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La Luna


¡Cuán bella y pálida está en el cielo! Es u simple satélite de nuestro planeta, y casi lo envuelve con la gracia plateada de su lumbre.

Preguntad al Poeta: ¿Cuál es el influjo más poderoso de vuestra inspiración en el espacio?
Parece que en nuestro sistema planetario, fuera de este cuerpo de condiciones completamente negativas para la adaptación del hombre, el imán más atrayente que enrumba sus sensaciones por los senderos del ensueño y la belleza.

¿Habéis contemplado la luna llena sobre el mar? ¿No os parece que su fulgor es el más tenue de todos los fulgores…?

¿No habéis admirado el oro de sus rizos en los jardines de la noche?… ¿Y no os parece que es más fino y puro que el mismo polen de las flores recién abiertas…?

Esto es muy romántico, ¿verdad? Y hasta dirías que cosas tan tontas no debieran escribirse nunca… Pero yo he ido a los barrios miserables, y he visto un círculo de niños haraposos y mugrientos, pidiéndole pan a la luna.

¡Lejano e imposible juguete de los niños pobres que cantan a la orilla luminosa del camino!

Una vocecita trémula se levanta de la ronda pidiéndole más pan; y ella, plena y rubia en el espacio, como una hostia inmensa sostenida por manos invisibles, poco a poco se ha perdido en la noche; mientras que abajo, la ronda sigue cantando… la ronda sigue esperando, ¡que pase cerquita un día para irse con la luna!