El imperialismo y la escisión del socialismo

V. I. Lenin
EL IMPERIALISMO Y
LA ESCISION
DEL SOCIALISMO


   

  EL IMPERIALISMO Y LA ESCISION
  DEL SOCIALISMO




      ¿Existe alguna relación entre el imperialismo y la monstruosa y repugnante 
  victoria que el oportunismo (en forma de socialchovinismo) ha obtenido sobre 
  el movimiento obrero en Europa? 
      Este es el problema fundamental del socialismo contemporáneo. Después de 
  haber dejado plenamente sentado en nuestra literatura de partido, en primer 
  lugar, el carácter imperialista de nuestra época y de la guerra actual, y, en 
  segundo lugar, el nexo histórico indisoluble que existe entre el 
  socialchovinismo y el oportunismo, así como su igualdad de contenido 
  ideológico y político, podemos y debemos pasar a examinar este problema 
  fundamental. 
      Hay que empezar por definir, del modo más exacto completo y posible, qué 
  es el imperialismo. El imperialismo es una fase histórica especial del 
  capitalismo. Su carácter específico tiene tres peculiaridades: el imperialismo 
  es 1) capitalismo monopolista; 2) capitalismo parasitario o en descomposición; 
  3) capitalismo agonizante. La sustitución de la libre 
  
  competencia por el monopolio es el rasgo económico fundamental, la esencia del 
  imperialismo. El monopolismo se manifiesta en cinco formas principales: 1) 
  cártels, sindicatos y trusts; la concentración de la producción ha alcanzado 
  el grado que da origen a estas asociaciones monopolistas de los capitalistas; 
  2) situación monopolista de los grandes Bancos: de tres a cinco Bancos 
  gigantescos manejan toda la vida económica de los EE.UU., de Francia y de 
  Alemania; 3) apropiación de las fuentes de materias primas por los trusts y la 
  oligarquía financiera (el capital financiero es el capital industrial 
  monopolista fundido con el capital bancario); 4) se ha iniciado el reparto 
  (económico) del mundo entre los cártels internacionales. ¡Son ya más de cien 
  los cártels internacionales que dominan todo el mercado mundial y se lo 
  reparten "ami gablemente", hasta que la guerra lo redistribuya! La exportación 
  del capital, como fenómeno particularmente característico a diferencia de la 
  exportación de mercancías bajo el capitalismo no monopolista, guarda estrecha 
  relación con el reparto económico y político-territorial del mundo. 5) Ha 
  terminado el reparto territorial del mundo (de las colonias). 
      El imperialismo, como fase superior del capitalismo en Norteamérica y en 
  Europa, y después en Asia, se formó plenamente en el período 1898-1914. Las 
  guerras hispano-norteamericana (1898), anglo-bóer (1899-1902) y ruso-japonesa 
  (1904-1905), y la crisis económica de Europa en 1900, son los principales 
  jalones históricos de esta nueva época de la historia mundial. 
      Que el imperialismo es el capitalismo parasitario o en descomposición se 
  manifiesta, ante todo, en la tendencia a la descomposición que distingue a 
  todo monopolio en el régimen de la propiedad privada sobre los medios de 
  producción. La diferencia entre la burguesía imperialista de- 
  
  mocrático-republicana y la monárquico-reaccionaria se borra, precisamente, 
  porque una y otra se pudren vivas (lo que no elimina, en modo alguno, el 
  desarrollo asombrosamente rápido del capitalismo en ciertas ramas 
  industriales, en ciertos países, en ciertos períodos). En segundo lugar, la 
  descomposición del capitalismo se manifiesta en la formación de un enorme 
  sector de rentistas, de capitalistas que viven de "cortar cu pones". En los 
  cuatro países imperialistas avanzados -- Inglaterra, América del Norte, 
  Francia y Alemania --, el capital en valores asciende, en cada país, de cien a 
  ciento cincuenta mil millones de francos, lo cual significa, por lo menos, una 
  renta anual de cinco mil a ocho mil millones de francos. En tercer lugar, la 
  exportación de capital es el parasitismo elevado al cuadrado. En cuarto lugar, 
  "el capital financiero tiende a la dominación, y no a la libertad". La 
  reacción política en toda la línea es rasgo característico del imperialismo. 
  Venalidad, soborno en proporciones gigantescas, un verdadero Panamá[273]. En 
  quinto lugar, la explotación de las naciones oprimidas, ligada 
  indisolublemente a las anexiones, y, sobre todo, la explotación de las 
  colonias por un puñado de "grandes" potencias, convierte cada vez más el mundo 
  "civilizado" en un parásito que vive sobre el cuerpo de centenares de millones 
  de hombres de los pueblos no civilizados. El proletario romano vivía a 
  expensas de la sociedad. La sociedad actual vive a expensas del proletario 
  moderno. Marx subrayaba especialmente esta profunda observación de 
  Sismondi[274]. El imperialismo modifica algo la situación. Una capa 
  privilegiada del proletariado de las potencias imperialistas vive, en parte, a 
  expensas de los centenares de millones de hombres de los pueblos no 
  civilizados. 
      Queda claro por qué el imperialismo es un capitalismo agonizante, en 
  transición hacia el socialismo: el monopolio, 
  
