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Entrevista a Antonio Herrero, en la Revista de el diario “el mundo”                  MARZO DE 1998


HAY ENCUENTROS que merecen contarse desde el principio. El encuentro con Antonio Herrero (43 años) no tiene nada de especial, pero nos aproxima a la vida de un periodista que trabaja y duerme al revés del mundo. Eso predispone a contemplarlo como un bicho raro, o al menos como un superviviente de la casta de los noctámbulos. Porque son algo más de las doce de la mañana, todo hay que decirlo, y el hombre está contando los minutos que le quedan para acostarse. Todo un prodigio de anormalidad cotidiana.

La cita tiene lugar en la Cope. La redacción está volcada en la preparación del informativo de mediodía, aunque la luz de las bombillas haga creer por un momento que pueden ser las diez de la noche o las cinco de la madrugada. Reina una calma que no es calma, pero lo parece. Desde que en las redacciones se ha impuesto la presencia frígida de los ordenadores, no hay ruido, no hay bullicio, no hay voces. Al fondo, prisionero en un garito acristalado, Herrero habla por teléfono sin parar de gesticular: estira los brazos, vocea -supongo que vocea, pero no lo escucho-, ríe abiertamente y consulta papeles. Es la imagen de la hiperactividad. Teniendo en cuenta que a lo largo de la semana no ha dormido más de tres horas diarias -me lo ha confesado por teléfono cuando establecíamos la cita- su lozanía resulta envidiable. Algún secreto habrá en su vida. Tal vez se inyecta ginseng en vena. O no. A lo mejor es que posee un biorritmo a prueba de héroes. En cualquier caso, semejante circunstancia mosquea un poco. Además hay que recordar otro detalle substancial: Antonio Herrero es cazador, y los cazadores me inquietan profundamente. Se llamen Antonio Herrero o Miguel Delibes.

Pregunta.-Ahora no es época de caza... ¿cómo mata el tiempo los fines de semana?
Respuesta.-Pensando en el lunes, preparando los programas de la semana siguiente...

P.-No puedo creerlo. Es usted un monstruito.
R.-¿Qué quiere que le diga? ¿Lo que hago o lo que cree usted que debo hacer?

P.- Es que no me parece normal pasarse la vida pendiente del trabajo.
R.- La radio no sólo es un trabajo sino un entretenimiento. Tengo algunas aficiones más, pero de menor relevancia que la radio. Son intrascendentes... No querrá hablar de cosas intrascendentes...

P.- ¿Por qué no?
R.- Bueno, me gusta mucho el campo, la naturaleza ...Ver pintura y escuchar música también me distrae...

P.- Debo entender entonces que cuando de verdad se desahoga es durante la semana.
R.- El trabajo nunca me crea tensión y por tanto no tengo necesidad de concebir los fines de semana como descanso. Los sábados y domingos me dedico a diseñar los argumentos de los programas siguientes, a pensar quiénes pueden ser los protagonistas o incluso a darme una vuelta por la radio para ver que tal van las cosas.

P.- Me deja usted un poco asustada... Encima duerme tres horas diarias... ¿Es el ritmo que le pide el cuerpo?
R.- Esta semana he estado como de parto, normalmente duermo más, cuatro o cinco horas... Mi vida es sosegada y mecánica: no asisto a fiestas y frecuento poco los restaurantes. Siempre hago lo mismo: madrugo, voy a trabajar, vuelvo a casa, vuelvo a madrugar...

P.- Eso no cuadra con su carácter vehemente...
R.- ¿Vehemente? ¿Qué entiende por vehemente?

P.- Lo mismo que usted: impulsivo.
R.- En muchos años de radio he cometido pocos errores. A lo mejor significa que pienso las cosas más de lo que parece.

P.- Hagamos un poco de repaso, Antonio. De pequeño sería usted un niño muy trasto, supongo.
R.- Sobre todo era deportista, jugaba al fútbol de delantero centro, siempre mirando al portero. Más tarde me dediqué también al atletismo, la carrera de fondo. Me enseñó mucho el atletismo. En realidad, el deporte ha sido decisivo en mi formación. Yo pienso que entre los deportistas no hay mala gente, no puede haberla.

P.- O sea, que usted es buena gente.
R.- Ya he dejado de ser deportista, por desgracia.

P.- ¿Empieza a considerarse mala gente?
R.- Saque las conclusiones que quiera, pero yo he conocido a muchos atletas y todos tienen una mentalidad especial... Alguien que se plantea una carrera de 10 o 12 kilómetros campo a través y se pasa toda la semana entrenando cinco o seis horas diarias, aprende a plantearse las cosas de forma distinta, con calma, mide muy bien sus fuerzas, sabe que las carreras no son como empiezan sino como acaban...

