En plena ofensiva de la cultura de la muerte por legitimar la aniquilación de seres humanos, queriendo ampararla bajo un maquillaje de progreso y avance científico, escribí esta carta en defensa de los más indefensos:

 

Sr. Director:

En estos días muchos medios saludan como gran avance la total regulación de la investigación con embriones humanos (subrayen lo de humanos) en España. Señalan que se abren nuevos expectativas para los enfermos y para la investigación de todo tipo.

A nadie parece importarle que hasta la fecha la investigación con embriones (humanos, insisto) no haya servido para curar ni un resfriado y que la investigación con células madre adultas, obtenidas por ejemplo de cordones umbilicales, sí haya dado resultados en la lucha contra enfermedades. A nadie parece importarles. El caso es ser modernos, y poder freír embriones (humanos ¿lo he dicho ya?) como el que mas aunque sin un sólo resultado práctico, aunque este último aspecto quede sistemáticamente silenciado por los defensores de la cultura de la muerte, al igual que las alternativas reales de los trabajos con células madre adultas.

Cuando era niño, pregunté sobre qué pasó en la II guerra mundial. Me enseñaron que en un país había una gente despiadada, que usaba seres humanos para investigar con ellos. Que con sus víctimas fabricaban jabón. Que los despedazaban vivos para sus experimentos. Aquello se presentaba como el culmen de los horrores. Hubo una espantosa guerra porque había que acabar con ese régimen por representar la expresión máxima de la perversión.

Hoy, viendo el panorama, me pregunto ¿el hecho de que las víctimas de los experimentos actuales no puedan gritar, no puedan ser fotografiados, no puedan verse sus cadáveres, hace a estos investigadores mejores que a aquellos?

Hablando sobre el tema con un conocido, me dijo "espero que no tengas nunca un hijo con diabetes y tengas que valerte de esas prácticas para salvarle". Sólo pude darle responderle dos cosas: "De eso no puedo valerme porque no ha dado ningún resultado. Y tengo dos hijas. Sería incapaz de matar a una para salvar a la otra".

Abramos los ojos. Ese camino no ha dado ningún resultado práctico. Puede ser que lo llegue a dar. Pero ¿de verdad estamos dispuestos a aceptar para nosotros esos resultados, conseguidos a costa del exterminio de miles de diminutos seres humanos? Y el que lo acepte ¿se lavaría con jabón de Auschwitz?

No todo vale. Y menos, cuando hay alternativas.

Atentamente,

Gonzalo García Yangüela.


Agradezco todo tipo de comentarios, no tienes mas que escribirme:

 

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