  que nace del capitalismo, es ya capitalismo agonizante, el comien~o de su 
  tránsito al socialismo. La misma significación tiene la gigantesca 
  socialización del trabajo realizada por el imperialismo (lo que sus 
  apologistas, los economistas burgueses, llaman "entrelazamiento"). 
      Al definir de este modo el imperialismo, nos colocamos en plena 
  contradicción con C. Kautsky, que se resiste a considerar el imperialismo como 
  una "fase del capitalismo" y lo define como política "preferida" del capital 
  financiero, como tendencia de los países "industriales" a anexionarse los 
  países "agrarios"[*]. Desde el punto de vista teórico, esta definición de 
  Kautsky es completamente falsa. La peculiaridad del imperialismo no es 
  precisamente el dominio del capital industrial, sino el del capital 
  financiero, precisamente la tendencia a anexionarse no sólo países agrarios, 
  sino toda clase de países. Kautsky separa la política del imperialismo de su 
  economía, separa el monopolismo en política del monopolismo en economía, para 
  desbrozar el camino a su vulgar reformismo burgués tal como el "desarme", el 
  "ultraimperialismo" y demás necedades por el estilo. El propósito y el objeto 
  de esta falsedad teórica se reducen exclusivamente a disimular las 
  contradicciones más profundas del imperialismo y a justificar de este modo la 
  teoría de la "unidad" con sus apologistas: con los oportunistas y 
  socialchovinistas descarados. 
      Ya hemos hablado bastante de esta ruptura de Kautsky con el marxismo, 
  tanto en el Sotsial-Demokrat como en el Kommunist [275]. Nuestros kautskianos 
  rusos, los del CO con Axelrod y Spectator[276] al frente, sin excluir a Mártov 
  y, en 


      * "EI imperialismo es un producto del capitalismo industrial altamente 
  desarrollado. Consiste en la tendencia de toda nación capitalista industrial a 
  someter y anexionarse cada vez más regiones agrarias cualesquiera sean los 
  pueblos que las habitan" (véase Kautsky, Die Neue Zeit, II. IX. 1914). 
  
  grado considerable, a Trotski, han preferido silenciar el kautskismo como 
  tendencia. No se han atrevido a defender lo que Kautsky ha escrito durante la 
  guerra limitándose simplemente a elogiar a Kautsky (Axelrod en su folleto 
  alemán que el Comité de Organización[277] ha prometido publicar en ruso) o 
  aludir a cartas particulares de Kautsky (Spectator) en las que afirma que 
  pertenece a la oposición y trata de anular jesuíticamente sus declaraciones 
  chovinistas. 
      Observamos que, en su "interpretación" del imperialismo -- que equivale a 
  embellecerlo -- , Kautsky retrocede no sólo en relación a El capital 
  financiero de Hilferding (¡por muy empeñadamente que el mismo Hilferding 
  defienda ahora a Kautsky y la "unidad" con los socialchovinistas!), sino 
  también en relación al social-liberal J. A. Hobson. Este economista inglés, 
  que ni por asomo pretende merecer el título de marxista, define de un modo 
  mucho más profundo el imperialismo y pone de manifiesto sus contradicciones en 
  su obra de 1902*. Veamos lo que dice este escritor (en cuyas obras podemos 
  encontrar casi todas las vulgaridades pacifistas y "conciliadoras" de Kautsky) 
  sobre la cuestión, que tiene singular importancia, del carácter parasitario 
  del imperialismo: 
      Dos clases de circunstancias han debilitado, a juicio de Hobson, la 
  potencia de los viejos imperios: 1) el "parasitismo económico" y 2) la 
  formación de ejércitos con hombres de los pueblos dependientes. "La primera es 
  la costumbre del parasitismo económico, en virtud de la cual el Estado 
  dominante utiliza sus provincias, sus colonias y los países dependientes, con 
  objeto de enriquecer a su clase dirigente y de sobornar a sus clases 
  inferiores para que se estén quietas". Refiriéndose a la segunda circunstancia 
  Hobson escribe: 


      * J. A. Hobson: Imperialismo, Londres, 1902. 
  
      "Uno de los síntomas más extraños de la ceguera del imperialismo" (en boca 
  del social-liberal Hobson esta cantinela sobre la "ceguera" de los 
  imperialistas es más apropiada que en el "marxista" Kautsky) "es la 
  despreocupación con que la Gran Bretaña, Francia y otras naciones 
  imperialistas emprenden este camino. La Gran Bretaña ha ido más lejos que 
  ningún otro país. La mayor parte de las batallas por medio de las cuales 
  conquistamos nuestro imperio de la India, fueron sostenidas por nuestras 
  tropas indígenas. En la India, y últimamente en Egipto, grandes ejércitos 
  permanentes están mandados por ingleses; casi todas las guerras de conquista 
  en Africa, a excepcion de la del Sur, han sido llevadas a cabo, para nosotros, 
  por los indígenas". 
      La perspectiva del reparto de China dio lugar a la siguiente apreciación 
  económica de Hobson: "La mayor parte de la Europa Occidental podría adquirir 
  entonces el aspecto y el carácter que tienen actualmente ciertos lugares de 
  estos países: el sur de Inglaterra, la Riviera, los sitios de Italia y de 
  Suiza más frecuentados por los turistas y poblados por los ricachos, es decir, 
  pequeños grupos de aristócratas acaudalados, que reciben dividendos y 
  pensiones del Lejano Oriente, con un grupo algo más numeroso de empleados y 
  comerciantes y un número más considerable de criados y obreros del ramo del 
  transporte y de la industria dedicada al ultimo retoque de los artículos 
  manufacturados. En cambio, las ramas principales de la industria 
  desaparecerían y los productos alimenticios de gran consumo, los artículos 
  semimanufacturados de uso corriente afluirían, como un tributo, de Asia y de 
  Africa". "He aquí qué posibilidades abre ante nosotros una alianza más vasta 
  de los Estados occidentales una federación europea de las grandes potencias; 
  dicha federación no sólo no haría avanzar la civilización mundial, sino que 
  podría implicar un peligro gigantesco de parasitismo occidental: formar un 
  grupo de las naciones industriales avanzadas, cuyas clases superiores 
  percibirían inmensos tributos de Asia y de Africa, por medio de los cuales 
  mantendrían a grandes masas domesticadas de empleados y servidores, ocupados 
  no ya en la producción agrícola e industrial de gran consumo, sino en prestar 
  servicios personales o realizar un trabajo industrial secundario, bajo el 
  control de una nueva aristocracia financiera. Que los que estén dispuestos a 
  rechazar esta teoría" (debería decirse: perspectiva), "como poco digna de 
  atención, reflexionen sobre las condiciones económicas y sociales de las 
  regiones del sur de Inglaterra que se hallan ya en esta situación. Que piensen 
  en las enormes proporciones que podría adquirir dicho sistema si China se 
  viera sometida al control económico de tales grupos financieros, de 
  "inversionistas de capital" (rentistas), de sus funcionarios 
  
