Maurice Herzog, el primer conquistador de un ''ochomil''
Texto: Mauricio Alarcón C.
Fotos: Guillermo Farías

5 de Octubre de 2003


Hace 53 años, el francés Maurice Herzog se convirtió en el primer hombre en conquistar una cumbre de más de 8.000 metros de altura: el temible monte Annapurna. ¿Cómo lo hizo? La respuesta a esta pregunta lo ha llevado a dictar conferencias por todo el mundo, Chile incluido, donde los fanáticos del montañismo lo escuchan con la devoción que se dedica a los mitos vivientes. ¿Queda algo por conquistar en la alta montaña? Según Herzog, poco, pero queda.



Texto: Mauricio Alarcón C.
Foto: Guillermo Farías

Maurice Herzog, el primer hombre en alcanzar una cima de más de ocho mil metros, el conquistador de una de las montañas más peligrosas del mundo, una de las leyendas vivas de la exploración y la escalada, parece haberse extraviado en la ruta entre su hotel y el auditorio de la Alianza Francesa. Aquí lo esperan decenas de admiradores para una sesión comentada del documental que registra su ascenso al monte Annapurna en 1950, que por primera vez se exhibe en Chile dentro de la programación del notable Festival de Cine de Montaña de Banff.

Cuando los asistentes y organizadores comienzan a hacer bromas nerviosas acerca del taxista encargado, aparece Herzog.

Cuesta reconocer en este elegante francés de 83 años al osado conquistador de las viejas fotografías en blanco y negro. Cuesta reconocerlo hasta que gesticula con sus manos y uno ve sus dedos amputados, la cuenta que le cobró el Annapurna por dejarse vencer.

Pasada la exhibición, vienen los aplausos y las consultas de la concurrencia. Alguien le pregunta qué se siente ser una leyenda viva. "Es más entretenido estar vivo", responde sonriente. No es para menos. A cinco décadas de su logro, todavía son pocos los que pueden contar esta historia.

- ¿En qué momento deciden esta expedición?<

"La definimos en 1949, cuando recibimos del reino de Nepal una autorización para entrar en su territorio. Era la primera vez que occidentales iban a tener la oportunidad de entrar en esta zona y teníamos total libertad para escoger nuestro objetivo. De hecho, ni ellos conocían sus montañas. Conocían el Everest, pero las otras para nada, porque nadie hacía alta montaña en ese país".

- ¿Qué lo movió a meterse en esta aventura??

"Mis motivaciones eran claras. Toda mi vida, desde que era niño, he sido un hombre de montaña. Cuando estuve obligado a permanecer en París por mis estudios, pasaba todo mi tiempo libre en Chamonix, a los pies del macizo Mont Blanc, que escalé por todas las caras, por todos los costados. Incluso me quedaba en la alta montaña por varias semanas, y mis amigos, que no podían seguirme la pista en esta ascensión, iban rotando".

- Esto marcó el inicio de una época dorada del montañismo.

"Al menos en la zona de los Himalaya. Hubo expediciones británicas en el Everest, pero todas fracasaron. Nosotros tuvimos la opción de ir al Everest y era interesante, porque es la cima del mundo. Le llamaron 'el tercer polo'. Pero ya los británicos habían organizado a lo menos unas diez expediciones. No hubiese sido elegante hacerlo. Los alpinistas tienen muchos defectos, pero en la vida de montaña al menos sí se comportan como unos caballeros".

- ¿En verdad, nunca consideraron la posibillidad de subir el Everest?

"Era interesante, pero en ese momento cualquier ochomil era un éxito impresionante. Nadie pensaba que fuera posible escalarlos".

- ¿Por qué Nepal les hizo esa invitación a ustedes?

"Yo creo que el reino nepalés quería tomar distancia en relación a los británicos. Le recuerdo que en esa época los británicos ocupaban India e iban mucho al Tíbet para hacer reconocimientos armados. De hecho, había un representante permanente del gobierno británico en Katmandú. Era el único país extranjero que tenía este tipo de representación. Pienso que el gobierno nepalés quiso liberarse de la tutela británica, dándonos a nosotros, franceses, que siempre habíamos sido independientes en torno a los asuntos de la región, la primera autorización para entrar".

- Fue un gesto político, entonces.

"Para ellos, esto era muy importante, porque sospechaban que los británicos querían anexar Nepal a la India y hacer desaparecer la monarquía nepalesa. Por supuesto que a los británicos les cayó pésimo esta autorización. No estuvieron muy contentos, pero nunca lo demostraron".

- ¿Y por qué eligen el Annapurna, uno de loos ochomiles más peligrosos?

"Hasta el día de hoy, el Annapurna registra más exploradores muertos que vivos. No es muy divertido el dato. Habíamos puesto en esta montaña un interés que nos superaba, porque era impresionantemente bella. Los montañistas, los hombres que aman las montañas, somos todos unos sentimentales. Parece raro para estos tiempos, pero es así".

- ¿Había intentos previos en el Annapurna?<

"No, era desconocido. Nosotros no teníamos ni siquiera un mapa confiable. Tuvimos que organizar reconocimientos de terreno del Annapurna y del Dhaulagiri, la cumbre gemela. Desde que salimos hasta que volvimos a París, la expedición duró cuatro meses. De ese tiempo, pasamos un mes estudiando el sitio. Un mes de caminatas de acercamiento y reconocimiento hasta el campo base, una pequeña ciudad a 2.500 metros de altura, sobre la ribera del río Kali Gandaki, que es un torrente sagrado".

