Agradecimiento por la Vida y los Dones

(homilia: domingo 28, cyclo C, )
Las lecturas de este domingo hablan de la gratitud, dar gracias, agradecerle a Dios. La primera lectura (del antiguo testamento) trata de la sanación de un leproso llamado Naamán. Era el general del ejército de Siria, pero sufría de una enfermedad de la piel. Cuando fue curado por medio del profeta Eliseo, estaba tan agradecido que llevó dos cargas de mula de tierra de Israel para ofrecer un sacrificio al Señor. (2 Reyes 5:17)

En el evangelio Jesús sana a diez leprosos. Desgraciadamente solo uno regresó para agradecerle. Jesús insiste que dar gracias es importante--no porque él necesita nuestro agradecimiento, sino porque nosostros necesitamos dar gracias. Sin agradecimientos somos como una campana que nunca suena. No cumplimos nuestro propósito.

El punto de partir en dar gracias es agradecerle a Jesús por el don de la vida. No solamente mi propia vida sino la de las personas que amo. Algo sucedió durante los últimos diez días que me hizo recordar que cada vida humana es de gran valor, aún cuando la vida es muy breve.

Estuve con una familia de nuestra parroquia que perdió de su hijo de solo cinco meses--desde la concepción. Quizás es la cosa más terrible que una madre joven puede sufrir. Ella recibió el niño con tanta alegría y esperanza. Luego en una forma que no se puede explicar el niño fue sacado de ella. Cuando yo fui al hospital para visitarle, el niño ya había fallecido. La mamá no sufría solamente en sus emociones sino en su cuerpo porque el niño fallecido todavía estaba dentro de ella. Ella estaba en el proceso del parto. El padre Gallagher me acompanó y rezamos por los papás y por el alma del niño. Le pregunté a la mamá si ellos hubieran escogido un nombre para el niño. Me dijo que si fuero un varon, "Jesús," y si fuera una niña, "Sara." En la mañana del próximo día dio a luz al cuerpecito de una niña. Por ser el 2 de octubre, la fiesta de los Angeles Custodios, los papás le nombraron, "Sara de los Angeles."

Los médicos y enferemeras del hospital sabían que era una familia con bajos recursos y por eso ofrecieron disponer del cuerpo. Pero la familia no estaba comoda con esta idea. Les dije que el Cementerio de Calvario les daría gratis el lotecito y que había un funerario católico que les ayudaría con los arreglos. Sara de los Angeles era tan pequeña que uno podía llevarla en la palma de la mano. Pesaba solamente una libra y una onza, pero fue formada perfectamente como una pequeña muñeca. Tenía manitas y piernitas bien completas y en su cara podía algunos rasgos de su abuela. La familia celebró una vigilia para Sara y todos rezaron el rosario ante su ataud. Ya tiene su lotecito en el Cementerio de Calvario donde los papas pueden ir para recordarle--y, si es la voluntad de Dios, algún día tendrá hermanos y hermanas que irán a visitarle.

Sara de los Angeles tuvo una vida muy breve. Desde nuestra perspectiva terrenal su vida fue una tragedia grande. Pero el don de la vida es algo precioso y pertenece solamente a Dios. Por eso Jesús alaba al samaritano que le volvió para darle gracias. Ante Dios nuestra única postura es agradecimiento. A pesar de las lagrimas levantamos los ojos a él.

Dicho esto quiero poner a un lado este caso dramático de Sara de los Angeles y enfocar en algo de nuestra vida diaria. Pero también trata de la gratitud. En una pocas semanas toda familia registrada de la parroquia recibirá una carta de mí sobre el agradecimiento por los dones que Dios nos ha dado: tiempo, talento y tesoro. Estoy firmando individualmente las cartas que enviaremos a más de mil seiscientas familias. Es un poco de trabajo pero me ayuda aprender al menos unos nombres. (Estoy convencido que Dios me va permitir doce años como párroco porque necesito tanto tiempo para aprender la mitad de los nombres.) Pero más importante, firmar las cartas me da la oportunidad de rezar individualmente por nuestras familias. Como su padre espiritual yo sé que cada familia tiene sus problemas y desafíos. Pero también sus propias bendiciones. Uno de mis deberes esenciales es hacerles recordar que los dones vienen de Dios y que algún día tenemos que rendirle cuenta a él. Estoy pediendoles, hermanos, que usen sus dones de tiempo, talento y tesoro por el bien de todos.

Tenemos nuestros propios desafios aquí en Sagrada Familia. Gracias a Dios somos una parroquia dinámica que ha crecido mucho en los últimos años. Estamos usando nuestros edificios al máximo. Este jueves habrá una reunión parroquial para hablar de nuestro futuro. Algunos dicen, "Pues, Holy Familia es una parroquia pobre. Tenemos que aguantar no más." Pero esto no fue la mentalidad de los que contruyeron la parroquia. Ciertamente el monseñor McGrath no pensó así cuando edificó este templo tan bello en los años cincuenta. Y no es nuestra actitud hoy en día. Mientras no olvidamos las necesidades de nuestros hermanos pobres en el mundo y en nuestra arquidiocesis, podemos mantener y mejorar nuestros propios edificios--y quizás contruir el nuevo salón parroquial que necesitamos. Seguro que aceptaríamos ayuda de afuera, pero al mismo tiempo sabemos que tenemos la solución a nuestros propios problemas. Dios nos ha dado todo donde tiempo, talento y tesoro que necesitamos.

El gran desafio es agradecer a Jesus por todo lo que él nos ha regalado--comenzando con el don de la vida misma. Y después preguntar, "¿Qué puedo hacer para mostrar que realmente estoy agradecido?" Quizás como el samaritano en el evangelio de hoy la gratitud significa un cambio de rumbo, es decir caminar hacía Jesús.

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