29 de
enero de 2007
Sr.
Director:
En los días pasados mucho se ha hablado y escrito sobre la
conveniencia o no de permitir a una rata asesina el salir de la
cárcel por la presuntamente crítica salud a que
le ha llevado su presunta huelga de hambre.
El argumento principal para intentar convencernos a millones de
españoles que eso era lo más conveniente
–argumento repetido por políticos, gobernantes,
magistrados y demás gente que vive de nuestros impuestos-
era el de que de otra manera estaríamos generando un
mártir para la causa etarra.
Pensar en qué será de la rata puede llegar a ser
entendible. Pero pensar en ella concediéndole más
importancia que a Vicente, Juan, Eugene, Juan Carlos, Vicente Javier,
Juan José, Juan, Alberto, Ricardo, Carlos, Francisco,
Jesús María, Santiago, Carmelo, Miguel A.,
José, Andrés José, Antonio,
José Joaquín, Jesús, Juan Ignacio,
Javier y Ángel... eso sí que es repugnante.
Porque estas 25 personas sí son mártires. Estas
25 personas sí perdieron la vida y no porque la pusieran en
peligro voluntariamente, como hace la rata, para obtener beneficios y
poder brindar en su casa por la próxima víctima.
Son mártires porque una rata que hoy desafía al
Estado de Derecho decidió que no merecían vivir.
Porque una rata decidió que sus familias deberían
llevar en el fondo del alma un dolor inmenso. Porque una rata que
celebra y ríe cada lágrima que nosotros
derramamos, cada quejido que lanzamos, cada pesar que nos alcanza,
decidió un día asesinarlos.
A esa rata quieren darle algunos un trato humanitario. A esa rata la
consideran algunos merecedora de cuidados especiales. A esa rata la
consideraron algunos parte de su proceso. A esta rata quieren algunos
que prestemos atención y respeto, mientras ignoran, olvidan,
o en ocasiones desprecian, a las muchas víctimas que
dejó esta rata. Si la rata es de por sí un bicho
repugnante... ¿qué nos debe parecer aquel que se
preocupa antes por ese bicho que por los mártires y sus
familiares?
Espero que esa rata viva. Y que viva muchos años. Y a ser
posible, entre cuatro paredes con barrotes, hasta que redima sus muchos
males, que no se arreglan por ponerse a dieta.
Atentamente,
Gonzalo
García Yangüela.
Agradezco
todo tipo de comentarios, no tienes mas que escribirme:
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