- Además de mapas, tampoco tenían equipos aadecuados como ahora, ni sherpas bien preparados como los de hoy, que hacen incluso circuitos turísticos.

"No es tan así. El equipo que yo tenía era el mejor que hubiésemos podido reunir en ese minuto en el mundo, y lo probaron los más grandes alpinistas de la época, en un momento en que Francia se preciaba de tener a los mejores. De los porteadores, igual eran los mejores posibles. Ésa es su vida, pero no eran para nada gente de montaña desde el punto de vista alpinista. Eran sólo transportadores. Los sherpas sí tenían la capacidad, y fue a ellos a los que formamos en técnicas de alta montaña, lo que fue muy útil para otras expediciones".

- ¿Cuál fue el momento más dramático del viiaje?

"Sin duda el descenso. Ahí empezaron los problemas. Más exactamente en una grieta en la que nos refugiamos todos para pasar la noche después de hacer cumbre. Pasamos la noche en condiciones durísimas y al día siguiente todos trataron de salir de esta grieta descalzos, porque en la noche nos habíamos quitado los zapatos. Después de tanto caminar en esas condiciones, los pies se hinchan. Pero en la madrugada hubo una pequeña avalancha de nieve que cubrió todo. Teníamos que encontrar los zapatos, y como todos ya habían salido de la grieta y yo seguía al fondo, tuve que escarbar con mis manos en la nieve. Así encontré todos los zapatos y gracias a eso mis compañeros pudieron salvarse. Ahí está la causa de mis dedos cortados.

"Después, en los pies del Annapurna, en un lugar que se llama Pequeño Bosque del Verano, estuve a punto de morir. No veía, no sentía, no escuchaba, estaba prácticamente muerto. Y no sé cuánto tiempo pasó mientras estuve en este coma. Tampoco sé en qué momento empecé a despertar. Ahí empezó una segunda vida para mí".

- ¿Cómo iba el resto de sus compañeros?
>
"Yo era sin duda el peor, porque Louis Lachenal, que llegó a la cumbre conmigo, sólo tuvo este problema de congelamiento en un pie. Estaba en buen estado y los otros no tenían prácticamente nada, salvo la oftalmia de las nieves que le llaman, pero eso duró un tiempo, un par de días".

- Enfrentado a esa situación, ¿nunca pensó "¡qué hago acá!"?

"En realidad, en ese momento sólo teníamos un objetivo demasiado preciso: bajar como fuera hasta el campo de ataque, donde yo me encontré con el doctor y con el resto de nuestros amigos. Ahí no se trataba de realizar una proeza técnica, sino que se trataba de sobrevivir".

- ¿Había mucha competencia por conquistar uun ochomil?

"Entonces, no. Fuimos la única expedición que se realizó ese año. Pero esa victoria obviamente desencadenó ganas, deseos entre los mejores alpinistas del mundo: los suizos que intentaron subir el Everest y que fracasaron a unos cien metros de la cumbre; los italianos en el K2; los alemanes en Nangaparbat...".

- ¿Cuánto tardó en decidirse a volver a la montaña?

"Primero tuve que volver a la vida normal, que tardó mucho porque estuve casi un año en el hospital, con diez operaciones por amputaciones en las manos y en los pies. Diez operaciones de tres a cuatro horas cada una. Un calvario".

- ¿Ahí terminó su carrera?

"No, después hice varias cosas importantes también. Con mis pies tal como estaban, también con mi compañero Lachenal, hicimos una prueba muy difícil: el Pasillo Marinelli, en el Mont Rose, en Suiza. Es una pasarela de tres kilómetros de altura, en hielo puro. La hicimos sin estar acordados y de común acuerdo. Una experiencia muy increíble".

- ¿Hay alguna otra montaña que lo haya marccado tanto como el Annapurna?

"En realidad, son recuerdos de otro orden. Si me marcaron, fue de otra forma. Nada tan fuerte como el Annapurna. El Mont Blanc, por ejemplo, lo recuerdo con mucho cariño".

- En el montañismo actual uno sigue escuchaando de nuevos logros o records: la primera expedición sin oxígeno o el primero en subir todos los ochomil, cosas así. ¿Queda algo nuevo por hacer?

"Primero, nuestra expedición no tenía oxígeno. Sé que hay otros que han pretendido hacer ochomil sin oxígeno, pero te puedo asegurar que los primeros fuimos nosotros. Ahora, coleccionar ochomiles o romper records de velocidad, o expediciones que deciden ir en invierno en vez de en verano, eso no me interesa para nada. Hay algo de artificial en eso. En realidad, todo se reduce a la conquista de una montaña. En la historia de la humanidad, las altas cumbres siempre han sido lugares que se han convertido en leyenda. El Fujiyama en Japón, el Monte Ararat en Turquía o el Sinaí, por toda la historia de Moisés, etcétera. Hay cumbres que son completamente míticas y que no han sido escaladas. En Asia hay montañas que son tan sagradas que está prohibido subirlas. Por ejemplo, el monte Kailash, en el oeste del Tíbet. La leyenda dice que ahí es donde nacieron los hombres".

- ¿Ese podría ser un reto pendiente para loos montañistas?

"Pero está prohibido ir. Las religiones son eternas y el monte Kailash, por ejemplo, siempre va a conservarse y va a ser una montaña sagrada entre las sagradas. Y como toda montaña que no ha sido escalada, también será siempre un mito para los propios montañistas".