P.- Sin embargo, no sé, cualquiera diría que a usted le va más la velocidad, los cien metros lisos...
R.- Llevo 17 años al frente del mismo programa. Si eso le parece una carrera de velocidad... No, no, yo soy un luchador, y además entiendo la disputa de manera noble. Ignoro lo que es el rencor o la venganza, no tengo dobleces. Digo las cosas porque las pienso, y las digo de frente, mirando a los ojos. El otro día le contaron un comentario mío a Concha García Campoy y ella respondió: "Hay que ver, y encima me saluda". Pues sí, la saludo. A ella y a todo el mundo. ¿Criticar a alguien significa negarles el saludo? Muchas veces coincido en un acto con gentes que me han criticado a mí, y veo cómo se escabullen para evitarme. Es como si se avergonzaran de lo que han dicho.

P.- ¿Se saluda con toda la gente de la profesión?
R.- No tengo nada personal contra nadie. Saludo a los que se ponen a tiro y no se esconden. Sin cinismo ni mala conciencia. Mis amigos, sin embargo, están muy claros. Yo considero amigo, por ejemplo, a Luis Herrero. Luis y yo estamos juntos desde hace muchos años, tenemos una formación ideológica y personal distinta, discrepamos mucho, pero nos queremos. García es otro gran amigo de hace muchísimos años. Cuando mi madre vino de Marbella a Madrid para casarse con mi padre, las primeras personas que conoció fueron los padres de José María García. También podría hablarle de Pablo Sebastián, o de José Luis Gutiérrez, o de Pedro J. Tengo afecto por otros compañeros que me critican, aunque yo siempre distingo entre la gente que está convencida de lo que dice y aquella que lo hace por conveniencia. Días atrás, después de las sonadas declaraciones de Eguiagaray, sentí una gran lástima: él soltó unas frases y luego, en una tertulia, repitieron sus palabras sin respetar el copyright. Me parece rastrero.

P.- Verá, Antonio: una vez le hice una entrevista a Radomir Antic y casi me empapelaron por reproducir sus respuestas. No quisiera que los afectados de esta entrevista mataran de nuevo al mensajero... A ver cómo me las apaño para mantener la distancia y el tipo.
R.- Yo soy responsable de mis palabras. Pero no me gustaría centrar el tema en los periodistas, que al fin y al cabo son peones sustituibles... El caso de Luis del Olmo es distinto. Me meto con él para darle vida y ánimos, porque es un tío aburridísimo.

 

"Ni he almorzado ni cenado en La Moncloa. Sólo la conozco por fuera. A la 'bodeguiya' de Aznar van los mismos que cuando Felipe..."

 

P.- Me pregunto que diría su padre, Antonio Herrero Losada, si le viera ahora, tan combativo, tan disparatado a veces... ¿Se lo ha preguntado usted también?
R.- Sí. Me diría: "Adelante, sigue luchando por la libertad, el periodismo y la independencia".

P.- Le noto muy seguro...
R.- De las cosas que afectan a mi padre soy yo el que puede estar más seguro.

P.- Su padre era muy elegante. A usted no le caracteriza precisamente la elegancia.
R.- Es verdad, él era muy fino. Digamos que él jugaba de interior izquierda, mientras que yo lo hago de delantero centro. El interior hace regates, sirve pases... Mi padre es el único periodista que ha trabajado en todas las agencias de prensa de España. Lo hizo durante 60 años.

P.- ¿Qué ha heredado de él?
R.- No sé. Tengo su ejemplo y me basta, aunque a veces le hayan pretendido insultar para atacarme a mí. Él fue un hombre de una rectitud absoluta. Tuvo que pelear con los peores años de represión de la dictadura, y adquirió gran experiencia como bregador. Él padeció el franquismo y yo he padecido el felipismo.

P.- No es comparable, hombre.
R.- Es perfectamente comparable. En muchos de sus aspectos, la mentalidad del felipismo ha sido equiparable a una dictadura. Ambos pretenden el control del estado y la sociedad, uno por métodos democráticos y el otro por métodos antidemocráticos.

P.- A usted le acusan de ejercer las críticas en una sola dirección. ¿Eso no afecta a su credibilidad?
R.- Lo mismo dicen algunos del PSOE, pero también hay gente como Federico Trillo, o Álvarez Cascos, o Ruiz Gallardón o Rato, que se quejan de las críticas que les hacemos. A ver en qué quedamos...

P.- Yo me refería a su fijación antifelipista.
R.- Nosotros no somos anti-nada, sino properiodismo. Contamos lo que vemos, y hemos visto muchas cosas. Yo nunca he descalificado el socialismo ideológicamente.

 

"Me meto con Luis del Olmo para darle vida y ánimos, porque es un tío aburridísimo"

 

P.- El socialismo no es el felipismo.
R.- ¿Ve? Usted misma lo acaba de reconocer... Nadie está contra Felipe porque sí, está contra una serie de hechos protagonizados durante su etapa.

