ORACIÓN DEL TURISTA

Padre nuestro, ampara a tus humildes y obedientes servidores turistas, condenados a viajar por estas tierras, tomando fotos, enviando tarjetas postales y comprando recuerdos. Te rogamos, Señor, evites que el avión sea secustrado o que se nos extravien las maletas, y permite que pase inadvertido el exceso de equipaje.

Ilumínanos para escoger con tino el hotel nuestro de cada día. Condúcenos a restaurantes buenos y baratos, donde incluyan el vino en el precio de la comida. Concédenos la sabiduría de dar la propina correcta en una moneda cuyo valor desconocemos. Haz que los nativos nos quieran por lo que somos. Danos la fortaleza para visitar los museos, catedrales y palacios y, si por casualidad pasamos por alto algún monumento a fin de echar una siesta después del almuerzo, perdónanos Señor, porque la carne es débil.

Dios todopoderoso protege a nuestras esposas, de las "gangas" que ni necesitan ni pueden pagarse, y no las dejes caer en la tentación, pues no saben lo que hacen.

Padre Omnipotente, no permitas que nuestros maridos se fijen en las extranjeras y las comparen con nosotras. Sálvalos de hacer el ridículo en los cabarets. Y sobre todo no les perdones sus ofensas, pues ellos sí saben lo que hacen.

Y cuando haya terminado el viaje, dispénsanos la merced de encontrar amigos sufridos dispuestos a ver nuestras películas y a escuchar nuestros relatos, de modo que nuestra vida de turistas no haya sido en vano. Amén.


Art Buchwald, Times de los Angeles.
Cortesía de: Patricia Durán-Quenault.

Canada, agosto de 1999