El Gran Secreto

(Seapadre Homilia: Cristo Rey, Año C)

Hoy es el último domingo del año litúrgico. Concluimos el ciclo con la celebración de la festividad de Cristo Rey. Seguro que Uds. han notado el cambio de color. El domingo pasado usamos ornamentos verdes, este domingo blanco y el próximo morado para el comienzo del año nuevo con el primer domingo de adviento.

Es muy apropiado que resumimos el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey. Jesús comenzó su ministerio público con el anuncio: El Reino ya está cerca. Y sus parábolas explicaron el Reino. Es como semilla derramada. Es como una perla de gran valor. Es como una ama de casa o un pastor que anda buscando algo perdido. Lo interestante es que a pesar de hablar mucho del reino Jesús no mencionó precisamente quien es el Rey--hasta el mero final de su vida.

De hecho, solamente en el último día de su vida terrenal Jesús confia el gran secreto. Cuando Pilatos le preguntó, "Entonces, eres un rey?" Jesús no lo niega. "Tu mismo lo has dicho." Hasta ese momento Jesús había evitado el título Rey. Lo huyó--por ejemplo cuando (después de la multiplicación de los panes) querrían forzar una corona sobre su cabeza. Pero ahora la acepta. Ya no hay peligro que la gente va a pensar en un paraiso terrenal. Sabemos (especialmente en este siglo con el comunismo) que estos sueños rapidamente se conviertan en pesadillas.

Hoy día en el evangelio según San Lucas, Jesús acepta el título real. El bueno ladron le pide, "Jesús acuerdate de mí cuando vengas en tu reino>" Querría ser ciudadano de una nueva patria--diferente que cualquier otra del mundo. Jesús lo aceptó com su primer sujeto: "Hoy día tu estarás conmigo en el paraiso.: Por ser el primero, el buen ladrón es modela para todos que quieren ser miembros del reino de Jesús.

En el servicio de funerales hay una oración que dice que como Jesús admitió el buen ladrón en paraiso, que también perdone los pecados de nuestro hermano fallecido. Al final de las cuentas todo ser humano es como el ladrón que pide clemencia de Jesús. Quizás hay personas como el otro ladrón que creen que puede exigir cosas de Dios. Pero no puede ser.

Dejame dar un ejemplo un poco chistoso. Mi amigo el Padre Vincente Pastro tenía un pequeño loro. Me gustó el animal, pero por algún motivo yo no caia bien a él. Parece que los loros se pegan mucho a sus dueños y tienen celos cuando otra persona interfiere. Cuando yo entré en el cuarto el pájaro empezaba a gritar. Y si estaba fuera de su jaula caminaba hasta mi pie y me picó en el zapato. El padre Vicente y yo nos reimos. Tan atrevido que va en contra de alguien cien veces más grande que él. En el caso del loro lo tomamos con buen humor porque él no tiene culpa. Pero es diference con un ser humano. Nosotros podemos escoger. La persona que se exalta se pone en contra de Dios. Mientras el que se humilla, como el buen ladrón se pone bajo el reinado de Jesús.

Aquí en la parroquia de Sagrada Familia tenemos una forma linda de reconocer el reinado de Jesus. Nuesta iglesia fue edificada para que cuando uno entra en ella, su enfoque esta el altar mayor con su crucifijo y bajo de él, el taburnáculo. Es cierto que hay iglesias con una capilla aparte para el tabernáculo con el Santísimo Sacramento, pero hay algo bello en tenerlo en el mero centro de nuestro santuario. Para mí subraya el hecho de quien es el verdadero celebrante. No es el Padre Felipe, ni el Padre Ricardo. El verdadero celebrante de la misa y los otros sacramentos es Jesús mismo. También cuando se lee las lecturas biblicas del púlpito--es Jesús quien proclamamos. Cuando se bautiza un bebito o un adulto, es Jesús quien lo bautiza. El sacerdote o el diácono es su instrumento.

Para mí eso es un gran consuelo, especialmente ahora que tengo casi 27 años de sacerdocio. A pesar de tratar de estar siempre atento hay momentos en que estoy distraido. No he llegado al punto de uno de mis amigos. Después de la comuniónn tenían tanto cansancio que al sentarse para meditar, inmediatamente se durmió. Hubo un largo silencio y finalmente alguien se le acercó para despertarlo. No fue la edad avanzado que causó esta situación sino más bien el trabajar bien duro. Pues, todos los sacerdotes, aún los jóvenes, somos instrumentos debiles. Gracias a Dios, el celebrante verdadero es siempre Jesús mismo.

Este domingo Jesús nos invita encontrar tranquilidad y gozo en su reino. Incluso él quiere que nos alegramos en nuestra pequeñez ante él. Nuestro valor más profundo viene de ponernos bajo su autoridad real.

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