P.- Se sigue reproduciendo el viejo esquema de las dos Españas. Sin embargo, hoy los ataques surgen con más virulencia entre los periodistas que entre los propios políticos. Se ponga usted como se ponga, eso enturbia el buen nombre del oficio.
R.- A los ojos de una parte de la opinión pública, la profesión está dañada, y lo está por aquellos que han descubierto lo que yo llamo el IVA, es decir, el valor añadido del periodismo. Un ejemplo: pasar las entrevistas al ex presidente del gobierno para que las corrija o las utilice con el fin de montar una conspiración. Otro: los empresarios que van a La Moncloa a ver al de turno ofreciéndole ser su empresario en los medios, o los presidentes de ciertas compañías que le dicen a Aznar: "Oye José María, contigo como con Felipe: lo que quieras". Todos esos han encontrado el filón económico apoyándose en el valor añadido de la profesión: es decir, o con las exportaciones, o con los negocios de tráfico de influencias, o de propiedad de las televisiones sin tener un duro.

P.- ¿No hay sobredosis de periodismo de opinión?
R.- Una sociedad es más libre cuantas más opiniones tenga. Juan Luis Cebrián, esa lumbrera, ese prodigio del periodismo...

P.- Por favor, recuerde que el mensajero soy yo.
R.- Juan Luis Cebrián decía que las tertulias no eran periodismo riguroso y tenían que desaparecer. Bueno, pues al cabo de los años su emisora se ha llenado de tertulias. ¿Por qué no habla ahora del poco rigor de las tertulias?

P.- Lo que resulta evidente es que la realidad cambia según los medios de comunicación que la ofrezcan.
R.- La realidad siempre es la misma.

 

"Me gustaría ganar la mitad de lo que gana Iñaki Gabilondo"

 

P.- Pero el oyente, o el lector, no lo percibe así.
R.- Para algunos medios es muy duro reconocer de pronto que otros compañeros tenían razón. ¿O me va a decir que Lasa y Zabala se torturaron solos y se mataron a sí mismos? La realidad es una y se acaba imponiendo. Recuerde lo que pasó con Luis Roldán. Cuando José Luis Gutiérrez destapó el caso en Diario 16, muchos callaron a la espera de lo que decía González. Al final no tuvieron más remedio que rendirse a la evidencia..

P.- ¿Ha almorzado alguna vez en La Moncloa?
R.- Ni almorzado ni cenado. Sólo conozco La Moncloa por fuera. A la bodeguiya de Aznar van los mismos que cuando Felipe...

P.- Indro Montanelli sostenía que el periodista que persigue el poder o el dinero traiciona su oficio. ¿Está de acuerdo?
R.- El objetivo del periodista son las noticias. Otra cosa es que aspire a ganar el dinero que legítimamente pueda ganar en una sociedad de mercado.

P.- ¿Cuánto gana usted?
R.- Poco para lo que merezco. De mayor me gustaría ganar la mitad de lo que gana Iñaki Gabilondo.

P.- ¿Y es normal que un periodista gane tanto o más que su empresa?
R.- Ése caso no se da, pero si se diera, es responsabilidad de la empresa. Hay periodistas decisivos para sus empresas. Imagine a Emilio Aragón, que no es periodista pero podría hacerlo mejor que muchos. Él gana miles de millones y me parece estupendo, porque sólo hay un Emilio Aragón en España. Roberto Carlos también gana mucho dinero, pero no hay otro lateral como él. García gana mucho, pero es el mejor hombre de deportes. Yo sólo soy un testigo de paso, estoy muy lejos de los casos que menciono.

P.- Ya sé que para trabajar en la Cope los obispos no piden la fe de bautismo, pero quiero saber si usted es creyente, si va a misa, todo eso.
R.- Soy católico y llevo una vida interior muy rica y muy feliz.

P.- Qué estupendo. ¿Ejerce también la caridad cristiana?
R.- En la condición de católico está la de ser pecador.

P.- Tiene respuestas para todo, Antonio. Se nota que va bien de reflejos... ¿Hablamos un poco de la conspiración?
R.- No hay nada que hablar. Alguien quiso hacer daño y mintió.

P.- ¿El problema está quizá en la palabra conspiración?
R.- No. Está en la descripción de los hechos. Cuando Luis María Anson hizo esa descripción, mintió rotundamente, y un periodista lo peor que puede ser es mentiroso. No hubo tal conspiración.

P.- ¿Podría hablarse de cierta concertación de voluntades?
R.- No. Tampoco se concertó nada. Por mi carácter, yo no concierto ni conmigo mismo. ¿Cómo iban a concertar Pedro J. Ramírez, que ha denunciado el crimen de Estado, con Luis María Anson, que consideraba que había que tapar el tema? De todas formas, mire, con todo ese lío nos han hecho un favor. Yo me siento tan importante que sólo me falta un Cohiba y Caribiana.

P.- Tropicana.
R.- Pues eso: Tropicana.

P.- Permítame una insolencia, Antonio: ¿Es feliz?
R.- Sé que la confesión puede dolerle a Polanco y a sus chicos, pero soy muy, muy feliz.

Nota :  Antonio Herrero moría víctima de accidente  2 meses después.

 

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