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Armonía


¡No te imaginas toda la luz y la fuerza que encierra esta divina palabra! De ella está lleno el Universo y nada escapa a su celeste vibración.


Recuerdo tanto y visualizo de una manera tan clara la escena de aquella tarde luminosa, que difícilmente podré olvidarla en el curso de mi vida. El ciego vivía retirado del mundanal bullicio al pie de una colina que había cerca de la ciudad. Un día, acerté a pasar por el frente de su casita semiescondida entre los verdes pinos que decoraban el paisaje con la pintura fresca de sus hojas nuevas y brillantes.


"Buenas tardes" –le dije- pasándome de largo y casi sin preocuparme. Más viendo que estaba como una estatua en su banco de piedra, al regreso le repetí con una entonación más fuerte en la voz:


"¡Buenas tardes, amigo!" Incontinenti volviéndose a mí y respondió:


-Escucho tantas y tantas voces en el ala sonora de la brisa, que la voz humana no es más que un débil murmullo que viene a sumarse a las vibraciones que emiten estas cosas que me rodean y aquellas que están más allá de los límites de la imaginación del hombre.


Si atendiésemos nuestro sexto sentido o mente subjetiva, jamás nos haría falta un concierto de música clásica o moderna, para apreciar todo el deleite que pudiera sentir el espíritu ante esas manifestaciones que pueblan el espacio.


Música es todo en el mundo que habitamos: la caída de una hoja, la risa del niño, el vuelo de un pájaro, etc.











¡Qué vibración tan sutil encierra un rayo de luz cuando se escapa a nuestra captación material de sonido! –Y concluyo diciendo: Toda vibración tiene su luz, y toda luz su vibración.


Hoy, después de haber pasado mucho tiempo y haber meditado varia veces en la lección del ciego, exclamo como el que halla la solución a un problema difícil: ¡Qué feliz el ciego de la colina; jamás escuchó una voz humana tan dulce y armoniosa, como las voces que le llegaban en el ala sonora de la brisa desde no sé que mundos misteriosos y lejanos!