Rollitos
Como no tiene pies, la serpiente desliza
sus escamas por la tierra.
La serpentina tiene vocación de puente,
la serpiente hace agujeros en el piso.
La serpentina empaquetada sueña a
deshacerse en el aire.
La serpiente avanza en eses, la
serpentina en oes.
“Serpentina” es el peor tipo de amistad,
serpiente es un reptil no venenoso.
Serpiente y serpentina inician su ataque
igualmente enrolladas.
Ser piente o pentina: he ahí el dilema.
Códice es un libro intonso por enmedio.
El códice de los mundos: noche y día.
El códice es papirola de los antiguos.
La lámina acanalada es el códice con que
los pobres hacen el techo de sus casas.
El códice es el zig zag de la Historia
un fuelle de aventuras.
El códice muestra cómo el final se
encuentra con el principio de una historia.
Los trípticos modernos son reminiscencias
publicitarias del códice.
Los cerritos de San Cristóbal tienen
perfil de códice.
El códice se abre y se cierra como de
rayo.
Por las noches, el hombre invisible cierra
con llave algunas puertas del vecindario. Luego, cuando sonámbulo sale de su
cama, la gente vuelve a creer en los fantasmas.
El hombre invisible baja las escaleras
parado de manos y nadie le hace caso.
Llega temprano a la oficina y mueve
clips y documentos frente al azoro de su jefe.
Como es bien educado, el hombre
invisible no mastica con la boca abierta, ni eructa en la mesa, aunque no haya
invitados.
El hombre invisible bendice su suerte:
“Ciego, sordo y mudo no sabría ni qué pedo; gracias, Señor”. Sus hijos son
chiquillos normales, que por las tardes juegan con él al escondite hasta que
anochece.
Cuando el hombre invisible reapareció,
el resto del mundo dejó de mirarse.
El extraterrestre fluye sus “vibras”
sobre mi alfombra. Yo lo contemplo embiragado, como un Poe.
El extraterrestre confía en regresar a
su planeta, pero mientras siga comiendo a diario camarones al mojo de ajo, el
tiempo se relativiza.
Recuerda a veces, en tardes lluviosas, a
sus hijas. Allá estarían, gateando con sus tentaculitos.
Al principio, al observar atentamente
unas cejas, de inmediato se exitaba. Una fresca tarde de lluvia aprendió cómo
se hace el amor y a amar en la Tierra.
Todavía mirar las estrellas lo hace
suspirar.
A la luz de un “solitario” de naipes, el
extraterrestre recoge sus fichas y sigue haciendo sonar su pasión por el azar.
En un buen guitarrista canta el árbol.
Miro hacia arriba: las nubes permanecen
fijas y los árboles viajan por el bosque.
El durazno se graduó con cinco frutos
esta primavera.
Un ocote me guiñó el nudo de una antigua
rama muerta.
De orientales árboles se hace el papel
de China.
El árbol de mi oficina es un
escritorio de papeles.
El carpintero es el forense del bosque.
La oficina con árboles enanos del Licenciado
Bonzai.
Un ecologista radical prefiere una copa
de árbol a diez mil de aguardiente.
En verano, los ocotes se tiñen el pelo
de verde, pero luego no pueden evitar la caída de la juncia.
Penélope navega sola en la cama que
talló Ulises en un árbol.
Es verde la esperanza. El árbol es
el asta. La juncia es la bandera.
La del sueño escuchaba la radio y
bailaba desnuda para mí con un pie en el aire mientras se ponía el vestido.
La del sueño era la Musa con la piel
erguida, la mirada suelta, la calma.
La del sueño hablaba como quien sabe que
nunca volverá a ser vista, acaso en la duermevela, al desprenderme de todo y de
todos para ser su ¿otro?
¿De dónde el aire con que dijo sus
palabras; sus labios, su rostro de carne y miel?
¾Soy parte de lo de este lado, despierta
(Su mirada, cara de sueño, abrazo de luna).
¿Y ahora qué le digo a mi esposa?
(Ya lo dijo Heráclito: Muerte son
cuantas cosas vemos despiertos; cuantas vemos dormidos, sueño, y cuantas, en
cambio, muertos, vida). ¾ Ah, pues eso.