  políticos y empleados comerciales e industriales que extraerían beneficios del 
  más grande depósito potencial que jamás ha conocido el mundo, con objeto de 
  consumir dichos beneficios en Europa. Naturalmente, la situación es 
  excesivamente compleja, el juego de las fuerzas mundiales es demasiado difícil 
  de calcular para que resulte muy verosimil esa u otra interpretación 
  unilateral del futuro. Pero las influencias que rigen el imperialismo de la 
  Europa Occidental en el presente se orientan hacia esa dirección, y, si no 
  encuentran resistencia, si no son desviadas hacia otra dirección, orientarán 
  en ese sentido la consumación del proceso". 
      El social-liberal Hobson no ve que esta "resistencia" sólo puede oponerla 
  el proletariado revolucionario, y sólo en forma de revolución social. ¡Por 
  algo es social-liberal! Pero ya en 1902 abordaba admirablemente tanto el 
  problema de la significación de los "Estados Unidos de Europa" (¡sépalo el 
  kautskiano Trotski!) como todo lo que tratan de disimular los kautskianos 
  hipócritas de diversos países, a saber: que los oportunistas 
  (socialchovinistas) colaboran con la burguesía imperialista precisamente para 
  formar una Europa imperialista sobre los hombros de Asia y de Africa; que los 
  oportunistas son, objetivamente, una parte de la pequeña burguesía y de 
  algunas capas de la clase obrera, parte sobornada con las superganancias 
  imperialistas, convertida en perros guardianes del capitalismo, en elemento 
  corruptor del movimiento obrero. 
      Más de una vez, y no sólo en artículos, sino en resoluciones de nuestro 
  Partido, hemos señalado esta relación económica, la más honda, precisamente 
  entre la burguesía imperialista y el oportunismo, que ahora (¿será por mucho 
  tiempo?) ha vencido al movimiento obrero. De ello deducíamos, entre otras 
  cosas, que es inevitable la escisión con el socialchovinismo. ¡Nuestros 
  kautskianos han preferido eludir este problema! Mártov, por ejemplo, ya en sus 
  conferencias, recurría al sofisma que se ha expresado del modo siguiente en el 
  Boletín 
  
  del Secretariado en el Extranjero del Comité de Organización[278] (núm. 4, del 
  10 de abril de 1916): 
      -- ". . . Muy mala, incluso desesperada, sería la situación de la 
  socialdemocracia revolucionaria si los grupos de obreros, que por su 
  desarrollo espiritual están más cerca de los "intelectuales", y los más 
  calificados, la abandonaran fatalmente para pasar al oportunismo . . ." 
      ¡Empleando la tonta palabreja "fatalmente" y con un poco de "trampa", se 
  elude el hecho de que ciertas capas obreras se han pasado al oportunismo y a 
  la burguesía imperialista! ¡Y este es el hecho que querían eludir los sofistas 
  del Comité de Organizaciónl Salen del paso con el "optimismo oficial" de que 
  ahora hacen gala tanto el kautskiano Hilferding como muchos otros, ¡diciendo 
  que las condiciones objetivas garantizan la unidad del proletariado y la 
  victoria de la tendencia revolucionaria!, ¡diciendo que nosotros somos 
  "optimistas" en lo que respecta al proletariado! 
      Y, en realidad, todos estos kautskianos, Hilferding, los partidarios del 
  CO, Mártov y Cía. son optimistas . . . en lo que respecta al oportunismo. 
  ¡Este es el quid de la cuestión! 
      El proletariado es fruto del capitalismo, pero del capitalismo mundial, y 
  no sólo del europeo, no sólo del imperialista. En escala mundial, cincuenta 
  años antes o cincuenta años después -- en tal escala esto es un problema 
  secundario --, el "proletariado", naturalmente, "llegará" a la unidad y en él 
  triunfará "ineludiblemente" la socialdemocracia revolucionaria. No se trata de 
  esto, señores kautskianos, sino de que ustedes, ahora, en los países 
  imperialistas de Europa, se prosternan como lacayos ante los oportunistas, que 
  son extraños al proletariado como clase, que son servidores, agentes y 
  portadores de la influencia de la burguesía y, si no se desembaraza de ellos, 
  el movimiento obrero seguirá siendo un movi- 
  
