Todos los días son octubre
Todos los días son octubre,

Ediciones Andante,
Portada e Ilustraciones: Elvira Gazcón,
México, 1989, 60 pp.
"Epistola I", pp. 9,10.

I.

Una noche cualquiera surge la incertidumbre y cubre todo el espacio: qué ser, cómo y quién ser; cuáles serán los elementos definitivos que compondrán nuestro ser en el futuro. La incertidumbre continúa siempre entre la atmósfera y la imaginación. La integración de la personalidad y de la identidad individual es un proceso. Es una búsqueda constante; porque el ser humano, por definición, nunca es un ser acabado que se agota y se realiza como punto final. El ser humano se crea y recrea cada instante. Sólo tiene un final: la muerte, y ésta es también relativa pues quien muere se está haciendo presente, a través de sus obras, sus ideas y sus consecuencias, entre quienes lo conocieron y amaron, por medio de recuerdo revitalizador y estimulante.

El tiempo dirá quiénes fuimos. Ahora estamos haciendo historia. El presente nos reclama y hemos de armar los rompecabezas del presente, del ahora, porque no nos es permitido vivir en el futuro o en lo abstracto. Tenemos que ir construyendo nuestro presente con el placer que surge del instante vivido plenamente; del esfuerzo por obtener o descubrir; de la nostalgia y el recuerdo; de la acción creativa que trasciende nuestra condición de mortales y nos hace dioses, dioses. Sí, dioses que modelan un mundo a la medida de su concepto, su gusto o su capricho. No por gozar del pasado hemos de vivir en el pasado. El pasado fue vida y por eso, cuando se transforma en recuerdo, vuelve a ser vida en el presente; vida que fortalece y gratifica, porque lo positivo complace y lo negativo enseña. Todo, finalmente, es amor: centro en torno al cual gira la vida. El amor es búsqueda y camino. Jaime Sabines, el gran poeta chiapaneco, nos dijo: "Los amorosos buscan, / los amorosos son los que abandonan, / su corazón les dice que nunca han de encontrar; / no encuentran, buscan" (p. 30, Nuevo recuento de poemas).

El amor nos obliga a ser; a no transitar el camino como sombras grises, informes, que no siente, ni ven, ni perciben, incapaces de exhalar aromas; y por tanto no se ven, no las tocan, no son capaces de convertir a otros seres en tierra fértil o en sol incandescente. No crean estrellas ni emiten luz para iluminar acaso los senderos.

Andamos. Recorremos el camino aprendiendo de la vida y aprendiendo la vida; aprendiendo del amor y aprendiendo a amar.

Caminamos, buscamos, descubrimos secretos escondidos; encontramos la magia de la luz y los colores. Sabemos, entonces, que aún estamos vivos.

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