El detective investiga mis faltas de
ortografía y encuentra los perros extraviados de los viejitos del barrio.
El detective olfatea pistas por todos
lados; trae pisadas en los bolsillos y huellas dactilares en la memoria.
La lupa del detective es del tamaño de
sus pupilas. Su gabardina es un capote renacentista de Chicago, jamás olerá a
naftalina.
El detective indaga, echa cincos pa’
sacar veintes, está poseído por el ansia del saber.
El detective identifica el problema,
elabora hipótesis e intenta compro/disprobarlas.
El detective escribe cuentos de misterio
en inglés: ¾ Es una
lengua que se presta para ello ¾declara¾, si a “host” le pones una “g” antes,
dice “ghost”.
El fantasma se limpia las telarañas de
las axilas.
El fantasma sonríe de día lo que asusta
a media noche.
El fantasma nos mira cobijarnos al
dormir.
El fantasma evoca su voz humana y silba
al viento.
El fantasma siempre cruza las
habitaciones por la puerta. Por las paredes, nada más por impresionar.
Solitario, echa su larga sombra a volar.
Algunas tardes, el fantasma recuerda el
sabor del chocolate.
El pianista de jazz escucha claquear las
teclas como si fueran sus huesos.
En sus dientes, suena la música del
alma.
Sus manos artrópodos de la libertad.
El pianista de jazz, como el rockero,
lleva la voz cantante.
El pianista de jazz sabe de sonido,
silencio y tiempo.
El pianista de jazz escribe en el piano
largas historias.
El pianista de jazz es Fata Hines.
La neblina es la nube en el ojo de la
mañana.
La nube se deshace en el aire y en el
suelo.
La neblina oxida los sueños de las
vírgenes.
Las nubes pesan, la niebla es
respirable.
Las nubes son canas del venerado cielo.
Las nubes más viejas viven quince días.
Neblina y nube tienen nombre de mujer.
Las nubes son de algodón, la neblina es
de suspiros, la luna es de queso.
Las nubes nos hacen flotar, la neblina
nos quiere llevar: Nos ata el agua corriendo en el suelo.
El imán brilla cuando el que duerme
sueña.
El imán ama al opuesto y repele al
semejante.
El imán es un metal mojado muy viejito.
El imán es un indomable caracol de
hierro.
Hermético hipnotista de metales.
El imán hace el amor con la aguja y la
embaraza.
El imán se aprovecha para orientarse u
occidentarse, segun el rumbo.
El imán nace cuando el óxido triunfa.
Con el imán nos orientamos hacia el
centro.
La gravedad nos ata al imán del suelo.
El imán es como el vampiro: convierte en
semejante a quien carcome.
¿Es un chupón? ¿Es una lapa? No: Es I-Man.
(Danzón)
Al borde de un soconusco de oro
le toca mover el bigote imaginario
y escuchar un danzón de Carlos Campos en
la radio,
probando un pan dulce,
el piano a la mitad de Elodia.
Es una bala perdida
para quien todavía la recuerda.
Albeando el día se retira
el danzón imaginario.
Saca las semillas, limpia sus tripas;
viste al tecomate, anda desnudo,
píntale la noche en el rostro,
úntale sudor rojo oscuro de los árboles,
laca de Chiapa, nieta de la china, de la
antigua,
píntale grandes flores como estrellas,
refulja en él la naval batalla.
Luego, siembra las semillas en la ribera
y siéntate a esperar la lluvia, con ojos
florecidos,
para que cuando suba el río y el aire se
aclare,
al tomar el tazcalate en el pumpo
sientas una sonaja en la garganta
y mires de su fondo salir la luna.
(Son itsmeño)
Na Jose, mientras bordaba
las flores de tu huipil,
aunque no me conocía
estaba pensando en mí.
Quince botones de rosas,
augurio de eterno abril,
y un gran clavel amarillo
que alumbre tu porvenir.
Magnolias para tus ojos,
en el centro un tulipán.
Para aromar tu cabello
pétalos de
ilang-ilang.
En el rojo terciopelo
de la blusa de algodón,
flor mayor en tu huipil,
Amalia, tu corazón.
Ó Miguel Ángel Godínez Gutiérrez
Ó Dibujo de Daniel Godínez Nivón.