  miento obrero burgués. Vuestra prédica de la "unidad" con los oportunistas, 
  con los Legien y los David, los Plejánov y los Chjenkeli, los Potrésov, etc., 
  es, objetivamente, la defensa de la esclavización de los obreros por la 
  burguesía imperialista a través de sus mejores agentes en el movimiento 
  obrero. La victoria de la socialdemocracia revolucionaria en escala mundial es 
  absolutamente ineludible, pero marcha y marchará, avanza y avanzará sólo 
  contra ustedes, será una victoria sobre ustedes. 
      Las dos tendencias, incluso los dos partidos del movimiento obrero 
  contemporáneo, que tan claramente se han escindido en todo el mundo en 
  1914-1916, fueron observadas por Engels y Marx en Inglaterra durante varios 
  decenios, aproximadamente entre 1858 y 1892. 
      Ni Marx ni Engels vivieron para ver la época imperialista del capitalismo 
  mundial, que sólo se inicia entre 1898 y 1900. Pero ya a mediados del siglo 
  XIX, era característica de Inglaterra la presencia, por lo menos, de dos 
  principales rasgos distintivos del imperialismo: 1) inmensas colonias y 2) 
  ganancias monopolistas (a consecuencia de su situación monopolista en el 
  mercado mundial). En ambos sentidos, Inglaterra representaba entonces una 
  excepción entre los países capitalistas, y Engels y Marx, analizando esta 
  excepción, indicaban en forma completamente clara y definida que estaba en 
  relación con la victoria (temporal) del oportunismo en el movimiento obrero 
  inglés. 
      En una carta a Marx, del 7 de octubre de 1858, escribía Engels: "El 
  proletariado inglés se está aburguesando, de hecho, cada día más; así que esta 
  nación, la más burguesa de todas, aspira aparentemente a llegar a tener al 
  lado de la burguesía, una aristocracia burguesa y un proletariado burgués 
  Naturalmente, por parte de una nación que explota al mundo 
  
  entero, esto es, hasta cierto punto, lógico". En una carta a Sorge, fechada el 
  2I de septiembre de 1872, Engels comunica que Hales promovió en el Consejo 
  Federal de la Internacional un gran escándalo, logrando un voto de censura 
  contra Marx por sus palabras de que "los líderes obreros ingleses se habían 
  vendido". Marx escribe a Sorge el 4 de agosto de 1874: "En lo que respecta a 
  los obreros urbanos de aquí (en Inglaterra), es de lamentar que toda la banda 
  de líderes no haya ido al Parlamento. Sería el camino más seguro para librarse 
  de esa canalla". En una carta a Marx, del 11 de agosto de 1881, Engels habla 
  de "las peores tradeuniones inglesas, que permiten que las dirija gente 
  vendida a la burguesía, o, cuando menos, pagada por ella". En una carta a 
  Kautsky, del 12 de septiembre de 1882, escribía Engels: "Me pregunta usted 
  ¿qué piensan los obreros ingleses acerca de la política colonial? Lo mismo que 
  piensan de la política en general. Aquí no hay un partido obrero, sólo hay 
  conservadores y radicales liberales, y los obreros se aprovechan con ellos, 
  con la mayor tranquilidad, del monopolio colonial de Inglaterra y de su 
  monopolio en el mercado mundial". 
      El 7 de diciembre de 1889, escribía Engels a Sorge: ". . . Lo más 
  repugnante aquí (en Inglaterra) es la respectability (respetabilidad) burguesa 
  que se ha hecho carne y sangre de los obreros. . .; hasta el propio Tom Mann, 
  a quien considero el mejor de todos ellos, le gusta mencionar que habrá de 
  comer con el lord mayor. Basta compararlos con los franceses para convencerse 
  de hasta qué punto en este aspecto influye saludablemente la revolución". En 
  otra carta, del 19 de abril de 1890: "El movimiento (de la clase obrera en 
  Inglaterra) avanza bajo la superficie, abarca sectores cada vez más amplios 
  que, en la mayoría de los casos, pertenecen a la masa más inferior (subrayado 
  por Engels), inerte hasta ahora; y no está 
  
  ya lejano el día en que esta masa se encuentre a sí misma, en que vea claro 
  que es ella misma, precisamente, la colosal masa en movimiento"[279]. El 4 de 
  marzo de 189I: "el revés del fracasado sindicato de los obreros del puerto, 
  las 'viejas' tradeuniones conservadoras, ricas y por ello mismo cobardes, 
  quedan solas en el campo de batalla". . . El 14 de septiembre de 1891: en el 
  Congreso de las tradeuniones, celebrado en Newcastle, son derrotados los 
  viejos tradeunionistas, enemigos de la jornada de 8 horas, "y los periódicos 
  burgueses reconocen la derrota del partido obrero burgués " (subrayado en 
  todas partes por Engels)[280]. . . 
      Que estas ideas, repetidas por Engels durante décadas enteras, también 
  fueron expresadas por él públicamente, en la prensa, lo prueba su prólogo a la 
  segunda edición de La situación de la clase obrera en Inglaterra (1892)[281]. 
  Habla aquí de una "aristocracia en el seno de la clase obrera", de la "minoría 
  privilegiada de obreros" frente a "la gran masa obrera". "Una pequeña minoría, 
  privilegiada y protegida", de la clase obrera es la única que obtuvo 
  "prolongadas ventajas" de la situación privilegiada de Inglaterra en 
  1848-1868, mientras que, "la gran masa, en el mejor de los casos, sólo gozaba 
  de breves mejoras". . . "Cuando quiebre el monopolio industrial de Inglaterra, 
  la clase obrera inglesa perderá su situación privilegiada". . . Los miembros 
  de las "nuevas" tradeuniones, los sindicatos de obreros no calificados, 
  "tienen una enorme ventaja: su mentalidad es todavía un terreno virgen, 
  absolutamente exento de los 'respetables' prejuicios burgueses heredados, que 
  trastornan las cabezas de los 'viejos tradeunionistas' mejor situados. . ." En 
  Inglaterra se habla de "los llamados representantes obreros" refiriéndose a 
  gentes a las que "se perdona su pertenencia a la clase obrera por- 
  
