17 de julio de 2006

Sr. Director:

Leo con asombro la carta del Sr. Sosa Ortiz que publica el País el domingo 16 de julio sobre el general Queipo de Llano. Desgraciadamente el espacio de una carta es escaso y sólo podré contestarle muy someramente.

Para empezar no sé a quien quiere atacar con su escrito. Si al propio General, o a la Iglesia por darle sepultura.

Tilda al General Queipo de Llano de terrorista en función de lo que decía en sus charlas radiofónicas. De ello ya se ha escrito casi todo lo que es posible escribir, y si el Sr. Sosa se documentara un poco, sabría que los discursos de Queipo, en los que hablaba de lo rápido que iban a acabar con la resistencia de los milicianos, eran en muchos casos simples amenazas pronunciadas cuando el propio Queipo no podía ni salir de su despacho, rodeado como estaba por el enemigo. Sus “bravatas”, que así podríamos calificar muchos de los discursos que al Sr. Sosa tanto le escandalizan, supusieron un arma psicológica que nunca antes se había usado y lograron, sin duda, poner en fuga a un buen número de milicianos, haciendo la campaña menos violenta y ahorrando así muchas víctimas en los combates.

Califica el Sr. Sosa de terrorista al general Queipo, y le echa en cara cada muerte de la toma de Sevilla. Muertes sin duda lamentables que se produjeron en plena acción de guerra, de una guerra que todos nuestros mayores sufrieron y de la que no hay espacio ahora para exponer sus porqués. Sin embargo, me pregunto si el Sr. Sosa habrá criticado el reciente homenaje que en nuestra querida ciudad de Sevilla se ha realizado a Santiago Carrillo Solares, responsable directo de asesinatos en masa, a sangre fría y en la retaguardia de esa misma guerra. ¿Sabe qué le digo, Sr. Sosa? Que la reconciliación nacional nos pedía a todos que aceptáramos a Carrillo y a otros personajes de la guerra olvidando en lo posible lo que en aquellos oscuros años sucedió y enfrentó a media España contra la otra media. Y así se hizo. Pero si ahora quiere usted, y otros como usted, sacar a pasear fantasmas, quizá sea justo sacarlos a todos. Máxime cuando además, sus fantasmas, tienen bastante de novela de terror y poco de históricos.

También se queja el Sr. Sosa de que en Sevilla quede la tumba de “aquel que se levantó contra la legalidad”. Tampoco es espacio este para discutir sobre lo que quedaba de legalidad en la República, pero sí lo es para preguntarle al Sr. Sosa si se muestra indignado por la intención del Excmo. Ayuntamiento de Sevilla de dedicar una histórica plaza de su más histórico centro a Indalecio Prieto. Supongo que se escandalizará de que esto se hagam ya que Indalecio Prieto y todo su partido (el PSOE) se levantó en armas contra la República apenas 2 años antes que el general Queipo de Llano, por el simple hecho de que el partido que había ganado las elecciones tuvo la ocurrencia de poner a dos ministros en el gobierno contra la opinión y el gusto de Don Indalecio y sus secuaces.

Al final, la queja del Sr. Sosa parece ser contra la Iglesia. Y la razón, el dar sepultura; el que en su suelo haya un par de metros cuadrados en los que descansan los restos mortales del general. Quizá el Sr. Sosa prefiera los métodos de los dos personajes por mí citados, los Sres. Carrillo y Prieto, que se recuerdan entre otras cosas por sonreir mientras las milicias de sus partidos profanaban tumbas como la del general y esparcían los restos allí encontrados por las calles.

¿Es esa su propuesta, Sr. Sosa? ¿La hace en nombre de la concordia y la reconciliación nacional?

Atentamente,

Gonzalo García Yangüela.

 

Agradezco todo tipo de comentarios, no tienes mas que escribirme:

 

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