Entre los iniciadores de la vida religiosa, San Agustín ocupa un puesto importante. Agustín nació el año 354 en Tagaste (hoy parte de Argelia), entonces colonia romana. Desde muy joven se dedicó al estudio, fue un inquieto buscador de la verdad y gran amante de la compañía de amigos. Desilusionado de la religión cristiana, militó en la secta maniquea por unos dies años. Tampoco allí encontró la respuesta a todas sus inquietudes. Su búsqueda lo llevó a salir de su patria y trasladarse a Italia. No será hasta el año 386 cuando descubrirá que la Verdad que tanto buscaba se hallaba en Cristo, aquel que había conocido desde niño a través de su madre Mónica.
Luego de su conversión, Agustín decide entregarse por completo a Dios. Regresó a Tagaste y junto a sus amigos funda una comunidad dedicada a la búsqueda de Dios, teniendo todo en común a imitación de la primera comunidad apostólica. Fundó varios monasterios de monjes, que vivían según la regla que les dio. Llegará a ser obispo de Hipona y un gran defensor de la Iglesia ante las dificultades de su tiempo. Murió el año 430 en Hipona.
La Orden de los Hermanos de San Agustín, mejor conocida como agustinos, fue fundada en 1244 por el papa Urbano IV, con el fin de reunir a varios grupos de ermitaños que vivían en la región italiana llamada Toscana, dándoles la regla de San Agustín. Desde el principio la Orden reconoció a San Agustín como su padre, maestro y guía. No solo recibe la Regla, sino también se apropia de su doctrina y espiritualidad.
Los agustinos estamos llamados al servicio de la Iglesia en cualquiera sean sus exigencias. La Orden está presente en todos los continentes y en casi todos los países. El servicio que nuestros hermanos ofrecen se traduce en la educación, sean universidades como colegios, servicio parroquial y misiones.
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