  que ellos mismos están dispuestos a ahogar esta cualidad suya en el océano de 
  su liberalismo. . ." 
      Hemos citado deliberadamente las declaraciones directas de Marx y Engels 
  en forma bastante extensa, para que los lectores puedan estudiarlas en 
  conjunto. Es imprescindible estudiarlas y merece la pena de que se reflexione 
  atentamente sobre ellas. Porque son la clave de la táctica del movimiento 
  obrero que prescriben las condiciones objetivas de la época imperialista. 
      También aquí Kautsky ha intentado ya "enturbiar el agua" y sustituir el 
  marxismo por una conciliación dulzona con los oportunistas. Polemizando con 
  los socialimperialistas francos y cándidos (como Lensch), que justifican la 
  guerra por parte de Alemania, como destrucción del monopolio de Inglaterra, 
  Kautsky "corrige " esta evidente falsedad con otra falsedad igualmente 
  palmaria. ¡En lugar de una falsedad cínica coloca una falsedad dulzona! El 
  monopolio industrial de Inglaterra, dice, está hace tiempo roto, destruido: ni 
  se puede ni hay por qué destruirlo. 
      ¿Por qué es falso este argumento? 
      En primer lugar, porque pasa por alto el monopolio colonial de Inglaterra. 
  ¡Y Engels, como hemos visto, ya en 1882, hace 34 años, lo indicaba con toda 
  claridad! Si está deshecho el monopolio industrial de Inglaterra, su colonial 
  no sólo se mantiene, sino que se ha recrudecido extraordinariamente, porque 
  ¡todo el mundo está ya repartido! Con sus mentiras dulzonas, Kautsky hace 
  pasar de contrabando la idea, pacifista-burguesa y oportunista-pequeñoburguesa 
  de que "no hay por qué hacer la guerra". Por el contrario, los capitalistas no 
  sólo tienen ahora por qué hacer la guerra, sino que no pueden dejar de 
  hacerla, si, quieren conservar el capitalismo, porque sin un nuevo reparto de 
  las colonias por la 
  
  fuerza, los nuevos países imperialistas no podrán obtener los privilegios de 
  que disfrutan las potencias imperialistas más viejas (y menos fuertes ). 
      En segundo lugar, ¿por qué explica el monopolio de Inglaterra la victoria 
  (temporal) del oportunismo en este país? Porque el monopolio da 
  superganancias, es decir, un exceso de ganancias por encima de las ganancias 
  normales, ordinarias del capitalismo en todo el mundo. Los capitalistas pueden 
  gastar una parte de estas superganancias (¡e incluso una parte no pequeña!) 
  para sobornar a sus obreros, creando algo así como una alianza (recuérdense 
  las famosas "alianzas" de las tradeuniones inglesas con sus amos descritas por 
  los Webb), alianza de los obreros de un pais dado, con sus capitalistas contra 
  los demás países. A fines del siglo XIX, el monopolio industrial de Inglaterra 
  estaba ya deshecho. Eso es indiscutible. Pero ¿cómo se produjo esa 
  destrucción? ¿De modo que hiciera desaparecer todo monopolio? 
      Si así fuera, la "teoría" de Kautsky de la conciliación (con el 
  oportunismo) estaría hasta cierto punto justificada. Pero precisamente se 
  trata de que no es así. El imperialismo es el capitalismo monopolista. Cada 
  cártel, cada trust, cada sindicato, cada Banco gigantesco es un monopolio. Las 
  superganancias no han desaparecido, sino que prosiguen. La explotación por un 
  país privilegiado, financieramente rico, de todos los demás, sigue y es aún 
  más intensa. Un puñado de países ricos -- son en total cuatro, si se tiene en 
  cuenta una riqueza independiente y verdaderamente gigantesca, una riqueza 
  "contemporánea: Inglaterra, Francia, los Estados Unidos y Alemania -- ha 
  extendido los monopolios en proporciones inabarcables, obtiene centenares, si 
  no miles de millones de superganancias, "vive sobre las espaldas" de 
  centenares y centenares de millones de hombres de otros países, entre 
  
  luchas intestinas por el reparto de un botín de lo más suntuoso, de lo más 
  pingue, de lo más fácil. 
      En esto consiste precisamente la esencia económica y política del 
  imperialismo, cuyas profundísimas contradicciones Kautsky oculta en vez de 
  ponerlas al descubierto. 
      La burguesía de una "gran" potencia imperialista puede económicamente 
  sobornar a las capas superiores de "sus" obreros, dedicando a ello alguno que 
  otro centenar de millo nes de francos al año, ya que sus superganancias se 
  elevan probablemente a cerca de mil millones. Y la cuestión de cómo se reparte 
  esa pequeña migaja entre los ministros obreros, los "diputados obreros" 
  (recordad el espléndido análisis que de este concepto hace Engels), los 
  obreros que forman parte de los comités de la industria armamentista[282], los 
  funcionarios obreros, los obreros organizados en sindicatos de carácter 
  estrechamente gremial, los empleados, etc., etc., es ya una cuestión 
  secundaria. 
      Desde 1848 a 1868, y en parte después, Inglaterra era el único país 
  monopolista; por esto pudo vencer allí, para decenios, el oportunismo; no 
  había más países ni con riquísimas colonias ni con monopolio industrial. 
      El último tercio del siglo XIX es un periodo de transición a una nueva 
  época, a la época imperialista. Disfruta del monopolio no el capital 
  financiero de una sola gran potencia, sino el de unas cuantas, muy pocas. (En 
  el Japón y en Rusia, el monopolio de la fuerza militar, de un territorio 
  inmenso o de facilidades especiales para despojar a los pueblos alógenos, a 
  China, etc., completa y en parte sustituye el monopolio del capital financiero 
  más moderno.) De esta diferencia se deduce que el monopolio de Inglaterra pudo 
  ser indiscutido durante decenios. En cambio, el monopolio del capital 
  financiero actual se discute furiosamente; ha comen- 
  
