando directamente del texto original todo el contenido. Agradeceré infinitamente, por tanto, se me haga llegar cualquier errata, comentario, o sugerencia que pueda mejorar esta edición electrónica.
La segunda parte y final de esta página modesta, contendrá la transcripción de algunas cartas de Alexandro Favián a Atanasio Kircher, y si fuera posible, las respuestas de éste al criollo. Siéntase completamente libre de contactarme para cualquier duda o comentario, a las direcciones de correo que aparecen supra.
Gracias.
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Links relacionados:
Artículo sobre
las Epístolas entre Kircher y Alexandro Favián con el tema de la relojería
Nota del 13 de octubre del 2003:
Existe un proyecto para editar
electrónicamente la correspondencia que se conserva de Atanasio Kircher en
http://193.206.220.68/kircher/index.html
La forma más cómoda de acceder al
contenido, es descargando el cliente de conexión que se proporciona en el
sitio, mide poco más de 14 megas, y se descarga en 45 minutos aproximadamente,
con conexión por teléfono.
Para descargarlo vaya a la siguiente
dirección:
http://www-sul.stanford.edu/depts/hasrg/hdis/insight.html
La ventaja de descargar el programa es
que permite la visualización de todas las cartas, incluye motores de búsqueda,
y está abierta al público.
Los passwords son los siguientes:
Username:
public
Password:
public y
Username: stanford
Password: stanford
Con esto se entra a la database de
El último añadido (9 de mayo 2004), es una página creada a partir del cliente de conexión Luna Insight, con el que ha sido posible identificar las cartas de Alexandro Favián, y dos respuestas de Kircher, además de la carta a las monjas jerónimas de que habla el Dr. Osorio Romero en los parágrafos finales de su estudio. Para consultar las imágenes de estas cartas, refiérase al siguiente enlace:
http://oocities.com/gregorovivs/kircher-correspondence.html
Consta de 26 imágenes, ordenadas verticalmente, que incluyen las anotaciones de fecha, una descripción brevísima de la misma, y a ser posible, el número de catálogo y la colección a que pertenecen.
La segunda parte de este proyecto, una vez terminada la transcripción del Dr. Osorio Romero, consiste en la transcripción de algunas cartas de Alexandro Favián, y si fuera posible, la transcripción y traducción de las respuestas del mismo Kircher. Agradecemos la paciencia de los visitantes de esta página, para cualquier duda, aclaración y comentario –críticas son bienvenidas- diríjase a la dirección de correo: jufrae@prodigy.net.mx.
Para ver un ejemplo de la escritura tan
meticulosa y elegante del mismo Kircher, puede acceder en este link, que
descargará una imagen que he guardado en este mismo dominio:
http://www.oocities.org/gregorovivs/images/007r.jpg
Como se menciona en la misma página de
Stanford, los contenidos son para
uso educacional, de investigación o privados, sin fines de lucro.
______________________
EL
DOCUMENTO PDF HA SIDO EDITADO CON "BOOKMARKS", CUIDÁNDOSE LOS
MÁRGENES, Y OPTIMIZÁNDOSE PARA SU IMPRESIÓN, AÑADIÉNDOSELE NUMERACIÓN DE
PÁGINAS, Y UN FORMATO DE LETRA MUCHO MÁS LEGIBLE. TEXTO ACTUALIZADO EL 09 DE MAYO
DE 2004.
Refiérase al siguiente
enlace para su consulta, o si desea guardar el documento en su computadora, de clic
con el botón derecho, y elija la opción: “guardar destino como”.
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