  zado la época de las guerras imperialistas. Entonces se podía sobornar, 
  corromper durante decenios a la clase obrera de un país. Ahora esto es 
  inverosimil, y quizá hasta imposible. Pero, en cambio, cada "gran" potencia 
  imperialista puede sobornar y soborna a capas más reducidas (que en Inglaterra 
  entre 1848 y 1868) de la "aristocracia obrera". Entonces, como dice con 
  admirable profundidad Engels, sólo en un país podia constituirse un "partido 
  obrero burgués ", porque sólo un país disponía del monopolio, pero, en cambio, 
  por largo tiempo. Ahora, el "partido obrero burgués" es inevitable y tipico en 
  todos los países imperialistas, pero, teniendo en cuenta la desesperada lucha 
  de éstos por el reparto del botín, no es probable que semejante partido 
  triunfe por largo tiempo en una serie de países. Ya que los trusts, la 
  oligarquía financiera, la carestía, etc., permiten sobornar a un puñado de las 
  capas superiores y de esta manera oprimen, subyugan, arruinan y atormentan con 
  creciente intensidad a la masa de proletarios y semiproletarios. 
      Por una parte, está la tendencia de la burguesía y de los oportunistas a 
  convertir el puñado de naciones mas ricas, privilegiadas, en "eternos" 
  parásitos sobre el cuerpo del resto de la humanidad, a "dormir sobre los 
  laureles" de la explotación de negros, hindúes, etc., teniéndolos sujetos por 
  medio del militarismo moderno, provisto de una magnífica técnica de 
  exterminio. Por otra parte, está la tendencia de las masas, que son más 
  oprimidas que antes, que soportan todas las calamidades de las guerras 
  imperialistas, tendencia a sacudirse cse yugo, a derribar a la burguesía. La 
  historia del movimiento obrero se desarrollará ahora, inevitablemente, en la 
  lucha entre estas dos tendencias, pues la primera tendencia no es casual, sino 
  que tiene un "fundamento" económico. La 
  
  burguesía ha dado ya a luz, ha criado y se ha asegurado "partidos obreros 
  burgueses" de socialchovinistas en todos los países. Carecen de importancia 
  las diferencias entre un partido oficialmente formado, como el de Bissolati en 
  Italia, por ejemplo, partido totalmente socialimperialista, y, supongamos, el 
  quasipartido, a medio formar, de los Potrésov, Gvózdiev, Bulkin, Chjeídze, 
  Skóbeliev y Cía. Lo importante es que, desde el punto de vista económico, ha 
  madurado y se ha consumado el paso de una capa de aristocracia obrera a la 
  burguesía, pues este hecho económico, este desplazamiento en las relaciones 
  entre las clases, encontrará sin gran "dificultad" una u otra forma política. 
      Sobre la indicada base económica, las instituciones políticas del 
  capitalismo moderno -- prensa, parlamento, sindicatos, congresos, etc. -- han 
  creado privilegios y dádivas políticos, correspondientes a los económicos, 
  para los empleados y obreros respetuosos, mansos, reformistas y patrioteros. 
  La burguesía imperialista atrae y premia a los representantes y partidarios de 
  los "partidos obreros burgueses" con lucrativos y tranquilos cargos en el 
  gobierno o en el comité de industrias de guerra, en el parlamento y en 
  diversas comisiones, en las redacciones de periódicos legales "serios" o en la 
  dirección de sindicatos obreros no menos serios y "obedientes a la burguesía". 

      En este mismo sentido actúa el mecanismo de la democracia política. En 
  nuestros días no se puede pasar sin elecciones; ni nada se puede hacer sin las 
  masas, pero en la época de la imprenta y del parlamentarismo no es posible 
  llevar tras de sí a las masas sin un sistema ampliamente ramificado, 
  metódicamente aplicado, sólidamente organizado de adulación, de mentiras, de 
  fraudes, de prestidigitación con palabrejas po- 
  
  pulares y de moda, de promesas a diestro y siniestro de toda clase de reformas 
  y beneficios para los obreros, con tal de que renuncien a la lucha 
  revolucionaria por derribar a la burguesía. Yo llamaría a este sistema 
  lloydgeorgismo, por el nombre de uno de sus representantes más eminentes y 
  hábiles de este sistema en el país clásico del "partido obrero burgués", el 
  ministro inglés Lloyd George. Negociante burgués de primera clase y político 
  astuto, orador popular, capaz de pronunciar toda clase de discursos, incluso 
  r-r-revolucionarios, ante un auditorio obrero; capaz de conseguir, para los 
  obreros dóciles, dádivas apreciables como son las reformas sociales (seguros, 
  etc.), Lloyd George sirve admirablemente a la burguesía[*] y la sirve 
  precisamente entre los obreros, extendiendo su influencia precisamente en el 
  proletariado, donde le es más necesario y más difícil someter moralmente a las 
  masas. 
      ¿Pero es tanta la diferencia entre Lloyd George y los Scheidemann, los 
  Legien, los Henderson, los Hyndman, los Plejánov, los Renaudel y Cía.? Se nos 
  objetará que, de estos últimos, algunos volverán al socialismo revolucionario 
  de Marx. Es posible, pero ésta es una diferencia insignificante en proporción, 
  si se considera el problema en escala política, es decir, en su aspecto de 
  masas. Algunos de los actuales líderes socialchovinistas pueden volver al 
  proletariado. Pero la corriente socialchovinista o (lo que es lo mismo) 
  oportunista no puede desaparecer ni "volver" al proletariado revolucionario. 
  Donde el marxismo es popular entre los obreros, 


      * Hace poco he leído en una revista inglesa un artículo de un tory, 
  adversario político de Lloyd George: Lloyd George desde el punto de vista de 
  un tory. ¡La guerra ha abierto los ojos a este adversario, haciéndole ver qué 
  magnífico servidor de la burguesía es Lloyd George! ¡Y los tories se han 
  reconciliado con él! 
  
  esta corriente política, este "partido obrero burgués", invocará a Marx y 
  jurará en su nombre. No se le puede prohibir, como no se le puede prohibir a 
  una empresa comercial que emplee cualquier etiqueta, cualquier rótulo, 
  cualquier anuncio. En la historia ha sucedido siempre que, después de muertos 
  los jefes revolucionarios cuyos nombres son populares en las clases oprimidas, 
  sus enemigos han intentado apropiárselos para engañar a estas clases. 
      El hecho de que en todos los países capitalistas avanzados se han 
  constituido ya "partidos obreros burgueses", como fenómeno político, y que sin 
  una lucha enérgica y despiadada, en toda la línea, contra esos partidos -- o, 
  grupos, corrientes, etc., todo es lo mismo -- no puede ni hablarse de lucha 
  contra el imperialismo, ni de marxismo, ni de movimiento obrero socialista. La 
  fracción de Chjeídze[283], Nashe Dielo [284] y Golos Trudá [285] en Rusia, y 
  los partidarios del CO en el extranjero, no son sino una variante de uno de 
  estos partidos. No tenemos ni asomo de fundamento para pensar que estos 
  partidos pueden desaparecer antes de la revolución social. Por el contrario, 
  cuanto más cerca esté esa revolución, cuanto más poderosamente se encienda, 
  cuanto más bruscos y fuertes sean las transiciones y los saltos en el proceso 
  de su desarrollo, tanto mayor será el papel que desempeñe en el movimiento 
  obrero la lucha de la corriente revolucionaria, de masas, contra la corriente 
  oportunista, pequeñoburguesa. El kautskismo no es ninguna tendencia 
  independiente, pues no tiene raíces ni en las masas ni en la capa privilegiada 
  que se ha pasado a la burguesía. Pero el peligro que entraña el kautskismo 
  consiste en que, utilizando la ideología del pasado, se esfuerza por conciliar 
  al proletariado con el "partido obrero burgués", 
  
  por mantener su unidad con este último y levantar de tal modo el prestigio de 
  dicho partido. Las masas no siguen ya a los socialchovinistas descarados: 
  Lloyd George ha sido silbado en Inglaterra en asambleas obreras, Hyndman ha 
  abandonado el partido; a los Renaudel y los Scheidemann, a los Potrésov y los 
  Gvózdiev les protege la policía. Lo más peligroso es la defensa encubierta que 
  los kautskianos hacen de los socialchovinistas. 
      Uno de los sofismas más difundidos de los kautskistas es el remitirse a 
  las "masas". ¡No queremos, dicen, separarnos de ellas ni de sus 
  organizaciones! Pero obsérvese cómo plantea Engels esta cuestión. Las 
  "organizaciones de masas" de las tradeuniones inglesas estuvieron en el siglo 
  XIX al lado del partido obrero burgués. Y no por eso se conformaron Marx y 
  Engels con este partido, sino que lo desenmascararon. No olvidaban, en primer 
  lugar, que las organizaciones de las tradeuniones abarcan, en forma inmediata, 
  una minoría del proletariado. Tanto entonces en Inglaterra como ahora en 
  Alemania está organizada no más de una quinta parte del proletariado. Bajo el 
  capitalismo no puede pensarse seriamente en la posibilidad de organizar a la 
  mayoría de los proletarios. En segundo lugar -- y esto es lo principal --, no 
  se trata tanto del número de miembros de una organización, como del sentido 
  real, objetivo, de su política: de si esa política representa a las masas, 
  sirve a las masas, es decir, sirve para liberarlas del capitalismo, o 
  representa los intereses de una minoría, su conciliación con el capitalismo. 
  Precisamente esto último, que era justo en relación con Inglaterra en el siglo 
  XIX, es justo hoy día en relación con Alemania, etc. 
  
      Del "partido obrero burgués" de las viejas tradeuniones, de la minoría 
  privilegiada, distingue Engels la "masa inferior ", la verdadera mayoría' y 
  apela a ella, que no está contaminada de "respetabilidad burguesa". ¡Ese es el 
  quid de la táctica marxista! 
      Ni nosotros ni nadie puede calcular exactamente qué parte del proletariado 
  es la que sigue y seguirá a los socialchovinistas y oportunistas. Sólo la 
  lucha lo pondrá de manifiesto, sólo la revolución socialista lo decidirá 
  definitivamente. Pero lo que sí sabemos con certeza es que los "defensores de 
  ila patria" en la guerra imperialista sólo representan una minoría. Y por 
  esto, si queremos seguir siendo socialistas, nuestro deber es ir más abajo y 
  más a lo hondo, a las verdaderas masas: en ello está el sentido de la lucha 
  contra el oportunismo y todo el contenido de esta lucha. Poniendo al 
  descubierto que los oportunistas y los socialchovinistas traicionan y venden 
  de hecho los intereses de las masas, que defienden privilegios pasajeros de 
  una minoría obrera, que extienden ideas e influencias burguesas, que, en 
  realidad, son aliados y agentes de la burguesía, de este modo enseñamos a las 
  masas a comprender cuáles son sus verdaderos intereses políticos, a luchar por 
  el socialismo y por la revolución, a través de todas las largas y penosas 
  peripecias de las guerras imperialistas y de los armisticios imperialistas. 
      La única línea marxista en el movimiento obrero mundial consiste en 
  explicar a las masas que la escisión con el oportunismo es inevitable e 
  imprescindible, en educarlas para la revolución en una lucha despiadada contra 
  él, en aprovechar la experiencia de la guerra para desenmascarar todas las 
  infamias de la política obrera liberal-nacionalista, y no para encubrirlas. 
  
      En el artículo siguiente trataremos de resurnir los principales rasgos 
  distintivos de esta línea, en contraposición al kautskismo. 










      From Marx to Mao
      (English)
      Desde Marx
      hasta Mao
      Textos
      de Lenin
      Apuntos sobre
      el texto abajo







  


  NOTAS 



    [273] Panamá (francesa): gran fraude en una empresa capitalista surgido en 
  1892-1893 en Francia, ligado a abusos y al soborno de activistas esta tales, 
  funcionarios y periódicos. Esta palabra adquirió tal significación por ser una 
  compañía francesa la que inició las obras de apertura del canal de Panamá y de 
  los enormes abusos por ella cometidos.    [] 
    [274] Véase C. Marx, El Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte.    [] 
    [275] Kommunist:  revista organizada por Lenin, que en 1915 editó en Ginebra 
  la Redacción de Sotsial-Demokrat. Apareció un número (doble) en el que se 
  insertaban tres artículos de Lenin; "La bancarrota de la II Internacional", 
  "La voz honrada de un socialista francés" e "Imperialismo y socialismo en 
  Italia". 
      En el seno de la redacción de la revista, Lenin combatió contra el grupo 
  de Bujarin-Piatakov, hostil al Partido, denunciando sus concepciones 
  antibolcheviques y sus intentos de utilizar la revista con móviles fraccio- 
  
  nalistas. Considerando la posición de este grupo, contraria al Partido, Lenin 
  propuso a la Redacción de Sotsial-Demokrat romper con él y cesar la 
  publicación conjunta de la revista. En octubre de 1916, la Redacción del 
  periódico empezó a editar su Sbórnik Sotsial-Demokrata.    [] 
    [276] Spektator: economista ruso M. I. Nagimson.    [] 
    [277] Comité de Organización (CO), (OK en ruso, sus miembros se denominaban 
  okistas): centro dirigente de los mencheviques; se formó en en la Conferencia 
  de agosto de los mencheviques liquidacionistas y de todos los grupos y 
  tendencias contrarias al Partido; cesó sus actividades después de la elección 
  del CC del Partido menchevique en agosto de 1917. Durante la Primera Guerra 
  Mundial, el CO tomó una posición socialchovinista.    [] 
    [278] Boletín del Secretariado en el Extranjero del Comité de Organización 
  ("Izvestia Zagraníchnogo Sekretariata O.K."): periódico meochevique publicado 
  de febrero de 1915 a marzo de 1917 en Suiza; 10 números en total.    [pág. 
  394] 
    [279] Véase la carta de F. Engels a F. Sorge del 19 de abril de 1890.    
  [] 
    [280] Ibid., del 4 de marzo y del 14 de septiembre de 1891.    [] 
    [281] Véase C. Marx y F. Engels, Obras Completas, t. XXII.    [] 
    [282] Los comités de la industria armamentista fueron creados en 1915 en 
  Rusia por la gran burguesía imperialista para ayudar al zarismo en la guerra. 
  Tratando de someter a los obreros a su influencia y de inculcarler ideas 
  nacional-defensistas, la burguesía ideó la organización de "grupos obreros" 
  anejos a esos comités. A la burguesía le convenía que en esos grupos hubiese 
  representantes de los obreros, encargados de hacer propaganda entre las masas 
  obreras en favor de una mayor productividad del trabajo en las fábricas de 
  materiales militares. Los mencheviques participaron activamente en esta 
  empresa seudopatriótica de la burguesía. Los bolcheviques declararon el boicot 
  a los comités de la industria armamentista y lo aplicaron eficazmente con el 
  apoyo de la mayoría de los obreros.    [] 
    [283] Fracción de Chjeídze: fracción menchevique en la IV Duma de Estado, 
  dirigida por N. Chjeídze, en la cual ocuparon siete asientos 
  delegados-liquidacionistas de los socialdemócratas.    [] 
    [284] Nashe Dielo ("Nuestra Causa"): Revista menchevique del 
  liquidacionismo, órgano principal de los socialchovinistas en Rusia; apareció 
  en 1915 en Petersburgo en lugar de la revista Nasba Zariá, clausurada en 
  octubre de 1914.    [] 
  
    [285] Golos Truda ("La Voz del Trabajo"): períodico menchevique legal 
  editado en 1916 en Samara después de la clausura del períodico Nash Golos 
  ("Nuestra Voz").    [] 




      From Marx to Mao
      (English)
      Desde Marx
      hasta Mao
      Textos
      de Lenin





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